Me gustaría —y encontraría adecuado— que, más allá de algún guiño esporádico que le hemos podido detectar recientemente en "El matí de Catalunya Ràdio" (con motivo de Sant Jordi), también la televisión pública de Catalunya —y por qué no, algún otro medio privado— mirara más a menudo hacia el este y tuviera corresponsalía fija en L'Alguer (como la tienen en Perpinyà, el País Valencià o Balears) y que, asimismo, en los mapas del tiempo apareciera este rincón de isla sarda catalanohablante. El país entero es esto y, más allá de cuestiones presupuestarias, convendría también una mayor y mejor conciencia nacional para evitar la desconexión.

Algunos dirán que ahí no se generan suficientes noticias que lo justifiquen, pero, como sucede con, por ejemplo, el transporte público, el uso va ligado a la oferta: el índice de viajeros en tren irá ligado a las frecuencias y la calidad del servicio. Donde no hay vías, ni puntualidad, no puede haber usuarios. Si no hay medios que lo puedan contar, los acontecimientos parece que no hayan existido. Es aquello del huevo o la gallina, que quien no quiere hacer algo encuentra una excusa y quien la quiere hacer, busca una solución. Porque actividad la hay: la que generan las entidades Obra Cultural de l'Alguer o Plataforma per la Llengua, la que cantan Franca Masu, Claudio Gabriel Sanna y Davide Casu, o la que escriben Marcel A. Farinelli, Carla Valentino y Antoni Canu, entre muchos otros.

En L'Alguer, conocida como la Barceloneta de Cerdeña, la Generalitat de Catalunya abrió una oficina —a modo de pequeña embajada— en el año 2009, hace justo 15 años. La de Perpinyà había empezado a funcionar seis años antes (en 2003) y, además, la ciudad norcatalana contaba también con corresponsalía de TV3, con Pere Condonyan como cara visible, explicando la inestimable tarea de Angelets de la Terra, La Bressola, l'USAP o Ràdio Arrels. Tras una década de paréntesis y abandono, hace poco la capital rosellonesa ha recuperado esta delegación de los medios públicos, de la mano de Laura Bertran. Cuando oficina de exteriores y corresponsalía van de la mano, el país crece y se afianza. L'Alguer cuenta con oficina, pero la corporación de medios audiovisuales no tiene presencia estable ahí. Una carencia que habría que reparar.

Haría falta voluntad política para abrir una corresponsalía fija en L'Alguer y para situar esta ciudad catalanohablante de Cerdeña en el mapa del tiempo de Televisió de Catalunya. El país entero también es esto.

También, desde sus inicios y muy acertadamente, el mapa meteorológico de TV3 ha mostrado la previsión del tiempo en todos los territorios de habla catalana. Así, podemos ver iconos de soles y nubes estampados en Catalunya y Aran, el País Valencià, las Balears, Catalunya Nord, la Franja de Ponent y Andorra. Nuevamente, echamos en falta L'Alguer para tener dibujado todo el dominio lingüístico. Solo habría que añadir un pequeño recuadro abajo a la derecha (como cuando las Españas enmarcan las Canarias), como ya hacía el famoso mapa de los Països Catalans impulsado en la década de los sesenta por el librero y activista Joan Ballester y elaborado por el cartógrafo Antoni Bescós.

Quizás con una mayor conciencia nacional y una presencia más arraigada y constante, evitaríamos algunos errores, confusiones y ausencias que se han producido en los últimos tiempos, como el seguimiento de la detención del MHP Puigdemont en septiembre de 2021 (que tuvo desubicada a la mayoría de periodistas destinados a L'Alguer a toda prisa), o el trato condescendiente e ignorante de guionistas y presentadores hacia Julien, el concursante de "Eufòria", originario de Banyuls de la Marenda, a quien siempre se dirigen diciendo "y en Francia...", comentario al que él siempre responde, con paciencia, educación y cierto tono de reivindicación, diciendo "en la Catalunya Nord...",

En los últimos quince años, hay que decirlo, figuras como la Institució de les Lletres Catalanes, el digital Vilaweb, la revista El Temps o el Festival Barnasants han creído en L'Alguer y han acercado e intercambiado cultura (el ciclo 'Poesia als Parcs', de la Diputación de Barcelona, es un buen ejemplo). Con todo, no es suficiente y debería subirse la apuesta por parte de aquellas instituciones que tienen la responsabilidad y la capacidad para hacerlo. Si en 1960, en pleno franquismo, Pere Català i Roca pudo fletar un barco en L'Alguer con 150 personas del mundo cultural y social, en un viaje que se conoció como "El Retrobament", qué no se podría hacer ahora, con más medios, voluntad y recursos.

El Tratado de los Pirineos y la guerra de Sucesión, hace unos cuantos siglos, fijaron fronteras con los estados francés y castellano (incluída la parte italiana de la Corona catalano-aragonesa) sin tener en cuenta las isoglosas de una lengua que, a pesar de todo, resiste y nos une. Ahora los altavoces de los medios de comunicación —sobre todo los públicos— tendrían que ayudar a revertir, en parte, esta anomalía y contribuir a tejer sinergias más allá de las líneas del mapa político y de iniciativas puntuales y particulares. En el escudo de L'Alguer hay un coral rojo sobre unos arrecifes y bajo las cuatro barras. Ese mismo Coral romput  del gran Vicent Andrés Estellés, que tiene por bandera los mismos colores de esta amable y pequeña patria. Esa que Pere Quart soñaba completa.