El Dalai Lama de la selva, como se conoce al chamán y portavoz del pueblo yanomami, Davi Kopenava, ha estado en el Vaticano para reclamar complicidades papales en la lucha para proteger el Amazonas: "Me preocupa nuestro futuro, las próximas generaciones necesitarán la selva".

Mundialmente reconocido como defensor de la causa de su pueblo indígena, Davi Kopenawa Yanomami ha negado tener miedo del hombre blanco, pero sí que se asusta delante de "las máquinas que destruyen la tierra y derriban los árboles y crean zanjas en el suelo para llevarse los minerales. Tengo miedo de que esta minería arruine nuestras comunidades, nuestros ríos, nuestra salud, nuestra supervivencia y nuestra propia riqueza".

Ha dejado su mensaje en Europa y ha regresado a la selva, advirtiéndonos: mi causa es vuestra causa

Esta visita vaticana ha sido fundamental porque ve en el pontífice a un aliado y ha pedido que el Papa interceda ante el presidente de la República del Brasil para convencerlo de que disuada a los buscadores de oro y otros explotadores. Kopenava representa uno de los pueblos indígenas y aislados de la selva amazónica, en la frontera entre Brasil y Venezuela. Su territorio, con una extensión de unos 192.000 km², es el más grande de la Amazonia. "Querría que los blancos escucharan nuestras palabras y soñaran con lo que dicen: si las canciones de los chamanes ya no se escuchan más en la selva, los blancos no se salvarán más de lo que lo haremos nosotros". La vida está interconectada, y lo que pasa en la selva repercute en la esquina de nuestra casa. Davi se ha erigido en la voz planetaria sobre la conciencia de salvar la selva y a su gente y ha conseguido dignificar a su pueblo y evitar la destrucción de su tierra, que desde hace 25 años tiene un reconocimiento explícito como territorio por parte del gobierno brasileño. Ha luchado contra mineros de oro que invadieron su tierra los años 80. Su profética voz nos dice que el materialismo nos está engullendo, y que la codicia de los blancos viene de un consumismo excesivo del mundo industrializado y alejado de la naturaleza. El papa Francisco tiene un interés en la Amazonia y habla de ella siempre que puede, y dedicó un Sínodo de obispos específico solo a la Amazonia. Quiere que todo el mundo se preocupe por aquella tierra, porque es la tierra de todo el mundo, y pide que se luche por los derechos de los más pobres, que se preserve sin colonizar su riqueza cultural y que se haga una custodia seria de la riqueza natural. Para el Papa, un planteamiento ecológico serio es un planteamiento social que da valor a la vida de los indígenas y advierte que el conservacionismo natural solo se preocupa por el medio ambiente y olvida a las personas. El Papa clama contra la devastación ambiental en la Amazonia y se queja de que los pueblos están presionados externamente, pero también política e internamente, y cita injusticias y crímenes, devastación, corrupción y asesinatos. Para el Papa, la globalización no se puede convertir en un nuevo colonialismo con una visión consumista del ser humano que todo lo homogeneiza. Es, por lo tanto, un claro aliado de la causa de Davi Kopenawa, un hombre que ha sufrido amenazas de muerte por parte de delincuentes supuestamente en connivencia con mineros ilegales que invaden el territorio yanomami.

En Roma todo el mundo lo ha querido fotografiar con sus plumas en la cabeza, las pinturas rojas negras, y sus collares. Davi está acostumbrado a ir por el mundo y reclamar protección para la Amazonia, de las Naciones Unidas al Vaticano, pero lo que le gusta es estar con su mujer Fátima y sus 6 hijos en la comunidad, donde se dedica a hacer de chamán, o sea, de curandero y adivino. Los chamanes tienen contacto con el más allá y tienen un poder sobrenatural espiritual que les permite hacer exorcismos, curar enfermedades o hacer de oráculo y guía, según creen las personas de sus comunidades, que reverencian a estas figuras. "Ojalá tuviera la fe y el sentido de comunidad y respeto que ellos profesan", comenta un misionero que lo ha acompañado con el Papa. Ha dejado su mensaje en Europa y ha regresado a la selva, advirtiéndonos: mi causa es vuestra causa.