Luis Scola lideró la selección argentina de baloncesto que ha ganado la plata en el Mundial de China. Ya tiene 39 años, pero sigue dando un rendimiento envidiable en la franja de los 40 años, lo que da envidia a los que vemos como hay presidentes de países con treinta y tantos, como Sebastian Kurz de Austria. Preguntado por la diferencia entre Messi y Maradona, Scola dijo que lo mejor de la pulga es que Messi no se tira. Le pegan patadas y sigue corriendo. "La cultura de la viveza, de la media trampa, de los huevos, de ganar con la camiseta, es un ancla para nosotros como deportistas y como país", dice el exjugador del Baskonia. El deporte como reflejo de la sociedad. Alguien que se rebela contra la Mano de Dios. Una analogía de lo que frena a Argentina como país. El camino es el esfuerzo y la perseverancia. Del no hay atajos. Me parece una gran lección para el deporte, la vida y la sociedad. Nos tenemos que gustar. También políticamente.

Cuando las cosas han ido bien, ha sido cuando el Barça ha hecho camisetas que hablaban del valor de tener valores, porque se transmitían

Pongo otro ejemplo. Se está jugando el Mundial de Rugby en Japón. Ayer los All Blacks arrasaron a Canadá 63 a 0. Cuando los ingleses llevaron el rugby a Nueva Zelanda descubrieron pronto que los maoríes les pasarían la mano por la cara. Son los mejores del mundo. Pero la selección de Nueva Zelanda ha pasado malas rachas. La última la explica Fermín de la Calle en el libro Con fina desobediencia. Ahora voy. Antes un paréntesis. El libro se llama Con fina desobediencia porque habla del mito de la fundación del rugby, en la universidad del mismo nombre, cuando en 1823 William Webb Ellis cogió el balón con las manos y, "con fina desobediencia de las reglas del fútbol", se puso a correr marcando un gol y originando el juego del rugby. Y así, "con fina desobediencia", nació otra cosa. Cierro el paréntesis ―que no lo es tanto― y vuelvo a los All Blacks. En otro momento del libro, Fermín de la Calle describe una escena del vestuario de la selección kiwi. "En un rincón Andrew Hore, 35 años y 88 caps con Nueva Zelanda, se retorcía bajo un armario tratando de recoger un rollo de esparadrapo vacío. Frente a él, mopa en mano, Richie McCaw y Keven Mealamu, daban la última pasada al vestuario". Y sigue. Cuando a McCaw, todo un mito del rugby, le preguntan qué hace, dice: "Deja las cosas como las has encontrado". Efectivamente, los All Blacks tuvieron una crisis resultados, hasta que entre directivos, entrenadores y jugadores decidieron cambiar la cultura del equipo hacia la humildad, hacia hacer las cosas bien, hacia ser mejores personas. Había un equipo disfuncional y hubo un pacto, de todos, para dejar de serlo. Y volvieron a ganar. Se gobernaron bien y volvieron a ganar.

La escena me ha recordado a la fiesta de Halloween del Barça en Getafe hace 4 años. Dejaron el vestuario visitante hecho un trapo. Ese año ganaron la Champions y nunca más. Y, justamente, en Getafe hemos vuelto a debatir sobre quién manda. Seguro que el vestuario debe mejorar, seguro que tiene que mejorar la directiva y seguro también que no es necesario que el Col·legi de Periodistes haga un comunicado, porque hay casos bastante peores que la crítica de Piqué. Pero cuando las cosas han ido bien, ha sido cuando el Barça ha hecho camisetas que hablaban del valor de tener valores, porque se transmitían, y cuando lo que hacían los demás daba igual porque el trabajo bien hecho no tiene fronteras ni tiene rival. Ah, y el martes hizo dos años del 1 de octubre, de la violencia policial que todavía estamos esperando que el jefe de estado condene. Fue el día que en Barcelona se jugó un partido de fútbol. A puerta cerrada. No se tenía que haber jugado. Pero quien mandaba no mandaba suficiente. No hubo liderazgo y la solución no gustó a nadie.

Seguir con perseverancia aunque te peguen, no hacer trampa, fina desobediencia, buen gobierno, pacto y liderazgo. No ha quedado una mala analogía, ¿no?