Nemo ad impossibilia tenetur “

El magistrado Pascual Ortuño, de la Audiencia de Barcelona y exdirector de la Escuela Judicial, es un gran especialista en los métodos alternativos de Justicia y escribió un muy buen libro Justicia sin jueces, que he aprovechado para leer este verano. Lo traigo a colación, además de para recomendárselo, porque el epílogo del mismo me viene de perillas para retratar no solo lo que nos trae el curso político que viene, sino, sobre todo, lo que no trae, lo que amenaza con hacerlo de nuevo fallido en términos de servicio a la ciudadanía.

Cuenta el juez Ortuño, en su epílogo dedicado a la negociación en la política, que en un curso que impartía en la Pompeu Fabra sobre técnicas de negociación, aprovechó la proximidad de la Ciudadela para proponer a los alumnos unos ejercicios prácticos, uno de los cuales suponía asistir a una sesión del Parlament y el segundo, sugerido por el profesor invitado Markus Pion, una visita al zoo de Barcelona. No es que se tratara de hacer comparaciones entre ambos, no me sean malvados, sino de estudiar, por un lado, las relaciones de colaboración y de poder entre los animales y el desarrollo de los debates parlamentarios. Después realizó una encuesta entre los alumnos, totalmente anónima, para asegurarse la libertad en las respuestas, y halló un tercio de alumnos que consideraron más capacitados para el desenvolvimiento pacífico y la convivencia a los animales del zoo que a los parlamentarios, aunque otro tercio no dejó de hacer constar que esa aparentemente pacífica convivencia animal estaba mediada por vallas y fosos.

Lo cierto es que Pion, el veterano profesor alemán, insistió en hacerles entender que “han desaparecido los espacios públicos para un verdadero debate político. Se avanza peligrosamente hacia una coexistencia parlamentaria de bloques herméticamente cerrados con proyectos incompatibles y posiciones inamovibles (…) La práctica de la negociación se ha olvidado. Si se apela al diálogo es para ofrecerle al otro que se rinda o que capitule”. Convengamos que el teutón fue muy optimista. No solo porque se avanza peligrosamente, sino porque la tendencia está totalmente instalada y se ha dado un paso más que buscar la capitulación que es la de buscarla imponiendo condiciones imposibles.

Feijóo comienza el curso poniendo condiciones que no puede imponer y que además son impossibles. La derecha es muy tramposa. Lo fue, lo es y lo será. Son los principales seguidores de la premisa de que el fin de beneficiarse siempre justifica los medios

Lo vamos a ver nada más arrancar el curso político. La oposición de Feijóo se las impone al Gobierno. Los líderes de partidos que gobiernan juntos se las imponen entre ellos para hacer ver que la coalición es imposible, aunque luego no se rompa. Mantener la tensión se ha convertido en el objetivo real de la acción política. Tensión no resuelta y que no se quiere resolver. Tensión como única fórmula de acción. Repasen los ejemplos y verán cómo llegan a la misma conclusión. Puede parecer entretenido, el arco argumental de la política y el recorrido de los personajes políticos, se asemejan al ritmo trepidante de una acción audiovisual. La cosa del relato está asegurada. Pero si partimos de la base más real de que toda la variedad de ideologías, planteamientos, estrategias y formaciones tiene como objetivo real el representar las diferentes formas de pensar de los ciudadanos para negociar las soluciones más adecuadas a los problemas reales, entonces sí que veremos cómo nos alejamos de las dinámicas del zoo. Los habitantes del zoo no han perdido la relación con los problemas reales: hacerse con un plátano, reproducirse, encontrar el mejor sitio en el que tumbarse. Los jefes de manada no se cornean solo para salir bien en la foto de National Geographic.

Los políticos actuales hacen como si negociaran, pero han perdido las nociones del arte de la negociación. Casi todos. Alguno queda que entiende que para ir a negociar hay que llevar en la mochila un cargamento de cosas en las que estar dispuestos a ceder. ¿Cuántos son conscientes de ello? ¿Cuántos ciudadanos de los que les respaldan? No olviden que en las posiciones más extremas de la derecha hay una palabra que brilla más que las otras, la usan hasta sus trolls, y es humillar. Quien considera un triunfo humillar no está haciendo política.

Feijóo comienza el curso poniendo condiciones que no puede imponer y que además son imposibles. “Renovamos el CGPJ si renuncias a nombrar a los magistrados del Constitucional que la Constitución te ordena renovar”. El establecimiento de condiciones inasumibles, ilegales, imposibles, por parte del Partido Popular, no busca sino crear un falso relato que permita mantener la tensión, y hacer ver que parte de la culpa de las anomalías constitucionales es también del PSOE, aunque en realidad solo busca estirar el chicle de la inaceptable situación hasta que lleguen las próximas elecciones que piensa ganar. Ojo, porque si para tensar ese arco les hiciera falta acudir a ETA o a la rebelión catalana, acudirían. La derecha es muy tramposa. Lo fue, lo es y lo será. Son los principales seguidores de la premisa de que el fin de beneficiarse siempre justifica los medios. Lo vamos a sufrir durante todo el curso político y hasta las elecciones. Es lo único que necesitan.

Feijóo está en la piscina de las encuestas y solo piensa en hacerse el muerto hasta que las urnas lo lleven a la Moncloa como una ola. No tiene interés en pactar nada ni en apoyar ninguna acción necesaria en esta incertidumbre en que vivimos, ni en mejorar ninguna relación que no le pueda ser estrictamente necesaria —y de ahí sus acercamientos al PNV—. Feijóo no tiene que hacer nada más que poner condiciones imposibles que le permitan quedarse a mitad de la escalera, esperando, o poner alguna zancadilla, mayor o menor, para propiciar la caída que busca.

Ese es el panorama cuando afrontamos el invierno más difícil de las últimas décadas.  Al menos el magistrado Ortuño llevaba a los alumnos a la Ciudadela pero a dos lugares distintos. Yo cada vez más tengo la sensación de no salir del zoo. No nos dejan.