Si un perfil como Jaume Giró hubiera liderado la lista de Junts al Congreso, sería plausible alguna estrategia compartida del independentismo. Como fue posible un acuerdo en Barcelona entre Trias y Maragall. Frustrado por Colau y el PP. O como era viable el Gobierno Aragonès-Giró, cada uno con su camiseta. Lo que hizo inviable aquel Govern fue nacer con Waterloo en contra.

Pero no. Ha vuelto la política del trabuco. El carlismo del Legítimo invocando a todos los tótems, a un paso de invocar de nuevo el "Si me votáis, vuelvo". Tanto engatusar a los parroquianos tendría que ser motivo de reprobación, si no fuera porque la racionalidad ha sido sustituida por un dogma de fe.

Desengañémonos: ahora es absolutamente inviable ningún acuerdo. Aquellos que lo tendrían que procurar hacen todo lo posible —al menos algunos de ellos— para hacerlo inviable.

El monje Hilari Raguer reivindicó siempre a Vidal i Barraquer. El cardenal fue salvado de las garras asesinas de la FAI por la intervención personal y directa del president Companys. Pero como nuestro cardenal creía que Companys podía haber hecho más —y por como era un hombre de iglesia, conservador— nunca le reconoció al president su decidida intervención, al contrario. Por eso el monje montserratino no dudó en mostrarse indignado con su, por otra parte, admirado cardenal. "¡¿Que quizás se pensaba que fue la Divina Providencia quien lo salvó?!", exclamaba indignado.

La principal consigna del nosurrendismo —que insiste en la tomadura de pelo, gesticulando siempre— es aquello tan mezquino de "a cambio de nada". O "gratis". Es la política de confrontación de Waterloo. Es el putaerc que de forma más o menos sibilina se oye en el Congreso cada vez que toma la palabra —con muy poca gracia, por cierto— el carlismo. Ninguna aportación más que poner verde a Gabriel Rufián.

No hay ninguna otra idea. Tampoco se esperan. La misión encargada por Waterloo —que designa candidatos y aborta debates con un solo golpe de hoz (tuit)— es este: putaerc. Con esto te ganabas la reválida.

Desengañémonos: ahora es absolutamente inviable ningún acuerdo, aquellos que lo tendrían que procurar hacen todo lo posible para hacerlo inviable

El único balance de cuatro años que hay que recordar es haber retirado medio palmo una bandera en una rueda de prensa. Al estilo Ciudadanos. Esta es la gran gesta, la mayor proeza. Encender los ánimos de lo más extremado de aquí y de allí. Todo es un esperpento. Para la bancada españolista, un disfrute. Era hablar los portavoces del nosurrendismo y la mayoría del Congreso se hartaba de palomitas. Bueno, en los últimos tiempos ni eso, era todo tan previsible que vaciaban la bancada y bajaban al bar.

Jordi, querido, los tienes que tener cuadrados para ir proclamando —precisamente tú— que los acuerdos gestionados por los republicanos han sido a cambio de nada. No se puede ser tan desagradecido, por el amor de Dios. Cada vez que sales a la calle y haces lo que te place, ¿no has pensado en quién lo hizo posible? ¿Cuando te miras en el espejo no te preguntas dónde estarías todavía ahora si alguien no hubiera negociado tu libertad? ¿Por sí sola no valía ya una investidura? Y no cuento la derogación de la sedición. O cuestiones sociales que quizás a ti te parecen intranscendentes, como el incremento de las pensiones, la ley de la vivienda o la batalla para mejorar la presencia del catalán en el mundo audiovisual. Ya te diré dónde estaban tus huestes: gastando saliva en contra. Porque o bien decían que era insuficiente —mientras intentaban poner palos a las ruedas— o porque, francamente, les importaba un bledo.

Es indecente. ¿O es que te has pensado que ha sido la Divina Providencia que obró un milagro y abrió Lledoners? ¿O quizás una audaz operación de rescate urdida desde Bruselas? Me pregunto qué te pasa por la cabeza.

Francamente, cuando alguien llega a este extremo, invita a pensar que ha perdido el norte. Lo que sea. Alguna cosa tendrías que haber aprendido de Quim o de Josep, que demuestran que la lealtad a la camiseta no está reñida con ser honesto.

Jordi, no se puede esperar absolutamente nada conciliador de alguien que va de este palo. Si ya no pasas las noches en vela entre rejas, es gracias a aquellos acuerdos "a cambio de nada" que te dedicas a escupir, Jordi.

Es inviable ningún tipo de estrategia compartida, de análisis serio, mientras haya liderazgos que mantengan esta actitud. Es aquel tipo de gente desvalida a la que te arrepentirías de abrir la puerta de casa una noche gélida. No por si te vacían la nevera, sino porque se fortificarían y un día te encontrarías con que en la puerta de casa han plantado la bandera de Santa Eulàlia y cambiado la cerradura. ¡Ay, Jordi! Que no acabes tú siendo víctima de tanta mezquindad. Siempre hay alguno dispuesto a blandir la enseña con más furia que tú.