La decisión de la alcaldesa Ada Colau de suspender unilateralmente el hermanamiento con la ciudad de Tel Aviv es muy significativa porque simboliza la frivolidad y el autoritarismo que ha caracterizado buena parte de su mandato. Es una frivolidad porque desprecia las consecuencias negativas para Barcelona y es autoritaria porque lo ha hecho, como en tantas otras iniciativas, imponiendo sus intereses particulares en contra de la mayoría democráticamente expresada.

Polarizando la opinión pública como hacía el PP, Colau sabe que se queda una mitad entera y la otra mitad se la tienen que repartir media docena de contrincantes enfrentados entre ellos

La hermandad entre ciudades es una práctica frecuente para impulsar las relaciones de cooperación, culturales, comerciales, de intercambio tecnológico y de todo tipo que suelen contribuir a la paz y a la solidaridad entre los pueblos... Es una diplomacia de segundo nivel que impulsó con inteligencia el alcalde Maragall y que solo ha dado frutos positivos para la ciudad hasta convertir la capital catalana en referencia, especialmente en momentos difíciles como cuando el conflicto de los Balcanes. Este liderazgo barcelonés se confirmó al situar en Barcelona la sede de la Unión por el Mediterráneo, con presencia diplomática de más de cuarenta países de las dos riberas del Mare Nostrum, que ahora la alcaldesa pone en riesgo excitando el conflicto. La prensa internacional se ha hecho eco inmediatamente sorprendida y estupefacta de que una ciudad del prestigio de Barcelona con una trayectoria tan ejemplar caiga de repente tan bajo. Ya se sabe que el prestigio cuesta mucho de ganar y muy poco de perder. Muchos esfuerzos de muchos años se han aniquilado. Ni siquiera se puede descartar tampoco una componente de ignorancia en la ruptura con la ciudad de Tel Aviv, precisamente un foco principal de resistencia contra el fundamentalismo practicante del Gobierno Netanyahu.

La suspensión de la hermandad de Barcelona con la ciudad de Tel Aviv simboliza la frivolidad y el autoritarismo que ha caracterizado el mandato de la alcaldesa

Pero hay que ir más allá. No es la primera vez que el gobierno municipal de Ada Colau impone su voluntad contra la mayoría, incluso sorteando la ley. Buena parte de las transformaciones urbanísticas también se han hecho en contra de la mayoría y los vecinos fraccionando deliberadamente un proyecto global de ciudad, a base de tramitar como obras de menor envergadura lo que en realidad requeriría una revisión del Pla General Metropolità. Apropiándose indebidamente de la bandera del ecologismo, la lucha contra el cambio climático y la contaminación se ha propiciado la gentrifricación, se ha contribuido a que se dispare como nunca el precio de la vivienda y del alquiler y se ha aplicado tan mal la persecución de la movilidad en vehículos de motor que la contaminación ha aumentado en vez de disminuir. Eso sí, gracias a la alcaldesa Barcelona no tendrá un hotel de la cadena Four Seasons. En vez de eso, unos particulares disfrutarán de unos magníficos apartamentos de lujo valorados en millones de euros que serán la envidia de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Es un fenómeno de la ciencia política conseguir sistemáticamente lo contrario de los objetivos fijados al menos publicitariamente, pero lo más grave son las consecuencias, en tantos casos irreversibles. Y hay que interpelar a los grupos políticos que habiendo podido impedirlo han preferido mirar hacia otro lado instalados cómodamente en las dependencias municipales y ahora que vienen elecciones se apresuran a desmarcarse.

Es un fenómeno de la ciencia política conseguir sistemáticamente lo contrario de los objetivos fijados al menos publicitariamente

Se ha acusado ahora a la alcaldesa de practicar el antisemitismo en la suspensión de la hermandad con Tel Aviv, pero la iniciativa en sentido estricto no tiene tanta profundidad. Lo más triste de todo es que se trata de generar una polémica artificial para sacar rendimiento.. La intención de Colau es recaudar los votos de los 4.000 firmantes de la plataforma antiisraelí que se ha movilizado no espontáneamente. Las encuestas prevén para la batalla electoral de Barcelona unos resultados muy ajustados. Colau ganó a Trias en 2015 por una diferencia de 17.000 votos, resultado en buena parte determinado por la guerra sucia soltada desde la caverna española contra el candidato Trias que la candidatura de Colau aprovechó tanto como pudo. Y en 2019 Colau perdió las elecciones ante Ernest Maragall por una diferencia de 4.696 votos (y pudo seguir gobernando por el acuerdo con Ciudadanos con quienes juró y perjuró que nunca pactaría). Ahora, Colau solo continuará como alcaldesa si consigue un voto más que el más votado del resto de candidatos. Asistiremos pues, de aquí al mes de mayo, a una recaudación desesperada de votos docena a docena sin medir las consecuencias que pueda tener para la ciudad. Por la misma razón la alcaldesa hace declaraciones buscando segmentos de mercado. Ahora se declara princesa de los taxistas, dice sin que nadie le pregunte que es bisexual, o que votaría "no" en un referéndum sobre la independencia, cuando el 1-O dijo que había votado "sí". La "nueva política" que Colau anunció al inicio de su mandato se parece a la táctica practicada tantas veces por el Partido Popular. Consiste en polarizar la opinión pública. Polarizando, Colau sabe que se queda una mitad entera y la otra mitad se la tienen que repartir media docena de contrincantes enfrentados entre ellos. Maquiavelo le daría un premio y Sun Tzu, otro.