Este sábado, de hecho, la madrugada del domingo, dormiremos una hora más; cosa que tendría que ser una buena noticia porque en general dormimos demasiado poco. También mal. Hemos hecho, en nuestra sociedad, grandes aprendizajes colectivos sobre diferentes aspectos de nuestra vida, de hecho, de la manera como vivimos, que tienen una gran afectación en nuestra salud. Pienso, por ejemplo, en el tabaco, en el alcohol y también, aunque de otra manera, en lo que es bueno que comamos y en lo que no; pero nos hemos dejado el sueño atrás.

No tenemos suficiente conciencia, aunque empezamos a ponerlo en la agenda colectiva, de la importancia que tiene dormir suficientes horas y la afectación, aparte de otros factores, que tiene en nosotros la hora. Me refiero a la organización horaria colectiva, por eso os propongo que esta semana la comparéis con la próxima y si puede ser la siguiente, porque el día 29 se hará el cambio de hora. Estrenaremos, una vez más, el horario de invierno.

En la ordenación social del tiempo me parece que hemos adelantado como sociedad en la idea de que no hace falta —de hecho, que es más que recomendable, imprescindible— marear más la hora. Es decir, que tenemos que dejar de hacer los dos cambios de horario que tenemos programados cada año para distinguir lo que denominan horario de verano del horario de invierno. Este es un consenso al cual se había llegado a nivel europeo justo antes de la pandemia de la covid-19 y que esta —y lo digo figuradamente porque no ha tenido nada que ver con la hora, pero ha sido la excusa para dejarla por el camino— no permitió avanzar más.

Observad si os va mejor levantaros cuando amanece o hacerlo a noche cerrada todavía. La ciencia tiene claro que si lo hacemos cuando todavía no ha amanecido le pedimos un sobre esfuerzo en el cuerpo que arrastramos toda la jornada

Ahora bien, con respecto a cuál es el horario adecuado para vivir, en el caso del Estado español —la competencia no la tenemos traspasada a Catalunya—, hay mucha más disparidad; está lejos del consenso y lo que es peor, una gran parte de la ciudadanía abraza con deleite el horario de verano. A pesar de que la recomendación de los expertos y expertas basada en las evidencias científicas de diferentes tipos, también las que tienen que ver con el sueño, recomiendan todo lo contrario; justamente el horario de invierno. Horario que ahora empezaremos de nuevo y hasta el 23 de marzo de 2024, si no hay cambio político al respecto, y que es el que le conviene más a nuestra buena salud.

De aquí la propuesta hecha más arriba, aparte del mareo con el cambio, observad si os va más bien levantaros cuando amanece o hacerlo a noche cerrada todavía. La ciencia tiene claro que si lo hacemos cuando todavía no ha amanecido le pedimos un sobre esfuerzo al cuerpo que arrastramos toda la jornada y que tiene efectos también a medio y largo plazo en nuestra salud. Ciertamente, las exigencias laborales de todo el mundo y en todo el país no son las mismas. Hay, incluso, quien trabaja de noche en todos los casos y tiene que dormir de día, pero más allá de eso, en general, tener todo el año este horario de invierno es lo que más nos acerca a lo que nuestra biología necesita. No olvidemos además que este tampoco es todavía —cosas de los políticos y las políticas— el horario ideal, porque no nos estamos rigiendo por el meridiano que toca.