Catalunya muestra de forma recurrente cierto complejo de inferioridad. A lo mejor es porque no somos una nación normal y corriente, como Dinamarca o, a otra escala, como Andorra, sino una comunidad autónoma con competencias y dinero muy limitados. Esto queda claro día sí y día también. Quien manda aquí es el Estado, unas veces a través del poder político y otras a través de poderes fácticos, como los jueces, los conductores de Renfe, los inspectores de hacienda o empresas públicas del tipo de Aena. Para ser más precisos y justos, el Estado manda, pero cede algunas parcelas de poder a las comunidades autónomas. Es en este contexto donde resulta habitual ver informes y artículos haciendo comparaciones de Catalunya con otras comunidades autónomas.
Los más habituales son los elaborados por personas e instituciones que echan de menos que Catalunya vuelva a ser el motor de la economía española. No paran de comparar Catalunya con Madrid: que si nos ha atrapado en PIB, que si crece más, que si tiene impuestos más bajos, que si atrae más inversión extranjera, que si acoge más centrales de empresas, que si etcétera... Que cada uno se compare con quien quiera, pero que Madrid sea la capital del Estado le confiere una naturaleza económica y política, y una dinámica, que la sitúan en un plano muy distinto al catalán. Es más equiparable compararse con otras comunidades que se encuentran en el mismo estatus político y con niveles de competencias parecidos. Situados en este punto, si uno se quiere comparar con regiones económicas más avanzadas, debe ir al País Vasco, un país por el que muchos amigos del gremio de la economía sentimos cierta admiración. Se trata de una comunidad con más dinero público, gracias a tener el régimen foral, que significa que de los impuestos que recauda le pasa al Estado una parte pactada en concepto de servicios centrales. En Catalunya, con el régimen común, las cosas van diferente, tal y como es de sobra conocido. La relación del Estado con nuestro país es de naturaleza extractiva y no salimos de aquí con el paso de los años.
Más allá de los regímenes fiscales y las diferencias de recursos públicos por habitante que de ellos se derivan, puede compararse el perfil general de ambas economías y sacar algunas conclusiones. Este tema específico, esta comparativa, lo he incluido en el libro Créixer o progressar. Catalunya davant del mirall, que esta semana he presentado en el Col·legi d’Economistes de Catalunya y del que este diario hizo un avance editorial. Dedico un capítulo destinado a cotejar el parecido socioeconómico entre Catalunya y el País Vasco, y también incluyo los datos relativos a las Illes Balears y el País Valencià, que en este artículo no comentaré. He aquí algunos rasgos que considero altamente relevantes.
Para empezar, hay que decir que la economía del País Vasco —con un territorio que tiene una superficie que es un 23% de la catalana y una población que es el 27% de la nuestra— genera un PIB anual que es prácticamente una tercera parte del catalán. Así pues, estamos ante una sociedad y una economía bastante más pequeñas en volumen que las de Catalunya.
En el año 2000, el PIB/habitante vasco y catalán eran idénticos; a día de hoy, el del País Vasco es un 10% más alto que el de Catalunya
Específicamente en el ámbito económico, más que el volumen global de PIB, lo que resulta más relevante es cuánto le corresponde a cada persona que vive en determinado territorio: la relación PIB/habitante. Pues en este registro, con datos de 2024, Catalunya se sitúa en 37,426 € por persona y el País Vasco en 41,016 €, es decir, un 10% por encima del catalán. Esta no es una diferencia puntual del año pasado, sino que se viene repitiendo en el tiempo. Sin embargo, a inicios de este siglo, en 2000, el PIB/h vasco y catalán eran idénticos. El resultado anterior viene de que el crecimiento anual de este indicador en Catalunya ha sido del 0,5%, mientras que en el País Vasco ha sido de algo más del doble.
Una de las razones que explican una evolución tan distinta viene de que la población (el denominador de la ratio que comentamos) ha crecido mucho más en Catalunya. Entre 2002 y 2023, el aumento absoluto de habitantes fue del 7% en el País Vasco (para situarse en la cifra de 2,2 millones), mientras que en Catalunya, en el mismo periodo, dio un salto espectacular del 26%, pasando de 6 millones a 8 millones de habitantes, debido a la gran llegada de personas con nacionalidad extranjera. En 2024, en el País Vasco, representan algo menos del 10% de la población total, mientras que en Catalunya, la proporción es prácticamente del doble.
Dos apuntes sobre el mercado de trabajo y la productividad comparada nos ponen de relieve que el País Vasco mantiene un peso de la industria manufacturera mucho mayor que Catalunya (21% del VAB —valor añadido bruto de la economía—, frente al 15,5%); en cambio, Catalunya tiene un sector de comercio, transporte y hostelería (que incluye turismo) mucho mayor que el País Vasco (25% del VAB, frente al 20%).
Por otro lado, en parte debido a la preeminencia industrial, la productividad por ocupado (VAB/personas que trabajan) en el País Vasco es un 11% más alta que la catalana. Y, relacionado con este último apunte, en el País Vasco se ha creado mucha menos ocupación, concretamente los nuevos puestos de trabajo del 2000 al 2023 han aumentado un 14%, mientras que en Catalunya han crecido un 25%.
Finalmente, a modo de dato sintético que resume muchas cosas: en un ranking europeo de progreso social (conocido como IPS), en el conjunto de comunidades autónomas, el País Vasco ocupa el lugar número 1… y Catalunya el puesto número 10.