Ahora no recuerdo en qué libro, pero Zizek dice provocativamente en algún sitio que la democracia se colapsará el día que los ciudadanos se rebelen contra los políticos y no vayan a votar. Antes de que eso pueda pasar, si no sale una oposición capaz de elevar el discurso y de combatir los gobiernos hablando como si no existieran, podría ser que los políticos se quedaran mudos.

Las imágenes de Oriol Junqueras y de Joaquim Forn en la prisión, publicadas en el Ara, apuntan a la posibilidad de un sistema político basado únicamente en el símbolo y la gesticulación. Incluso las mentiras necesitan tener alma. Rajoy, que era un excelente parlamentario, un señor de conversación amena y de largas sobremesas, acabó sus días casi mudo, aferrado a la negación de todas las evidencias.

Cuantas más evidencias negaba, más idiota parecía, pobre Rajoy, hasta que hubo un día que dejó casi de hablar. Cuando ya sólo le quedaba alma para decir la verdad calló para salvar España, y ahora tenemos un presidente que directamente no sabe hablar, que es una fachada vacía, pero aparentemente perfecto, que encaja con la idea frívola y estúpida que los españoles se han hecho de la democracia.

En Catalunya, los políticos pronunciaron discursos líricos hasta el 1 de octubre. Después, con la represión española como excusa, pudieron hacer todavía algunas demostraciones retóricas. La gente los escuchaba porque la gente empatiza fácilmente con el dolor y con la mentira. Pero la mentira tiene un límite y las cartas de Junqueras des d'Estremera cada día eran más ridículas y hacían perder más votos en ERC e incluso al conjunto del independentismo.

No es extraño que el Ahora publique las imágenes de los políticos encarcelados, en vez de investigar porque el cónsul honorario de Israel, José Antonio Sánchez Molina, que fue militante de Fuerza Nueva y es consejero de La Caixa (y abogó por cuestiones delicadas hasta hace pocos años), trabaja para los servicios jurídicos de ERC desde hace tiempo. Violar los derechos de los presos políticos sirve para evitar que los dos grandes partidos soberanistas, ERC y PDeCAT, tengan que responder de sus mentiras.

La función de títeres ha llegado a un punto tan grotesco que en el nuevo régimen que se perfila en Catalunya, ERC tiene que alzarse como el gran partido de Orden catalán. Para ampliar la base de la mentira autonomista, Junts per Catalunya tiene reservado el papelote de partido indígena, motivo por el cual se ha nombrado a Quim Torra presidente. Alguien tendría que preguntarle si todavía se considera un catalán nacionalmente castrado, es decir, inofensivo, como predicaba cuándo le conocí.

La gesticulación, por lo tanto, es imprescindible. Y el silencio. Porque cada vez que los políticos del proceso abren la boca pierden un votante y podrían aparecer nuevos partidos que hicieran inviable la comedia. La unidad española se ha convertido en una obra de artesanía, como las viejas películas del cine mudo. Los presos políticos están tan atrapados por las inversiones vitales que han hecho que ya sólo pueden callar y trabajar para la unidad de España. Si dijeran la verdad el Estado estallaría.