El despecho que genera constatar cómo los discursos españolistas —declamados por bocas extranjeras, también— son cada vez más homogéneos es inversamente proporcional a los medios políticos que la catalanidad tiene al alcance y utiliza para revertirlo. No hay nadie con representación política a quien eso parezca importarle más que cualquier enmienda de papeleo que se vota en el Parlament. O sí, pero a la hora de la verdad, todo el mundo utiliza las proclamas sentimentales catalanófilas para apuntalar otros discursos. Más que ser el núcleo de la conversación política —como sí que lo es fuera de la política estrictamente de partidos—, la lengua es una medalla más que hace de identificador nacional. La sensación, sin embargo, es que ninguno de los partidos que a priori se hacen llamar independentistas, o ninguno de los que de una manera teatral velan la lengua, tiene un plan radical que consista en alguna cosa más que en anunciar inversiones económicas —pactadas o incentivadas por el PSC— como si con pasta se pudiera parar la castellanización asoladora que supone pertenecer al Estado español.

El catalán y los catalanes estamos cerca del punto de no retorno, y con pelas no es suficiente. Todo son planes de choque y marketing inflamado, pero fuera de los despachos, la política no está a la altura de la respuesta severa que el panorama lingüístico reclama. La política va por una parte, y el país va por otra. Con el país pacificado, no queda nadie dispuesto a tomar medidas con resultados tangibles. Todo se hace por la vía de la bondad y los discursos integradores. Todo se hace sin querer parecer vete a saber qué y sin querer volver a vete a saber dónde, y cuando uno piensa el país desde el temor, las respuestas políticas que tendrían que ser de confrontación y de autocentrado nacional son siempre blandas. En este escenario, el PSC se encuentra atrapado por las circunstancias: el país todavía es lo bastante fuerte —o todavía no está lo bastante moribundo— como para poder ignorar completamente el conflicto en cuestión. Todavía no pueden hacer política como si los catalanes no existiéramos, y por eso alargan la comedia a golpe de talonario.

Todo se hace sin querer parecer vete a saber qué y sin querer volver a vete a saber dónde, y cuando uno piensa el país desde el temor, las respuestas políticas que tendrían que ser de confrontación y de autocentrado nacional son siempre blandas

Ahora el Ayuntamiento de Barcelona tiene una comisionada de Uso Social del Catalán en la ciudad, porque transitar los tiempos intermedios hasta la regionalización total del país, hasta la Catalunya descatalanizada de los diez millones, es más fácil cuando tienes chiringuitos que contribuyen a ello. Harán vídeos con influenciadores, ¿sabéis? No se puede esperar gran cosa de quien ha sido directora de Radio Primavera sound, un medio que ha contribuido y contribuye a la bilingüización del país y, por lo tanto, engorda el marco cultural que normaliza la diglosia. No se puede esperar gran cosa de ningún tipo de medida vacía y sobreactuada que tome el PSC, porque la catalanofobia y la minorización son tan obvias que hay que haber vivido mucho tiempo en Marte para pensar que bastará con chiringuitos. Pero los chiringuitos sirven para tejer un ambiente político y cultural que haga de sordina del conflicto. Y para premiar a quien, por acción o por omisión, trabaja a favor del modelo de país que anhela al PSC.

Los socialistas todavía no tienen el país que quieren, pero regarán con dinero y con premios, beneficiarán con pelas o con prestigio público a todos a aquellos que remen a favor del destino al que quieren llegar. Y lo harán modulando el discurso y maquillando la fachada con consejerías lingüísticas para que, de momento, su posición política e institucional parezca mínimamente aceptable a la parte de la clase política que se niega a aceptar la crudeza de la situación. En la parte de la clase política que se niega a ver al PSC como una fuerza política netamente españolista, quiero decir. Ahora hacen equilibrios con el Pacte per la Lengua o con la directora de Radio Primavera Sound porque necesitan tiempo. Porque todavía necesitan parecer moderados. Porque necesitan que la demografía y los poderes del Estado español les hagan el trabajo sucio mientras ellos, cínicamente, se miran la lengua con ademán preocupado. En este país en transición hacia la regionalización total —una regionalización estrechamente ligada a la lengua—, los premios, los éxitos laborales que de alguna manera dependen de la cosa pública o el espacio mediático siempre caen del lado de quien, por acción o por omisión, favorece, valida y atiborra la comedia del PSC.