Ahora para impedir un gobierno de la capital de Catalunya con Trias y Maragall. Segunda embestida consecutiva contra los republicanos. La malevolencia de la alcaldesa y su entorno contra Maragall y los republicanos es proporcional a su servidumbre a las élites de la ciudad. Nos engañó sin manías al común de los mortales en 2019 cuando afirmaba que nunca sería alcaldesa con los votos de "la peor derecha de la ciudad". Y ahora ha vuelto con un nuevo cuento: en ningún concepto habría investidura de la mano del PP emulando a Valls.

Colau participó en un cordón sanitario contra Ernest Maragall. Todo para ser alcaldesa. Podía haber sido primera teniente de alcaldía del primer gobierno de Barcelona de izquierdas y soberanista. Pero prefirió ser la alcaldesa de un gobierno que Collboni ungió con Ciudadanos. Allí vendió todos sus principios. Una vez ya los has manoseado, la segunda vez debe ser más fácil. Colau le ha cogido gusto a saltarse todo compromiso a discreción. Y a participar en pactos con aquella derecha que dice detestar. Pero con quien insiste en pactar exhibiendo una especie de superioridad moral aleccionadora que no es más que una impostada huida hacia adelante.

Trias no es más de derechas que Collboni. Y está claramente a la izquierda del PP. De todas las opciones posibles, Colau ha escogido la más españolista. Y la preferida en las plantas superiores de la Diagonal. Y esta es una verdad como un templo. Del mismo modo que en 2019 impidió con nocturnidad y premeditación la opción más de izquierdas y soberanista.

Los herederos del 15-M han acabado por alinearse al lado de todo aquello que decían rechazar, teledirigidos por Collboni, que ha gestionado todos los acuerdos con las derechas de la ciudad

Colau ha escogido al candidato preferido por el triunvirato fáctico (financiero, mediático y empresarial) de la ciudad que dos semanas después de las elecciones exigía a Trias que pactara con Collboni. Es cierto que esta también era la apuesta del convergente Batet. Pero no ha sido la de Trias, al menos no de entrada. Y en ningún caso la de Maragall, a pesar de la propaganda patriótica manida que decía que Maragall pactaría con Collboni. Todo una farsa interesada.

Es verdad que este triunvirato no veía con malos ojos la alcaldía de Trias. Pero nunca con Maragall. Se sentían infinitamente más cómodos con Collboni, el hombre de las bambalinas, el socio preferente de Colau para todo y por encima de todo.

Trias y Maragall pactaron con más o menos acierto. Pero con luz y taquígrafos. A ojos de todo el mundo. En cambio, el pacto de Colau no solo ha sido opaco y liante, sino que de tan inconfesable la ha llevado a decir que no sabía nada. Es una infamia, un todo vale.

Colau nos ha engatusado en todo momento. Y lo ha hecho hasta el último momento negando incluso saber qué haría con sus votos el PP. Mentira tras mentira. No es que la verdad tenga que ser patrimonio de la izquierda. Pero lo que seguro que no tendría que ser un intangible es tanta mentira, tan seguida y tan sentida. El pacto con el PP se ungió en Madrid con su asentimiento, impulsado por las direcciones del PSOE, PP y Sumar.

Los votos de los de Colau tampoco han sido gratis. Enésima mentira. Colau y su equipo volverán al gobierno de Barcelona después del 23 de julio. Más pronto que tarde. Algunos, cargos de confianza, ni siquiera ahora dejarán el gobierno. Es parte del pacto. Y en pocos meses, volverán todos al gobierno de Collboni, por la puerta de delante o por la puerta de detrás.

Los herederos del 15-M han acabado por alinearse al lado de todo aquello que decían rechazar, teledirigidos por Collboni, que ha gestionado todos los acuerdos con las derechas de la ciudad (ya solo falta Vox) y actuando siempre con la connivencia de los que han controlado la política y la ciudad desde las atalayas.

Si Colau escuchó la intervención de Maragall en el pleno, seguro que en el fondo de un corazón que un día fue noble pensó: "Qué lección de dignidad".