Es difícil decidir de qué hablar en una columna semanal con este formato taquicárdico y alrojovivil de la información. Quería hablar de Josep Piqué, cerebro privilegiado con una trayectoria y un estilo que da para explicar dónde estamos. Pero, sin quererlo ni los propios protagonistas, nos hemos pasado en los últimos días hablando de la imitación de la Virgen del Rocío en TV3 —con permiso de la mona de chocolate que representaba a una mujer negra medio desnuda y el trauma de Tarantino con Bambi— y hemos ido tirando del hilo que empezó Teresa Rodríguez, que también da para un artículo vista su reacción de si lo sé no hago el tuit. Hasta que Juanma Moreno, presidente andaluz del PP, ha demostrado que el caso de la imitación de Judit Martín explica por qué el exministro de Exteriores, en paz descanse, acabó dimitiendo como presidente de los populares en Catalunya.

En este mundo de tecnología multitouch —que, como saben en Microsoft, inventó Wifredo el Velloso— todo se puede linkar. De modo que otra de las cosas que puede decirse sobre el caso desde el punto de vista de quienes se han ofendido por el tema religioso —que no es el caso de Rodríguez, partidaria como Willy Toledo de la procesión del Coño Insumiso, pero sí de los obispos catalanes—, es que quizá sea más interesante analizar el documental sobre el Papa que se puede ver en Disney: un chico que ha sido víctima de la pederastia recibe explicaciones poco convincentes por parte de Bergoglio. Pero ha resultado que hemos visto dos cosas inéditas en las redes que han superado al jefe de los católicos por elevación: al Dalai Lama pidiendo a un niño que le chupara la lengua y un comunicado a las redes de Tenzin Gyatso.

En Catalunya unos hacen ver que son muy, muy ambiciosos nacionalmente y en España sacan a pasear la catalanofobia para obtener votos

Ante todo esto, y a pesar de que quizás ahora mismo los catalanes están más preocupados por la sequía, el Govern ha salido a explicarnos su propuesta de ley de la claridad, que no está ocupando, precisamente, demasiado espacio en el debate. De modo que me he distraído con la información que dice que en agosto llegará a España la opción de comer desnudo un menú vegano con desconocidos, al módico precio de 80 euros. Lo organiza The Füde Dinner Experience, bajo la inspiración de la artista y modelo Charlie Ann Max. Son cenas para 25 personas, que duran entre 4 y 5 horas, con un menú diseñado para ser una experiencia “holística y transformadora”. Los asistentes, antes de sentarse a la mesa, bailan desnudos, para seguir con una meditación. No sé si tibetana. La inspiradora dice que la unión de los alimentos de origen vegetal, el arte y la desnudez son una combinación ideal para encontrarse a uno mismo y quererse. Quizás sí, pero no le auguro mucho éxito, vistas experiencias anteriores de restaurantes nudistas. Se habló mucho de uno que abrió en Tenerife, el Innato, donde pagabas 70 euros y tenía un “final feliz”: comer el postre sobre el cuerpo uno de un hombre o una mujer. A elegir. Duró dos meses. En Londres abrió The Bunyadi, con 33.000 personas en lista de espera, pero ya ha cerrado. Como el O’Naturel de París.

Y es una lástima porque tiene una ventaja. Como estás sentado con el culo, literalmente, pegado a la silla, puedes decir que estás incómodo y te ahorras lo peor de toda comida: la sobremesa. Así no debes dar tu opinión sobre las monas, Bambi, la Virgen, el Papa y el Dalai Lama. Pero, sobre todo, puedes hacer una larga siesta y esperar a que acabe el suplicio electoral que siempre consiste en lo mismo: en Catalunya unos hacen ver que son muy, muy ambiciosos nacionalmente y en España sacan a pasear la catalanofobia para obtener votos. Esto sí que es un vía crucis.