Año 1987. Este humilde juntaletras trabajaba en Ràdio 4. Un día, grabando una entrevista con Manel Joseph, cantante de la Orquestra Plateria, de aquellas para emitir durante la Semana Santa, acabamos hablando de Rubén Blades y de la versión que la orquesta hacía de Pedro Navaja. De aquí saltamos a "El padre Antonio y el monaguillo Andrés", la pieza que el músico panameño compuso en homenaje al arzobispo católico Óscar Arnulfo Romero. Romero, gran defensor de los derechos humanos y de las clases populares, fue asesinado por un miembro de la Guardia Nacional de El Salvador. 

Manel me explicó que la tocaban en los directos por recomendación de su mánager, un tipo que había sido cura y que era todo un personaje. Aquel fue el primer día que oí hablar de Carles Flavià.

No podría asegurar cuando lo conocí, pero debía ser el año 1992 en el bar Raval. Y me lo debió presentar Ferran Rañé. O quizás Pepe Rubianes. A partir de aquí nos fuimos encontrando de vez en cuando hasta que el año 1996, tuve la oportunidad de conocerlo un poquito más.

Entonces yo me ganaba la vida como guionista del programa de Elisenda Roca en COMRÀDIO. No se quien tuvo la idea de que una vez por semana viniera Pepe Rubianes a comentar la actualidad. Cuando se lo comenté a Pepe, su respuesta fue: "nene, no me jodas...". Al final aceptó, pero si también venía Flavià. "Nene, él si que sabe de todo. Él subirá el nivel". Y así nació Flavianes, una sección donde lo mejor pasaba cuando se acababa e íbamos al bar de delante de la emisora. Ellos a hablar y yo a escuchar y a aprender.

Fue Flavià quien convenció a Pepe para que colaborara en el gran trabajo solidario del padre Manel. Y de aquí salió la idea de hacer el famoso festival que tanto ha servido para ayudar a tanta gente. Bien, y lo que no fue festival.

Porque aquel aspecto desganado, aquella permanente cara de acabar de levantarse de la cama y aquella voz rota, escondía un tipo muy sensible. Mucho. Y frágil. Por eso se avenía tanto con Pepe. Los recuerdo un día en un bar, cuando Pepe ya estaba muy malito (qué ironía, morir los dos por culpa del puto cáncer). Estaban en silencio. Cogidos de la mano. Cuando se dieron cuenta, Pepe giró la cabeza y le dijo: "coño Flavià, parecemos dos bujarras". Y Flavià le respondió: "tú más". Y se lo miró con aquella mirada tierna que le salía tan a menudo.

La última vez que pude estar un buen rato con él, fué en una calçotada organizada por Pere de Cal Neguit. En medio de un montón de barbaridades y animaladas de todo tipo, tuvo tiempo para analizarme un par de documentos escritos por el Papa Ratzinger. Porque por muy desganado que pareciera, por mucha cara de acabado de levantar de la cama que tuviera, Flavià era un ex cura muy culto que se leía los documentos que publicaba el Vaticano. 

Si puede, recupere algunas de sus conversaciones del "Yo qué sé", un programa que emitió durante un tiempo BTV (la TV de BCN). En un país normal, lo habríamos visto por la cadena nacional. Aquí, desapareció de la parrilla de una cadena local. 

A partir de hoy ya no escucharé más como, con su cara más pétrea y su voz más oxidada, me gritaba por los pasillos de BTV: "eres un cabrón"... para, a continuación, savando aquella carcajada llena de boca que le hacía el ojos pequeñoooos, añadir: "pero eres un buen tipo". 

Ah, por cierto, este artículo ha sido escrito sentado en una mesa de mármol de un bar, el lugar de culto donde él decía que estaba la auténtica vida y el auténtico saber. 

Él lugar donde él predicó su particular Biblia.