"Cuando nos lo hicieron a los catalanes, nadie dijo nada". Claro que nadie dijo nada. "No es la primera vez que el Constitucional decide qué se puede debatir y qué no en sede parlamentaria". Quizás no, Josep Maria, ya te llamaremos. La peor cara de España los catalanes la conocemos bien y por eso nos permitimos el lujo de hablar con condescendencia a los españoles, que ahora se llevan las manos a la cabeza porque el poder judicial mete mano allí donde le interesa. Igual que cuando la víctima éramos nosotros, que hoy seamos condescendientes o lloriqueemos, a España le importa muy poco. De hecho, tienen la mente configurada para borrar todo lo que se ha tenido que hacer para mantener la unidad del Estado. El no me consta es un estilo de vida y es el suyo. Que hoy intentamos utilizar las chapucerías del Tribunal Constitucional para alcanzar el reconocimiento español por lo que pasó en el Parlament de Catalunya en 2017 demuestra que o bien todavía no conocemos suficiente al Estado o bien tenemos un problema grave de síndrome de Estocolmo.

En el fondo, un catalán que se pone en la boca las palabras "indignación" o "ignominia" es un reformista español: nuestra condescendencia con España también es una manera de vincularnos a ella

Que nos importe, que entonemos con tanta pedantería el "ya os lo decíamos", no es ninguna buena noticia porque explica que todavía esperamos que alguien nos escuche y rectifique. Peor: esperamos que nuestro ejemplo sirva para que no vuelva a pasar nunca más. En el fondo, cualquier catalán que se pone en la boca las palabras "indignación" o "ignominia" acaba siendo siempre un reformista español. Nuestra condescendencia con España es una manera de distanciarnos y diferenciarnos porque nos permite mirar la nación opresora por encima del hombro pero también es una manera de vincularnos a ella. Es una muestra más que, de todo lo que pasa ahí, todavía ambicionamos algo. Es, también, el método que utilizamos para taparnos las derrotas, porque tratarlos de perdedores un rato nos hace sentir menos desgraciados. Es una perspectiva autoengañosa del asunto, la construcción de un universo donde, en algún momento, España nos priorizará por encima de lo que se prioriza a ella misma.

Es errático plantear la independencia en términos de democracia y derechos. Para el Estado, los debates sobre democracia y derechos solo tienen sentido cuando no está en juego su unidad

Cuando el paracaidista del ejército español se estampó contra una farola nos reímos. Pero es que ellos tienen un ejército y por eso sus paracaidistas pueden estamparse en las farolas. Cuando hoy bromeamos o ridiculizamos la manera en que la progresía española se asusta cuando el poder judicial español hace lo mismo que en Catalunya, nos permitimos sertirnos elevados durante un rato, pero ellos tienen un Poder Judicial que garantiza por encima de todo la unidad del Estado que nos somete. Es errático, pues, plantear la independencia en términos de democracia y derechos. Para el Estado, los debates sobre democracia y derechos solo tienen sentido cuando no está en juego su unidad. Por eso el pleno del TC sobre la reforma del CGPJ fue aplazado al lunes, pero el mismo TC decidió en 2017 qué se podía decir y qué no en el Parlament de Catalunya: porque la apariencia de democracia es importante, pero la unidad de España siempre lo es más.

Nuestra condescendencia es autocomplacencia porque nos permite endulzar durante unos instantes la amargura de la derrota. O de la rendición

Nuestra condescendencia es solo para el autoconsumo. No llega a ningún lugar y no cambia nada, solo habla de la herida que cargamos y de la incapacidad que todavía ejercen algunos sectores a la hora de asumir hasta qué punto España es España —un beso, Mariano Rajoy—. A los españoles, también los de izquierdas, nuestro ejemplo no les sirve porque consciente o inconscientemente justifican los medios con los que se paró el simulacro independentista de octubre de 2017. Nuestra condescendencia es autocomplacencia porque nos permite endulzar durante unos instantes la amargura de la derrota. O de la rendición.