Poquísimas semanas antes de las elecciones municipales en Barcelona, las alternativas a Ada Colau se han desinflado con una falta de vigor alarmante. Xavier Trias se pensó que ganaría la alcaldía como el Espíritu Santo, mediante un simple acto de presencia, gracias a su talante afable de médico de familia y con la ayuda de La Vanguardia. Jaume Collboni creía que su condición de virrey de Pedro Sánchez en la capital de Catalunya le bastaría para alcanzar todo aquello que los antiguos alcaldes socialistas consiguieron con carisma, ambición y esfuerzo (cualidad, esta última, que Jaume no tiene ni tendrá nunca, pues compite meritoriamente para llegar al trono del político más vago del país). No hay que hablar del pobre Ernest Maragall, quien solo ha conseguido levantar un poco el vuelo de la sombra por obra y gracia de unos cartelitos que insultaban a su maravilloso hermano. Qué trío de ineptos, qué podio de tarugos.

El lector sabe de sobras que aquello que los cursis denominan "el modelo de ciudad" de Colau no es lo mío y que los cojones del alma se me hinchan bastante ante la perspectiva de tener una alcaldesa tan española como ella. Pero antes que la ideología y el programa electoral, en casa respetamos a los políticos valientes, de raza y tozudez. Y Colau resiste ejemplarmente, no solo porque las semanas de precampaña estén manifestando que se enfrenta a tres hombres en perpetua hibernación, dos jubilados que ya han hecho (y cobrado) todo lo posible en el mundo de la política y otro, pobrecito mío, a quien no le hemos conocido ninguna idea brillante. Si las élites de la ciudad solo pueden fabricar este terceto de maniquíes para gobernar la capital del país, y si los argumentos que presentan solo se basan en echar a la actual inquilina, es que todavía no han entendido que para ganar a Ada se necesita mucho más.

Todos la dan por muerta, cuando los moribundos son ellos. Todos la han enterrado antes de tiempo, y Colau resiste

No me extraña que, ante esta patética operación de la burguesía barcelonesa con estos tres candidatos de auténtica pacotilla, la base electoral de los comuns se mantenga robusta como el falo de un adolescente. Si el sistema solo puede ofrecer estas alternativas, hijita mía, pues casi que incluso en el Eixample nos acabaremos dejando las piernas sin depilar, mientras cantamos La Internacional. Estas últimas semanas, mientras Trias, Maragall y Collboni pasaban el día en comiditas de amiguis en sus insufribles restaurantes favoritos de Barcelona, Ada ha estado pateándose la ciudad como una loca para fortificar su base electoral. Mientras Colau reconquista escuelas públicas en Sant Felip Neri y revuelve la coctelera de la obra pública para cantar bingo antes de la campaña, al trío calavera todavía no le hemos escuchado una sola propuesta económica para devolver la prosperidad a los ciudadanos.

Hace muy pocos días, pude coincidir con la alcaldesa en el palco del Camp Nou. Ada sabe cómo la he llegado a estrujar (verbalmente) y es bien consciente de cómo detesto esta ciudad sucursal de los españoles que nos ha hecho tragarnos durante casi ocho años. Pero eso no es ningún obstáculo para que habláramos bien pocos segundos y, ante los insultos que dirigí a sus futuros rivales por la alcaldía, sonriera con una gracia de esbelta inteligencia, irradiando una fuerza todavía envidiable. Su ciudad no es la mía, lo repetiré hasta la náusea, pero cuando habla de su credo, te la tienes que escuchar y no puedes dejar de admirar su gallardía. Todo eso resulta todavía más respetable si se compara con los yayos del independentismo en la ciudad y el absentismo permanente del cabeza de lista del PSC. Todos la dan por muerta, cuando los moribundos son ellos. Todos la han enterrado antes de tiempo, y Colau resiste.

A mí me dan lo mismo los resultados en la capital, pues soy un miembro activo del partido de la abstención. Pero si alguien quiere un cambio de alcaldesa en Barcelona, y si todavía les queda una sola neurona a los tres partidos que se oponen, habría que despertar a los abuelos y al vividor para ponerlos a trabajar un poco. Mira que soy poco de Ada, pero estáis consiguiendo que cada día me caiga mejor. Burros.