El documental de David Trueba sobre Jordi Pujol es la mejor prueba que si hay una organización criminal y mafiosa en España es el Estado. El psicodrama racista de Trueba no solo es una venganza de las élites castellanas contra la familia del expresident, sino que también es un intento de reflotar el discurso del PSC sobre Catalunya por la vía de la extorsión. Se trata de volver a pintar a los catalanes de cobardes y de corruptos, como en los mejores tiempos del franquismo.

Cualquiera que piense un poco estará de acuerdo que sería impensable que la familia de Felipe González, o de José María Aznar, o de Manuel Fraga, o de Adolfo Suárez o incluso de Franco, fueran jamás expuestas a un juicio paralelo como el que ha sufrido y sufre la familia de Pujol. También es impensable que un ataque tan bajo se pudiera perpetrar abiertamente desde el mundo del PP, que es el que controla el Estado desde hace 400 años.

Dos de los grandes ausentes del panfleto fabricado por Trueba son Arcadi Espada y Albert Boadella. Los geniales fundadores de Ciudadanos han sido sustituidos por Jordi Amat, que sin el procés no habría pasado de ser otro chico de los recados catalanista, graciosamente introvertido y paticorto. Espada y Boadella están demasiado quemados para aparecer en un documental tan propagandístico. Les ha pasado un poco como a Inés Arrimadas, que cada día parece más una cenicienta descalza hablando sola en una calabaza.

Aun así, la atracción principal del documental son las vedettes del procés que se han prestado a colaborar en la persecución del expresident. Pujol siempre ha generado un resentimiento subterráneo muy marcado entre los vanidosos, porque los vanidosos prefieren hacer el ridículo a favor de España que a favor de Catalunya. De aquí que Francesc-Marc Álvaro, Pilar Rahola, Toni Soler, Miquel Sellarès, David Fernández e incluso Vicent Sanchis participen en el escarnio vestidos con sus mejores galas, e incluso hagan posturitas.

Todo el casting de Trueba me ha hecho pensar en aquel artículo que Marc Álvaro escribió el otro día lamentando que, por culpa de Casablanca, medio país lo considere un colaboracionista. Por más que Marc Álvaro recite la Wikipedia, todo el mundo me entiende muy bien cuando escribo "Régimen de Vichy". Me parece que después de las cosas que hemos vivido, todo el mundo que se mire el documental también entenderá que ninguno de los catalanes que sale puede hacerse el inocente ni dar muchas lecciones. Los invitados que participan en el documental y se avinieron a hablar en castellano sabían qué hacían y qué significaba, cuando aceptaron la invitación.

El psicodrama racista de Trueba no solo es una venganza de las élites castellanas contra la familia del expresident, sino que también es un intento de reflotar el discurso del PSC sobre Catalunya por la vía de la extorsión.

Dejando de lado a los españoles de Catalunya, que hablan de Pujol con aquel cinismo que da la impunidad del colonizador, los testigos que parecen más limpios y más tranquilos son Lluís Prenafeta y Josep Pujol Ferrusola. Prenafeta hace lo que ha hecho siempre, que es recibir las bofetadas por Pujol y mantener la comedia en marcha con la idea de frenar a los españoles y absorber el conflicto con la magia del teatro. El hijo de Pujol demuestra que es un señor tremendamente inteligente y, por cierto, muy bien educado por sus padres y abuelos.

El documental de Trueba tiene un objetivo ejemplificador y aparece en un año electoral importante para la unidad de España y para el papel de policía bueno que hacen los socialistas. Rajoy no cayó a causa de la corrupción; cayó porque había que disfrazar la ocupación de Catalunya de victoria democrática y los socialistas todavía no han perdido del todo el pedigrí antifranquista. Igual que la confesión de Pujol fue una cortina de humo y por eso nadie la puede acabar de explicar de forma solvente, el PSOE es un decorado de VOX y de las dictaduras de los siglos XIX y XX.

El Estado trata de aprovechar los despojos del procés para volver a pintar Catalunya como una especie de Frankenstein histórico irredimible, y siguiendo esta lógica, Trueba ha escarnecido la obra más popular de Antoni Gaudí para bautizar su documental, y el único testigo al que ha dejado hablar en catalán es el presidente de Andorra. Los catalanes que colaboran en su chapuza lo han hecho para salvarse o para sacar provecho de una situación que creen irresoluble. Ellos sabrán. No sé qué futuro le espera al país, pero sé qué futuro les espera a ellos.

Por más artículos que Marc Álvaro haga para disimular sus papelones, y más medallas que le cuelguen a Ramon Llull, siempre será un señor que no ha podido acabar la tesis doctoral sobre Ibáñez Escofet que se había propuesto. Los colaboradores y amigos de Casablanca, en cambio, somos todos doctores, y cuando escribimos "Régimen de Vichy" sabemos perfectamente qué decimos. Pujol intentó montar un Estado paralelo que colapsó en el 2014 y a eso Trueba y sus amigos lo llaman corrupción porque están interesados en saquearlo por razones diversas.

Viendo la pobreza intelectual de los episodios, pensaba que si queríais gobernar Catalunya como una tribu de salvajes ignorantes y asustadizos no nos tendríais que haber permitido estudiar en la universidad ni dejarnos viajar. De Trueba ya vimos, en el 2003, la adaptación aquella de Soldados de Salamina en la cual los únicos que hablaban catalán eran los viejos de Girona. Entonces los españoles y los sicarios del país también pensaban que lo tenían todo ganado y se las prometían muy felices.