El procesismo ha conseguido colocar a una amiga de Pedro Sánchez a la presidencia del Congreso a cambio que se pueda charlar catalán desde la tribuna de oradores. Dejádmelo pasar por la traductora del realismo político: los partidos catalanes presumirán del enésimo salto (inútil, por otra parte) en la evangelización plurilingüística de España, mientras ellos mismos permiten que el catalán se reafirme en la minorización a Catalunya o, como pasa directamente en muchos lugares del país, ya esté plena e inexorablemente sustituido por el español. Para decirlo de una forma más comprensible; la cosa sería equiparable a predicar vegetarianismo fuera de casa y cardarse un buen entrecot cuando llegas a cenar. Nuevamente, nuestros representantes deben creer que somos un grupo de bobos o, por motivos indemnes, todavía deben querer engordar más la cuota de abstencionistas a los nuevos comicios.

Al fin y al cabo, quizás tienen motivos para seguir tirando porque, si el ciudadano se dedicara a ejercer sus deberes (y a consultar de vez en cuando el Idescat; ya sé que da un palo terrible), vería cómo, a la última Encuesta de usos lingüísticos de la población, se dice que nuestra lengua es la inicial de conversación en un raquítico 29,2% de los casos. El dato es todavía más espantoso si se cala a delgaducho en las diferencias entre las edades de los encuestados, que van del 40,3% de la gente de más de ochenta años al 32,3% de los jóvenes adolescentes. Nuestra lengua no solo exhala en retroceso sino que, según cuenta el mismo ente en un estudio sobre TIC, el porcentaje de conciudadanos de entre 16 y 34 años que utiliza casi siempre o siempre el catalán ha descendido un 27% en el ámbito de la mensajería móvil. La lengua envejece, en definitiva, y no consigue infiltrarse a los medios de uso masivo.

Es un hecho de una hipocresía oceánica que se trafique así con nuestra lengua y ya tiene cojones que nuestros diputados tengan la mejilla tan marmórea a la hora de presumir de apóstoles del catalán en las Españas cuando no tienen ningún problema delante de la bilingüización del país

Pararé aquí los datos, porque no tengo la intención de meteros el domingo patas arriba (si focalizamos la cosa en Barcelona y más todavía en barrios como el mío, Ciutat Vella, ya podríamos ir llamando al sepulturero). Solo haré constar en acta que estas dolorosísimas cifras ya constaban en los estudios anteriores del Idescat y que la propia administración catalana no ha hecho nada para paliarlas, más allá de presentar grandes planes de educación, planes de lectura de libros que se han demostrado ineficaces. Pues bien, mientras todo eso sucede, veremos como en Rufián podrá dirigirse en catalán bien satisfecho a los votantes de Vox (pobrecito mío, tendrá que aprender!) o la Nogueras iniciará la campaña electoral de los inmediatos comicios que nos esperan citando a Salvador Espriu sin que la Batet de turno le pueda apagar el micrófono. Los mismos responsables de la bajada del catalán, en definitiva, osarán exhibirlo como una putilla.

El independentismo, desdichadamente, enmascara su supina incompetencia doméstica haciendo bolos en Madrid con el único objetivo de marcar paquete delante de la derecha y de acabar, como siempre, salvando el culo a Pedro Sánchez. Es un hecho de una hipocresía oceánica que se trafique así con nuestra lengua y ya tiene cojones que nuestros diputados tengan la mejilla tan marmórea a la hora de presumir de apóstoles del catalán en las Españas cuando no tienen ningún problema delante de la bilingüización del país. Afortunadamente, las elecciones se repetirán muy pronto (porque diría que Sánchez no tiene mucho interés en promover la autodeterminación de Catalunya) y podremos engordar todavía más la abstención que merecen tantos impostores de triple moral. El catalán se les carda, créeme: ¡solo quieren decir "¡Buenos días, Congreso!" para que les tengas confianza. Ellos, que no han hecho nada para que te respondan "buen día" en tus calles.

Todavía nos falta mucho jabón para tanta ropa sucia.