El Tribunal del Estado Vaticano, en una sentencia inédita, ha condenado al cardenal Angelo Beccciu a cinco años y medio de cárcel por malversación de fondos. Este escándalo vaticano, que ha visto implicado al cardenal por una inversión inmobiliaria de alto riesgo en Londres a cuenta de fondos vaticanos, ha acabado con la condena al cardenal y a nueve personas más, y también varias empresas han salido salpicadas.

De nombre angelical (don Angelo) y apellido Becciu (se pronuncia "bechu"), este eminentísimo asesor del Papa ha hecho perder muchas horas a los tribunales vaticanos, que han tenido que investigar los 200 millones de dólares y de uso ilícito en la administración de los bienes eclesiásticos. El cardenal ha sido condenado a inhabilitación perpetua para cargo público. El hecho no es solo turbio, éticamente reprobable y triste, sino indignando y carne para posible y trepidante guion audiovisual. Por ejemplo, Cecilia Marogna (la dama del cardenal, le llaman) recibió más de medio millón de euros supuestamente para facilitar la liberación de una monja secuestrada en Mali. El cardenal había autorizado este pago cuando él era un alto cargo vaticano. La señora Marogna, en vez de liberar a una secuestrada, se compró ropa de Gucci y Prada, y lo argumenta con serenidad explicando que eran objetos necesarios y complementos adecuados que necesitaba para negociar con personas "de alto nivel" para lograr frutos diplomáticos y ayudar a las nunciaturas del mundo.

El papa Francisco se está distanciando de forma sideral de los corruptos que descubre

Los abogados del cardenal tildan "de absurda" la acusación a Becciu y, a pesar de respetar la sentencia, aseguran que el cardenal es inocente. La Wikipedia ya se ha apresurado a definirlo como "sacerdote y diplomático italiano, delincuente convicto". El cardenal Becciu ahora tiene 75 años, y nació en una ciudad denominada Pattada, en Italia. Una buena patada le ha conferido ahora la justicia vaticana, que, desde los escándalos contra Ratzinger, no había protagonizado un revuelo parecido ni un juicio tan largo.

El papa Francisco se está distanciando de forma sideral de los corruptos que descubre. Tiene más. Sin embargo, por suerte, también está acompañado de jueces que hacen su trabajo y de asesores que le van diciendo cómo está el mundo. Mientras sus tribunales están ocupados con estos temas tan poco espirituales, la Doctrina de la Fe ha publicado Fiducia Supplicans, un documento que abre la posibilidad a las "parejas en situaciones irregulares" y parejas homosexuales a recibir bendiciones. Bajo el belén y el árbol de Navidad en la plaza de San Pedro, las cosas se mueven.