La OMS declaró ayer la emergencia de salud internacional por la viruela del mono. Es la máxima alerta que la agencia de la ONU puede activar "para que los países pongan en marcha los protocolos necesarios con los que intentar contener un brote viral y evitar que se convierta en una pandemia", según lo señala la propia página de las Naciones Unidas. Recuerda, además, que la última vez que la OMS tomó una decisión de este tipo fue en enero de 2020, "cuando declaró el COVID-19 como emergencia de salud internacional". Aquí estamos, dos años y medio después. 

Tedros Adhanom convocó el Comité de Emergencia basándose en el Reglamento Sanitario Internacional el mes pasado, cuando se detectaron 3040 casos en 47 países, para evaluar si el brote de viruela del mono representaba una emergencia de salud pública internacional. En aquella reunión, el comité resolvió por consenso después de discutir que el brote no representaba tal emergencia. Sin embargo, el brote ha seguido creciendo y ahora hay más de 16.000 casos notificados en 75 países y territorios, y ya se han dado cinco casos mortales. Con estas cifras sobre la mesa, Tedros convocó de nuevo el Comité el pasado jueves, pero no consiguieron ponerse de acuerdo. Es decir, que el Comité no llegó al consenso de determinar la alarma sanitaria internacional. Ante esta situación, Tedros ha tomado la decisión de manera unilateral. Eso sí, "de acuerdo con el Reglamento". Se ha basado en cinco puntos para declarar la alerta:

En primer lugar, la información que han proporcionado los distintos países muestra, según Tedros, que este virus se ha propagado rápidamente a muchos países que hasta ahora no lo habían detectado. En segundo lugar, Tedros subraya los tres criterios para declarar una emergencia se han cumplido. En tercer lugar, apunta que no ha habido consenso en el Comité de Emergencia, lo que lo legitima para tomar la decisión por sí mismo. En cuarto lugar, subraya los principios científicos, las pruebas y otra información pertinente, que por el momento "son insuficientes y nos dejan con muchas incógnitas". Y en quinto y último lugar, el riesgo para la salud humana, la propagación internacional y el potencial de interferencia con el tráfico internacional. En estos elementos se ha basado Tedros para considerar que el riesgo de viruela del mono es moderado a nivel mundial y en todas las regiones, salvo en Europa, donde el riesgo se evalúa como alto. El riesgo de propagación internacional existe, aunque por el momento el de interferencia con el tráfico internacional sigue siendo bajo por el momento. 

Tedros ha querido ser conciso y claro: "En resumen, tenemos un brote que se ha extendido por todo el mundo rápidamente, a través de nuevos modos de transmisión, sobre los que entendemos muy poco, y que cumple con los criterios del Reglamento Sanitario Internacional", ha declarado. "Por todas estas razones", dice Tedros, "he decidido que el brote mundial de viruela del mono representa una emergencia de salud pública de importancia internacional". Por el momento, no sabemos por qué algunos miembros del Comité consideraron que no era momento de declarar la alerta. Según apuntan, en los próximos días saldrá a la luz un informe de la OMS que nos dé detalles sobre esa reunión en la que no salieron de acuerdo. 

Después de dos años, en los que hemos visto como, al final, todos los que parecían ser expertos en virología tomaban decisiones que nada tenían que ver, y al final han demostrado dar más palos de ciego que otra cosa, volvemos a estar en la casilla de salida, viendo exactamente lo mismo. Un virus que estaba perfectamente identificado, que era endémico, que no suponía ningún tipo de amenaza; un virus con el que han estado experimentando en "esos biolaboratorios" que se suponía que no existían, según EEUU, para después reconocer que sí y que el Pentágono participa en ellos "por seguridad"; un virus que aparece de pronto a la vez en distintos lugares sin que ningún experto nos pueda dar una explicación convincente ni lógica. Y otra vez, en la antesala de un nuevo caos internacional, en el que muy posiblemente veremos cómo se pisotean derechos como el de la libertad de opinión, de pensamiento, de expresión, de movimiento, de información, de libertad de decisión sobre nuestro propio cuerpo. 

