Sin lugar a dudas el coronavirus provocará cambios políticos de ámbito global, nacional y local. Para empezar, se desconvocarán las elecciones en Galicia y el País Vasco. El cambio de fecha ya supone una alteración del proceso que afectará el resultado. Pero se celebren cuando se celebren la pandemia del coronavirus tendrá una influencia determinante en el comportamiento de los electores. Con todo el respeto por vascos y gallegos, su contratiempo no será más que un ínfima parte del estrépito que vendrá a nivel global. Italia ya ha tenido que suspender el referéndum constitucional que estaba convocado para el 29 de marzo. Boris Johnson ha aplazado las elecciones municipales en Inglaterra. El presidente Macron se ha negado a suspender las municipales en Francia que se celebrarán en una situación sin precedentes, con la gente lavándose las manos antes y después de votar y dando prioridad a las personas mayores que se atrevan a ir a los coegios electorales. Veremos qué pasa también con las elecciones previstas en Polonia y, last but not least, qué sacudida producirá la pandemia en un año electoral en Estados Unidos. Los efectos de la crisis sanitaria alterarán profundamente las elecciones, las políticas gubernamentales y las actitudes de los ciudadanos aquí y en todo el planeta provocando cambios de paradigma de un alcance ahora mismo imprevisible.

De entrada, la pandemia cambia las prioridades políticas de los gobiernos. Todo el mundo entiende que la salud es lo primero, así que los poderes públicos no deben reparar en gastos que no estaban previstos ni presupuestados. Al mismo tiempo tendrán que hacer frente al cataclismo económico que está provocando la pandemia. Y todo tiene consecuencias políticas. Hagan lo que hagan, la situación modificará sustancialmente el comportamiento político de la ciudadanía. La gestión de la crisis supondrá un test de estrés para todos los gobiernos del mundo.

Los efectos de la pandemia alterarán profundamente las elecciones, los calendarios, las políticas gubernamentales y el comportamiento de los electores aquí y en todo el planeta provocando cambios de paradigma de un alcance ahora mismo imprevisible

Sin ir más lejos, siguiendo con el ejemplo de vascos y gallegos, es obvio que, sean cuando sean los comicios, la participación electoral no será la misma. Mucha gente desistirá de ir a votar y los que vayan lo harán motivados principalmente según como les afecten o hayan afectado las consecuencias de la pandemia y sus secuelas sociales y económicas. El presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo ha hecho lo imposible por aplazar los comicios porque necesitando como necesita la mayoría absoluta para poder gobernar, una abstención elevada, especialmente en su feudo de gente mayor, lo podría llevar a la derrota.

Esto de Galicia vale para todos. Pedro Sánchez ha insistido en que los presupuestos del Estado son más urgentes que nunca y Ciudadanos ya ha aprovechado para ofrecerse a apoyar unas cuentas de emergencia. Ni que decir tiene que esto conllevaría un cambio de mayoría parlamentaria en la que no parece que Sánchez esté muy interesado. Sin embargo, no se puede descartar que, a corto o medio plazo, las circunstancias excepcionales le fuercen a aceptarlo, con lo cual, los aliados del Ejecutivo socialista como ERC también se verían obligados a revisar su estrategia y la legislatura cambiaría la hoja de ruta.

En Catalunya, la suspensión de la actividad parlamentaria aplaza la aprobación de los presupuestos. En todo caso, suponiendo que se aprueben a corto plazo, difícilmente el presidente Torra convocará las elecciones en plena crisis sanitaria. Ahora sí se ve difícil celebrar los comicios antes del verano. Además, la pandemia ha monopolizado y continuará monopolizando la atención de los medios y el interés de la ciudadanía, con lo que cualquier otro debate, también la cuestión soberanista, ha quedado relegado. Así que sin saber cuándo ni cómo serán las elecciones, serán unos comicios en circunstancias muy diferentes y con una participación probablemente muy inferior, con lo que nadie puede hacer pronósticos de ningún tipo, salvo que nada será como antes.

Veremos qué pasa en la Unión Europea. La pandemia del coronavirus marcará un antes y un después del proyecto europeísta, dado que como institución no ha servido para nada. Al estallar la crisis, cada estado miembro ha actuado por su cuenta, incluso perjudicándose unos a otros en algo tan básico como la distribución de mascarillas. ¡Ha tenido que ser China quien ha contrarrestado la insolidaridad europea!

 

La pandemia ha monopolizado y continuará monopolizando la atención de los medios y el interés de la ciudadanía, con lo que cualquier otro debate, también la cuestión soberanista, ha quedado relegado 

Y el gran cataclismo político se puede producir en Estados Unidos. Donald Trump optó primero por minimizar la crisis en un país con 27 millones de personas sin seguro médico. Sin embargo Trump se ha dado cuenta de su error y ha rectificado rápidamente para ponerse al frente de la emergencia. Con todo, nadie sabe con certeza cuánta gente está infectada. Con una población de 327 millones, hasta el viernes sólo se habían confirmado 1.600 casos, menos de la mitad que en España, pero varias voces científicas ponen en cuestión las cifras oficiales. La campaña electoral será muy diferente de la prevista por los candidatos. Joe Biden ya hace los mítines y la recaudación de fondos por videoconferencia. Hoy domingo hay debate cara a cara entre Joe Biden y Bernie Sanders que finalmente se hará en Washington DC sin público y han tenido que relevar a uno de los moderadores porque había estado expuesto al virus. ¿De qué hablarán?

A Trump le preocupa principalmente que la economía no caiga, pero las bolsas se han hundido como no había pasado en tres décadas, industrias multinacionales han tenido que parar la producción por problemas de suministro y fábricas y compañías aéreas han comenzado a hacer despidos en masa... La victoria de Trump, teniendo en cuenta la división de los demócratas estaba cantada, pero de aquí a noviembre puede pasar de todo.

Según los matemáticos, un pequeño cambio en las condiciones iniciales de un sistema da lugar a una evolución posterior muy diferente. Es la teoría del caos. Todos los grandes cambios vienen precedidos por el caos, sostiene el médico y filósofo indio Deepak Chopra y Einstein ya advirtió que "sólo los genios" son capaces de gestionar el caos, porque "el orden es para los idiotas". La cuestión es ¿de dónde vamos a sacar los genios?