Nervios en el Estado mayor de un Trias que intenta calmar la inquietud explicando a los suyos que en pretendidos sondeos internos lo peta. Mentira piadosa para evitar el pánico. La candidatura pierde gas en cada tracking. No le saldrá rana como a Manuel Valls, pero por cómo va, ahora mismo Trias seguirá siendo exalcalde. ¡Quién lo iba a decir hace un par de meses, cuando La Vanguardia lo elevaba hasta casi 12 concejales! En realidad, en cada colada (como aquello de los coches y el CO₂) se le rasga una sábana. Muy bien lo saben los partidos que hacen trackings diariamente. Trias va de capa caída. Y cuando la tendencia es sostenida, evitar la hemorragia puede llegar a ser una quimera.

Ahora Trias se ha tragado a la persona de más confianza de Puigdemont. No como revulsivo. Josep Rius, la voz. "El único que puede hablar en mi nombre" acostumbra a decir Waterloo, sabedor de que todo el mundo se pone el nombre del Todopoderoso en la boca para ganar puntos. Puigdemont le dijo a Trias en la Casa de la República que le dejaría hacer su lista y su campaña. Pero no lo puede evitar.

Cuando alguien en Junts quiere alzar el vuelo, no pide autorización a Turull. Ni a Borràs, claro está. Sube a Waterloo y espera que el dedo gordo no gire para abajo. En el Partido del president no hay bicefalias ni triunviratos que valgan. Hay un hiperliderazgo y basta.

Rius se significó mucho en la consulta para dejar el Govern de Aragonès. Para advertir a todo el mundo que Waterloo había decretado sacrilegio continuar después de la inmolación de Puigneró. Discrepar se puede pagar caro. El escudero Rius, de tradición más convergente que el moño de Ferrussola, tiene una única consigna. A los republicanos, ni agua. Eso es, velar que Trias —que va por libre— bajo ninguna circunstancia llegue a ningún acuerdo con Maragall. Porque depende de cómo, Trias sería muy capaz. Así es que descartada Colau, Rius también tiene la misión priority de medir por palmos un acuerdo con Collboni. Y de rematar el combo con la Diputació. Él es la correa de transmisión. La voz de Waterloo.

Qué paradoja que aquella guardia pretoriana del President Legítimo (Rius y Artadi) haya acabado reubicada en Foment, gracias a la generosidad y buen corazón de Sánchez-Llibre. Y que Rius se afane ahora por hacer manitas con Collboni cumpliendo los deseos del Legítimo. Los caminos del Señor del Nosurrendismo son inescrutables.

Trias irrumpió como un trueno en la campaña electoral abanderando el anticolauismo. Pero nada más. En paralelo y repentinamente se desplomó Collboni y sobre todo Maragall. Y, ¡mira por dónde! El efecto colateral inmediato fue reavivar a Colau. La alcaldesa le puede estar bien agradecida.

Pues bien, todo lo que sube, baja. Y ahora ya hay un empate técnico entre cuatro fuerzas políticas, todas por debajo de los 10 diputados. Maragall, que parecía descartado, ha recuperado la sonrisa. El que más, de lejos.

De manera que puede pasar de todo. Porque todo está abierto. Colau vuelve a tener opciones reales. Collboni se aferra a ser el candidato con más novias, aunque va por detrás. Con todas pretende salir, excepto con Maragall. No se pueden ver. Y Trias ha pasado de la euforia del lanzamiento a ver como cada día que pasa es el cangrejo del cuarteto. Todavía queda mes y medio para reavivar, se dicen. Pero tal como va —si no hay un milagroso golpe de efecto para revertir la tendencia— el efecto Trias puede ser tan efímero como frustrante, sin descartar que la derecha dura de la ciudad (PP y VOX) puedan ser determinantes para hacer mayoría de investidura, como lo fue Manuel Valls haciendo a Colau alcaldesa en 2019. Sirera ya lo ha verbalizado. Sueña con negociar a sus concejales (apunta tres) para investir a Trias o Collboni.

¡Ay Barcelona!, que puedes pasar del fuego a las brasas, moneda de cambio espuria entre los intereses del Altísimo y el 155.