Esta vez, eso sí, venimos ya de una experiencia reciente, aunque para muchos no hayan existido las sentencias que se han dado ya por los tribunales, como las más recientes de tribunales como el Superior de Justicia de Asturias, que ha venido a decir que el protocolo COVID-19 del Principado debía declararse nulo de pleno derecho porque no tenía rango de ley y porque además, se había dedicado a vulnerar derechos fundamentales de la ciudadanía. Sí, como lo lee. Es probable que usted no haya oído sobre este asunto, que ha tenido lugar en los últimos días. Y es que, tener que reconocer que se han pasado veinte pueblos, no interesa. Tener que explicar ahora que las vacunas, según el Dr. Enjuanes (el investigador español que está desarrollando una vacuna contra el COVID-19) pierden el 98% de su eficacia al ser inoculadas intramuscularmente, no interesa. Como tampoco interesa hablar de los estudios recientes que se han llevado a cabo en Suecia, publicados en The Lancet y revisados por pares, donde se confirma que las personas vacunadas con varias dosis, ven afectado su sistema inmune ocho meses después. Es más, se apunta a que el sistema de defensa estaría más comprometido en las personas vacunadas que en las que no lo estamos. 

Ahora es cuando se "reconoce" que las vacunas causan "alteraciones de la mestruación". Se nos presenta como una novedad, cuando algunas llevamos informando de estos hechos desde el comienzo de las inoculaciones a inicios de 2021, cuando se dio el primer caso de una muerte en una profesora de Málaga por trombos cerebrales. Ya entonces avisamos de que las mujeres en edad fértil estaban teniendo alteraciones notables en su menstruación: algunas no paraban de sangrar, comenzaban a tener mucho dolor en las menstruaciones, otras de pronto perdieron la regla; algunas, que ya estaban en menopausia, comenzaron de nuevo a sangrar como si fueran adolescentes, con sangrados abundantes. Y esto por no hablar de los bultos en los pechos, en las axilas o en el cuello y la espalda. Unas "bolas" que aparecían incluso meses después de la inoculación, proporcionando unos sustos enormes a estas mujeres a las que, siendo atendidas por sus médicos, en muchos casos, se les trataba como "exageradas", o se les miraba mal al preguntar si pudiera ser efecto de la vacuna. En no pocos casos el personal sanitario reconoce "por lo bajini, casi en secreto", que están viendo muchísimos casos como estos, y que tienen relación con la vacuna. Que por eso no son "preocupantes" (a la hora de descartar un tumor maligno, que es lo primero que una piensa cuando se encuentra con un bulto en el pecho). Pero igualmente reconocen que "no pueden decirlo" porque "tienen órdenes de arriba". 

De todo esto que escribo tengo testimonios, tanto de mujeres que han tenido que someterse a pruebas y análisis, en los que se apunta a la vacuna; como de enfermeras, y médicos que me explican lo que ven desde 2021 en sus consultas. Ahora se habla del informe EVA de la Universidad de Granada, cuando llevamos meses denunciando estos hechos. Y lo que es más grave todavía: que estas iniciativas de investigación que se han venido haciendo en distintas universidades del mundo, han tenido lugar gracias a mujeres que han sufrido en primera persona la absoluta desatención y desprecio cuando han pedido un diagnóstico y se han hecho preguntas. 

Las alteraciones en la menstruación son una de las primeras señales que el cuerpo de una mujer da cuando "algo falla". Es una señal de aviso que tiene nuestro organismo, altamente sensible, altamente conectado con lo vital. Pretender que todo esto "cuele" como algo "normal" o sin importancia, en mi opinión, es aberrante. Es una irresponsabilidad y no debería pasarse por alto. Se desconoce qué sucederá en el medio y largo plazo. Pero lo que está claro es que no se puede tapar el sol con un dedo, algo que se lleva dos años intentando hacer y que ahora, de nuevo, seguramente intenten repetir con esta "viruela del mono". 

Un detalle: la propia OMS ha recomendado no hablar de "viruela del mono", pero a la vista está que ni ellos son capaces de seguir sus propias recomendaciones.