Todos los caminos llevan a Roma. O a Montserrat. O a Barcelona. O vuelven a Roma... En este patético asunto sobre el catalán, el Santo Padre y la audiencia con la cofradía de la Mare de Déu de Montserrat, la pelota ha pasado por tantas manos que al final el culpable será el venerable cura del barrio, que en esto de escurrir el bulto, la iglesia es una experta.

Y así ha sido, una vez que el Santo Padre se ha extrañado de que el texto que debía leer no fuera en catalán, y el cardenal Omella le ha dicho que no, que era en castellano. A partir de ahí, la polémica se ha liado a la manera vaticana: Omella ha asegurado que la responsabilidad la tenía la abadía de Montserrat, que era la encargada de enviar el texto. Que él quería mucho el catalán, que era de la Franja y que no le buscaran las cosquillas. Incluso ha soltado, como quien no quiere la cosa, el nombre de un monje: Joan Maria Mayol, rector del santuario. Ante la sorpresa, las miradas hacia los monjes de la abadía: ¡cómo era posible que Montserrat hiciera un feo de dicho calibre a la lengua de Catalunya! Patadón hacia adelante, tampoco la abadía asumía ninguna responsabilidad: "son las indicaciones recibidas desde la Casa Pontificia, la entidad de la Santa Sede encargada de organizar la audiencia". Y de regreso a Roma, el Santo Padre, que no sabía nada del texto, y la bendición de la imagen de la Virgen en el idioma del imperio por obra y gracia divina. Y como nadie tenía la culpa, o quizás dicha culpa estaba perdida en algún despacho perdido del Vaticano, tema zanjado y Moreneta bendecida en castellano.

Si incluso Montserrat demuestra tal debilidad y tal dejadez con el catalán, ciertamente podemos decir que lo tenemos muy crudo

Tema zanjado... o no debería, porque lo que ha sucedido ni es, ni deberíamos considerarlo, menor, porque es síntoma de una dejadez en la defensa del catalán que resulta muy preocupante. De entrada, cuesta imaginar que el cardenal Omella no tenga ninguna influencia, ni ninguna posibilidad de cuidar de un tema tan sensible como es el idioma, y más cuando está el Papa Francisco de por medio, con quien tiene una relación tan próxima. Pero, puesto que la defensa del catalán no es, precisamente, la virtud más reconocida del cardenal, hay que pensar que la cuestión ni le preocupa, ni le ocupa, como ha sucedido en otras ocasiones —muchas— donde el castellano ha sido el idioma de referencia. Por cierto, las explicaciones que ha intentado dar en can Basté, asegurando que era porque el Santo Padre no sabe el catalán —cuando Francisco es capaz de bendecir en todo tipo de idiomas—, pero que gracias a él ha dicho "bon dia"... en fin, eran explicaciones altamente ahorrables.

Pero, si la responsabilidad del cardenal parece evidente, ni que sea por dejadez o por falta de sensibilidad, la responsabilidad de los monjes de la abadía es de escándalo. ¿Estamos hablando de los mismos monjes que se plantaban en las visitas del dictador Franco, y ahora no son capaces de reclamar el uso del idioma catalán en la bendición de la patrona de Catalunya? ¿Nos quieren hacer creer que a las primeras que hace sonar el pito en Roma cualquier secretario, nuestros venerables monjes pierden el oremus, la memoria y el legado catalán que les significa? ¿Les tiemblan las piernecitas? ¿Ninguna inquietud, ninguna petición, ninguna queja, ninguna determinación en la defensa de la identidad que tan simbólicamente representan? Perdonen, pero es incomprensible. Y, por incomprensible, es inaceptable. Si incluso Montserrat demuestra tal debilidad y tal dejadez con el catalán, ciertamente podemos decir que lo tenemos muy crudo. El catalán no es un idioma como otro, es una lengua herida, atacada secularmente, prohibida durante largos periodos, sin entidad política que pueda protegerla y en constante deterioro por la debilidad que sufre. Y Montserrat no es una abadía como las demás, es un símbolo colectivo de enorme trascendencia que, en muchas ocasiones, ha sido motivo de orgullo. No es el caso de ahora. Ahora ha sido motivo de vergüenza.

Lo peor es que ni siquiera lo han intentado con un Santo Padre que ha demostrado una gran sensibilidad con las identidades culturales y, en particular, con Catalunya. Si el Papa Francisco hubiera encontrado el texto en catalán, lo habría leído con toda normalidad, porque justamente es normal utilizar nuestro idioma en un acto solemne. Pero sea por cobardía, por dejadez, por ineptitud o por falta de sutileza, se optó por menospreciar el idioma de nuestro país, y no lo hicieron los sospechosos habituales contra el catalán, sino los monjes que tutelan a la patrona de Catalunya. Ahora ya tenemos a la Moreneta bendecida en "cristiano", y adelante con los faroles, que a pusilánimes no nos gana nadie.