El anticolauismo cotiza al alza a mayor gloria de Ada Colau. La estampida de Collboni evidencia hasta qué punto. Él, precisamente él. El artífice del pacto antimaragall que casi todo el mundo aplaudió con las orejas. En su día, las fuerzas vivas más reaccionarias de la ciudad lo tuvieron claro. Los que habían levantado la bandera de Manuel Valls —aclamado en su día por Círculo Ecuestre— fueron los mismos que la entronizaron. Era aquello del antes roja que rota.

En estas elecciones el escogido para confrontar el Colauismo es Xavier Trias. Y el resultado, de entrada, es que Colau ha reavivado. Collboni se las prometía felices, convencido como estaba de que Colau no tenía opciones y que se lo jugaba todo contra Ernest Maragall. Pues, no Jaume. Eso sí, podrás volver a escoger entre Colau o Trias. Y remover con un bastón las aportaciones de Sirera para ver cómo se suma hasta 21.

En estas elecciones el escogido para confrontar el Colauismo es Xavier Trias. Y el resultado, de entrada, es que Colau ha reavivado

La polarización acentúa las opciones de Trias y Colau. Y a más polarización, más. Con Collboni sufriendo por no descolgarse y enarbolando la bandera del anticolauismo después de haberla hecho alcaldesa repetidamente. Y de haber gobernado con ella, a su lado, durante cerca de siete años. Podrían haber sido ocho. No por esta oportunista deserción de última hora sino porque Colau lo echo a la calle por el 155.

Lo cierto es que Colau es ahora más fuerte que hace un año. Lo tiene ahora mejor para ganar las elecciones que hace un año. Y con respecto a Xavier Trias hay que decir que Ada Colau ya lo derrotó y que le tiene tomada la medida. Es su adversario ideal. Lo venció contra las encuestas en el 2015. Colau sumó más de 176.000 votos. Trias, 158.000. En el 2019, Maragall hizo más de 160.000 luciendo ufano las siglas republicanas. Colau sumó menos que Trias el 2015. I Junts, entonces sí, Junts, con Elsa Artadi, se metió una castaña histórica.

Tampoco se puede decir que ganar sea determinante. Bien, siendo rigurosos, lo había sido siempre en Barcelona excepto cuando ganó Maragall. Y una vez se ha abierto la veda es obvio que podremos volver a ver alianzas esperpénticas en la capital de Catalunya. Al menos a priori. Como a la que recurrió la derrotada Colau ante el victorioso Maragall. Si alguien podría haber enarbolado la bandera del anticolauismo, con toda razón y legitimidad, es Ernest Maragall. No lo ha hecho.

Si alguien podría haber enarbolado la bandera del anticolauismo, con toda razón y legitimidad, es Ernest Maragall. No lo ha hecho

Quien sabe bastante bien que casi todo es posible —y no deja de repetirlo como un aviso a navegantes— es Daniel Sirera, repescado por el PP para suplir al desdichado Bou. Sus candidatos son Collboni y un Trias que esconde las siglas —y todo lo que representan— tanto como puede. Y que al mismo tiempo huye del lawfare como de la peste. No oiremos decir a Trias que no quiere los votos del PP para la investidura. O que no pactará con el PSC. Lo que pueda decir Colau da lo mismo. Porque ya sabemos que para ser investida alcaldesa todos los votos son bienvenidos.