Al parecer, la mayoría de los catalanes preferimos tener un perro en casa que un niño. El último censo dice que en Catalunya hay 1.254.211 perros y 1.139.260 menores de catorce años. Debo decir que yo prefiero a los gatos, son animales menos sometidos a la voluntad del hombre y más limpios. Cada uno tiene sus preferencias, no estoy aquí para juzgarlas, para gustos, colores. Pero no nos quedemos en la superficie de la buena nueva, adentrémonos en el mundo de los perros y de los dueños. Entiendo perfectamente que los catalanes prefiramos los perros a los niños: los niños son tozudos, van a la suya y solo piensan en ser influencers; los perros, en cambio, hacen todo lo que les dices a cambio de cuatro mimos y un plato en la mesa. Y digo mesa porque han alcanzado un nivel de familiaridad tan elevado que ya comen sentados en la mesa con nosotros, utilizan nuestro cepillo de dientes, mean sentados en el inodoro, duermen dentro de nuestras camas y se parecen físicamente a nosotros. Un día dudé de si había salido a tirar la basura el vecino o su perro. Aún no lo tengo claro. ¿Qué dice de los catalanes que tengamos preferencia por los perros? Pues que, si podemos elegir, preferimos tener el control de la situación. Supongo que es la forma que tenemos de compensar todo el descontrol que vivimos política y lingüísticamente. De hecho, queremos tener tanto el control de la situación que los perros acaban siendo idénticos a nosotros, tanto física como mentalmente. He visto perros con el mismo peinado y la misma sonrisa que su amo y otros igual de maleducados.

Quizás este relevo generacional de humanos a perros no será un desastre, sino que será la manera de revertir finalmente la situación de desamparo que vive Catalunya

Para los que no lo saben, el 29 de septiembre de 2023 entró en vigor la nueva ley de bienestar animal, una ley que establece cuáles son los derechos de los animales y cuáles son los deberes de los humanos hacia ellos. Por lo que entendí, no se puede dejar a los perros más de veinticuatro horas solos en casa, hay que identificarlos, garantizarles asistencia sanitaria, controlarles la reproducción y recurrir a un etólogo cuando su comportamiento provoque problemas de convivencia (si se pasan demasiadas horas en la ducha o no lavan los platos después de comer). Otro punto importante de la ley es que el maltrato animal se sancionará con multas que pueden ir desde los quinientos hasta los doscientos mil euros. Supongo que gracias a esto no veremos más perros vestidos como una persona, con diademas en la cabeza y sentados en un cochecito de bebé con un chupete en la boca.

Pero dejémonos de sentimentalismos y de empatía y volvamos al principio del artículo: ¿qué consecuencias puede tener que haya más perros que niños en Catalunya? Pues, por un lado, por la falta de educación cívica de muchos propietarios de perros, Catalunya puede llegar a estar más llena de mierda que nunca (literalmente, porque, metafóricamente, ya lleva años así) y, por el otro, los catalanohablantes serán minoría en Catalunya y el catalán desaparecerá. Me explico mejor: si al hecho de que los catalanes no tenemos hijos porque preferimos los perros le sumamos el hecho de que no para de venir gente a vivir a Catalunya sin ningún tipo de control ni ninguna obligación de aprender el catalán, tenemos como resultado que, cuando se produzca el relevo generacional, seremos minoría lingüística y la lengua se perderá. La única solución que veo es que nuestros perros se saquen el nivel C2 de catalán lo antes posible. Necesitamos profesores preparados para afrontar este reto, profesores que sepan adaptarse a los cambios. Se tendría que empezar a pensar un plan de alfabetización inmediatamente y adaptar las aulas de las escuelas para que se sientan a gusto y puedan aprender a combinar fácilmente los pronombres débiles. También es imprescindible que se los eduque desde el principio a mantener el catalán con los recién llegados (es mejor arrancar el problema de raíz, que ya sabemos cómo acaba todo si no); así, cuando un perro llegue a Catalunya, no tendrá ningún problema para integrarse en su nuevo hogar y evitaremos que, en un futuro, se peleen entre ellos porque no se entienden. Quizás este relevo generacional de humanos a perros no será un desastre entonces, sino que será la manera de revertir finalmente la situación de desamparo que vive Catalunya. Chi lo sa!