El llamado procés y su final abrupto después del 1 de octubre de 2017 y, sobre todo del 27, no acabaron con la independencia de Catalunya, como es sabido. Y su digestión ha sido tan complicada que todavía hoy hay un presidente de la Generalitat en el exilio. Incluso se ha llegado a plantear que ese movimiento fue un fracaso político. Es verdad que fue un período convulso, con errores en ambos lados, en el que ahora no es necesario entrar. Y cada uno lo valorará como quiera, pero —aunque no solo— seguramente sin el movimiento independentista, no se explica, no solamente el momento actual, sino el horizonte de posible cambio político a la vista.

El 1 de junio de 2018, se produjo una moción de censura a Mariano Rajoy que preconfiguraba el gobierno —y los apoyos parlamentarios— que habría después. La moción alió al PSOE, Podemos, ERC, PDeCAT, Compromís, Bildu, Nueva Canarias y el PNV. Es decir, una idea de España que luego, con notorias excepciones, ha gobernado —ahora en funciones— y ha tenido mayorías parlamentarias y que, quizás contra pronóstico, ha ayudado a normalizar una idea que el PSOE, y voces del PSC, consideraban imposible hace solo cinco años.

Es el momento de la política, de explorar fórmulas que existen, para dejar de hablar del régimen del 78 y actualizarlo

Recuerdo ese momento porque, también contra pronóstico —el mío—, ante el resultado del 23-J, con Carles Puigdemont en posesión de esa llave que un día esgrimió Josep Lluís Carod-Rovira, la reacción no ha sido de bloqueo inmediato y, por tanto, nuevas elecciones, sino de explorar las posibilidades que se abren. Y solo esto ya me parece revolucionario. Hablar catalán, euskera o gallego en el Congreso no será la solución, pero, en cambio, que Iván Redondo, exasesor áurico de Pedro Sánchez, diga en La Vanguardia que “lo caoba ha quedado literalmente arrasado” —recuerden el PSOE caoba, el de Felipe— y hable de perestroika, de recomenzar y de una nueva comprensión de España, y admita que con Puigdemont en el exilio nunca habrá normalidad y abogue abiertamente por una amnistía, me parece de una relevancia poco subrayada.

Y, sobre todo, que recupere el artículo 92 de la Constitución, aquel que dice que "las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos", que desmiente que un referéndum no quepa en la Constitución. No solo cabe, sino que lo prevé y no acota nada que no se quiera acotar. Otra cosa es que sea consultivo. ¿Y qué? Tiene todo el valor político del mundo. No se trata de volver al hámster, se trata de ver que hay partido, que puede hacerse política con mayúsculas. Redondo habla de un referéndum, entiendo que en toda España, para votar los acuerdos alcanzados en un gran pacto de estado. Y eso no lo estaría escribiendo sin los hechos de octubre. Y sin muchos otros. Como el 15-M o la abdicación del rey. Es el momento de la política, de explorar fórmulas que existen, para dejar de hablar del régimen del 78 y actualizarlo.

El problema con los análisis que hacemos todos es la falta de perspectiva. Deberíamos tener más en cuenta el calendario cósmico de Carl Sagan. Aquel que dice que si el Big Bang fue el 1 de enero y hoy es 31 de diciembre, los sapiens aparecimos hace 10 minutos y el hombre ha llegado a la Luna hace un segundo.