Uno de los espectáculos más entretenidos de estos días es el festival de ofertas de todo a cien que socialistas y los de Sumar no paran de lanzar a los preciados oídos de Junts, con ingenua vocación de globo sonda. En algunos casos, con el fin de testar la escandalera que provocaría en la acera derechista, y, en otros, para calibrar cómo caen en la acera catalana.

De repente, han aparecido condonaciones de deuda, selecciones nacionales catalanas, alguna infraestructura pendiente, revisión de financiación e incluso un mísero catalán en el Congreso, ofrecido con la boca pequeña de Sumar. Todo ello presentado sin ninguna seriedad, lanzado al debate público como carnaza de los leones, sin ningún proceso de negociación, ni ningún protocolo ad hoc, solo puro ruido de baja estofa para hacer ver que andan mucho, sin ir a ningún sitio. Es la manera clásica de obrar del PSOE, con las pertinentes dosis de frivolidad y soberbia, pero con ningún interés de someterse a una negociación de nivel. La primera cosa que hay que decir, pues, con respecto a este campo de Agramante que han desplegado los socialistas, es que nada de eso tiene ningún valor, más allá de dar que hablar en las tertulias de rigor. Es posible que el método les haya funcionado hasta ahora, probablemente porque estaban muy bien acostumbrados al estilo pusilánime de Rufián y Junqueras, pero tendrían que empezar a entender que el president Puigdemont —y es con él con quien tendrán que negociar— no tiene vocación de alfombra.

Y este es, con seguridad, el obstáculo que no sabe cómo superar Pedro Sánchez: la obligatoriedad de negociar —sí, negociar, que no es sinónimo de dialogar— con el propio Puigdemont, y no con la interposición de una delegación. Es decir, tiene que ir alguien con capacidad negociadora —que no puede ser un subalterno— fuera de España para verse con "el fugado" al cual hace seis años que persiguen. Ergo, tienen que cambiar completamente el paradigma y tratar al president como lo que es, un homólogo con quien se puede llegar a acuerdos. Y el segundo obstáculo es igualmente difícil, dado que con Puigdemont no le funcionará aquello del "qué hay de lo tuyo", sino que tendrá que encarar el conflicto catalán con toda su crudeza, justamente lo que se ha negado a hacer durante todos estos años.

Sea Sánchez o Feijóo, la cuestión es que entiendan que una negociación por una presidencia no se resuelve con indultos personales necesariamente insolidarios, ni con sumas y restas presupuestarias, sino abriendo el melón político con todas las consecuencias

Pero no hay otra, si Pedro Sánchez quiere ser presidente. O si lo quiere ser Feijóo, dado que es evidente que también él puede jugar la partida. Y no nos engañemos, con respecto a Catalunya, ambos tienen el mismo modelo español: la absorción de Catalunya y la desaparición de nuestra identidad nacional. Que el PP sea más evidente, más brusco, más salvaje y menos sutil que el PSOE, no quiere decir que difiera de modelo. Sea Sánchez o Feijóo, la cuestión es que entiendan que una negociación por una presidencia, justo en medio de un grave conflicto político como el catalán —que tiene más de tres mil represaliados—, no se resuelve con indultos personales necesariamente insolidarios, ni con sumas y restas presupuestarias, sino abriendo el melón político con todas las consecuencias. Por eso la situación actual es tan importante para el independentismo, como tan importante es la firmeza en la posición de Puigdemont.

Con todo lo dicho, y asumiendo que todas las propuestas socialistas hasta ahora publicitadas son una retahíla de improvisaciones porque no tienen ni idea de cómo avanzar, no puedo evitar hacer un comentario sobre la propuesta del catalán en el Congreso. Y el comentario es explícito: no tienen puñetera vergüenza. Una y otra vez nos han prohibido utilizar nuestra lengua en un parlamento que teóricamente nos representa y que pagamos todos los catalanes, de manera que se puede hablar castellano en el Parlamento catalán, y no catalán en el Parlamento español. ¿Por qué? Porque les da la real gana, no tienen ninguna sensibilidad, son lingüísticamente colonizadores y utilizan el poder político como un ariete de dominio. Y ahora que les peligra la presidencia, resulta que se puede hablar. ¿Ahora? No puedo expresar dónde enviaría la propuesta por respeto a este medio, pero reconozco que me salen palabras poco adecuadas. ¡Qué frivolidad, qué insensibilidad y qué prepotencia!

Cuestión del catalán aparte, la conclusión final: si Sánchez o Feijóo —uno u otro, tanto monta— quieren la presidencia, tendrán que empezar a hacer los deberes, plantear una negociación seria y viajar fuera de España para ver al president. Esta vez no lo conseguirán con las migas. Esta vez tendrán que hablar del pan entero.