Los catalanes no leemos mucho y, cuando lo hacemos ver, nos dedicamos a consumir libros de una calidad nauseabunda. Sant Jordi es un fenómeno prototípico de la tribu, de aquellos que nuestro insufrible narcisismo nos empuja a glorificar (somos el único lugar del mundo que celebra una fiesta leyendo, comprando rosas y blablabla) cuando lo que esconde es solo una profunda tara mental. Ponemos mayúscula en la palabra Diada, olvidándonos del hecho surrealista que editoriales y autores del país sean cautivos del comercio de libros que ocurrirá durante unas raquíticas veinticuatro horas (por si la payasada no fuera lo suficiente, los cráneos privilegiados del Gremi de Llibreters celebran esta anomalía con un descuento, ¡una idea comercial tan inteligente como sería reducir el precio de las gambas por Navidad!). Esto de hoy tiene poca relación con la lectura —una actividad afortunadamente privada, que se ejercita sin tantos aspavientos— y mucho más con la pose de aquellos que quieren pasar por cultivados.

Como cada año, las novedades más leídas se sabrán antes de tener los datos de venta, basándose solo en la distribución, y, en un altísimo tanto por ciento, consistirán en libros que dentro de un año no recordará ni dios, sin ningún tipo de poso cultural. Como pasa en cada nueva Diada, los editores harán cara de tener la barriga llena delante de la televisión y todos los autores se abrazarán haciendo jijijaja, cuando la realidad de los sellos más eminentes en catalán es bastante dramática. Borrad el maquillaje de la Diada y hablad con los editores competentes del país: os confesarán que esto no tira, que las tiradas editoriales cada vez son menores y que el sistema literario tribal está sometido a una bulimia de novedades estresante que no va a ningún sitio. Sant Jordi es la brillantina que disfraza un sistema literario destruido que sobrevive solo porque hay un Olimpo de editores extraordinarios que lo sostienen.

Sant Jordi es la brillantina que disfraza un sistema literario destruido que sobrevive solo porque hay un Olimpo de editores extraordinarios que lo sostienen

Eso no quiere decir que en Catalunya no se haga literatura de primera calidad, que se hace; pero Sant Jordi no tiene nada que ver con eso. Este curso hemos celebrado la preciosa traducción que ha hecho Antoni Clapés de esta joya que es L’home de les tres lletres de Pascal Quignard (Quid Pro Quo) y también hemos disfrutado con la despampanante versión de Cumbres borrascosas de Emily Brontë que nos ha regalado el gran Ferran Ràfols Gesa (Viena). En nuestra narrativa hay mucha vida, y es así como hemos descubierto los secretos literarios de Rusia por obra y gracia de la inteligente poeta Xènia Dyakonova en El conte de l’alfabet (L’Avenç). Catalunya tiene editoriales con catálogos de primer mundo como Arcàdia, Flâneur, Adesiara, 1984, Males Herbes y ya sé que me dejo. Pero los libros que he citado y los catálogos de estos editores, seamos honestos, no los lee ni puto dios y las empresas en cuestión se aguantan con muchas pinzas.

Pero, de hecho, también es así en el caso de las editoriales comerciales; porque todos los tanto por cien de ventas y todos los índices de lectura que veréis publicados hoy en los medios son simplemente falsos. Se puede comprobar la importancia (y las ventas de un libro), como pasa con las series de televisión, cuando el producto en cuestión genera discusión pública. Y nuestros libros no la generan. Hay muchas entrevistas, manta suplementos culturales y, como mucho, alguna editorial consigue que nos entretengamos en Twitter durante una semanita pensando en si un volumen con un 40% de español resulta una cosa aberrante o normal. Ruido, palique y mambo-jambo. En Catalunya leemos cuatro gatos y, hablando en términos de calidad, es mejor ni pensarlo. Si analizamos cómo nuestros responsables políticos-culturales prestigian la lengua y la fomentan entre los más jóvenes... bueno, mejor hablemos del tiempo que hará.

Fijaos si tenemos cosas que celebrar hoy, que la mayoría de medios del país han publicitado Sant Jordi con el mismo énfasis que la feria andaluza del rebujito en el Fòrum. Ya sé que hoy tenéis ganas de fiesta y de seguir engordando la panza de las editoriales españolas, pero es bueno que alguien os recuerde cómo está el patio. Si lo queréis certificar mejor, ya que estamos, aparte de pedir la firma de los autores, preguntadles si pueden vivir de su trabajo. Es un esfuerzo que solo pide unos segundos, porque con la cara que os pondrán ya no hará falta decir mucho más. Pues buena Diada y tal y cual.