Pedro Manual de Resistencia Sánchez fue asesinado como secretario general del PSOE un 1 de octubre en un comité federal en el que se hizo célebre la frase “la autoridad soy yo”, proferida por la presidenta del órgano de gobierno socialista Verónica Pérez dos días antes. Corría el 2016. Ahora, Pérez está bien colocada en el consejo de administración de la tele andaluza y esta semana, poco más de seis años después, Sánchez ha sido nombrado presidente de la Internacional Socialista, el primer español en serlo y después de 16 años de Yorgos Papandreu

En sólo seis años, el presidente español ha pasado de la nada dando vueltas por España en un Peugeot al Olimpo del socialismo internacional, se ha hecho un hueco en Europa, ha aprobado tres presupuestos con sus socios del gobierno bautizado como “Frankenstein” por Alfredo Pérez Rubalcaba, ha llevado a Catalunya al córner como el Lobo Carrasco con los indultos y la reforma del delito de sedición y ha empezado a coleccionar leyes zapateristas de nuevos derechos y libertades, por mucho debate y tensiones que generen. No está mal para un hombre al que defenestraron de Ferraz. Y todo esto en un contexto inimaginable por ningún augur. Una pandemia mundial que llevó a encerrar a 40 millones de personas en casa. Una guerra en Europa. Una inflación que no se recordaba. Una crisis energética. E incluso, como le gusta recordar al resistente, con un volcán en erupción. Y, de momento, ha sobrevivido a todo.

Las encuestas son herramientas políticas, pero no es inimaginable que los socialistas estén en pocos meses gobernando Barcelona, ​​Catalunya y España

No hace falta ser sanchista para admitir que Sánchez, ahora con unos principios, ahora con otros, hoy podemita, mañana felipista, pasado mañana zapaterista, está saltando todos los obstáculos. Y este berreo del Madrid del poder que da por hecho que vamos de cabeza a un gobierno de derechas con PP y Vox no se puede dar por hecho por mucho que las encuestas, que son instrumentos de propaganda también, digan que ahora mismo ganaría el PP. De hecho, cuesta imaginar pasar de este gobierno a uno de derechas si hacemos caso de los precedentes. Cuando en 2004, tras el 11-M, la derecha mediática y política empezó la estrategia de la crispación, acabó ganando ZP. Es verdad que entonces contaba con una buena situación económica. Pero habrá que ver si pesa más esto —teniendo en cuenta que la crisis del 2022 es diferente a la del 2008— o la tendencia ciudadana a no premiar la crispación, ahora liderada por la ultraderecha trumpista pasada por el tamiz castizo de Vox. Las encuestas son herramientas políticas, pero no es inimaginable que los socialistas estén en pocos meses gobernando Barcelona, ​​Catalunya y España.

Y si seguimos mirando por el retrovisor, veremos que el PP obtuvo sus mejores resultados después de la legislatura 1996-2000, la del pacto del Majestic, la de la legislatura que ha dado más autogobierno a Catalunya, si me permiten la provocación. Tras ello, el PP obtuvo mayoría absoluta. Y, en cambio, la mayoría absoluta del 2000, la de la fuerza centrípeta, les llevó a la derrota, admitiendo que las mentiras del 11-M fueron decisivas. El socialismo pasó a gobernarlo todo. Madrid será España dentro de España y todo lo que quiera Isabel Díaz Ayuso, pero para ganar elecciones, se necesitan gobiernos que centrifuguen. Y no la deuda, a ser posible.