Cuando hace dos domingos la ciudadanía nos acostábamos tarde mirando resultados por la tele y creyendo que venía una cierta tregua electoral —qué largas y pesadas se hacen las campañas, marededéusinyó— y cuando ya teníamos la cabeza en la verbena de San Juan, poco nos podíamos imaginar que, probablemente a la misma hora, en algún despacho de La Moncloa todavía había una luz encendida, maquinando la inesperada maniobra de respuesta.

No salimos de una campaña que ya estamos en precampaña de los siguientes comicios. Según cómo, ya podrían dejar colgados los carteles en las farolas y no imprimir más prograganda, ni hacer más buzoneo. Total, ya sabemos quién es quién y no nos lo leeremos mucho por no decir nada. Nos ahorraríamos un gasto innecesario y cada vez más inútil. A veces me pregunto qué pasaría si un partido (o más) decidiera presentarse, pero no hacer campaña ni malbaratar.

Todavía con la lengaña colgando y con todos los pactos municipales por decidir, aquel lunes de resaca electoral el presidente español, Pedro Sánchez, soltaba la bomba y tumbaba el tablero. La Melero todavía tiene la boca abierta, a la Barceló le dura el enfado, la Rosel todavía lleva las manos en la cabeza y el Cruanyes ya ha tenido que anular la reserva en la casa rural que tenía apalabrada en Horta de Sant Joan. Eso por citar solo algunos ejemplos de periodistas. Pero si nos hubieran hecho una foto al resto de mortales, seguramente la expresión o la reacción sería similar.

Con el sonsonete de que viene el lobo, nos vuelven a convocar a unas elecciones españolas para que paremos la subida de la derecha y la extrema derecha, apelando a una supuesta responsabilidad. Y nos lo piden los mismos que, cuando les interesó para ir contra el independentismo, le dieron pescadito a los partidos que ahora han subido como la espuma y que amenazan con aquello de Una, grande y libre como única consigna posible. El único argumento que nos dan es el del miedo y aquello de que si tú no vas, ellos vuelven (usado, por cierto, ya hace más de 15 años). Que de acuerdo que todo vuelve, pero eso no haría falta.

Basta de chantaje emocional, de usar el argumento del miedo o de intentar hacernos sentir culpables como si la población fuera tonta

Ahora resulta que tenemos que ir a sacarles las castañas del fuego a los del A por ellos, a los del 155 o a los que nos dijeron que los catalanes habíamos despertado el fascismo. Quizás ya basta de chantaje emocional, de tener que hacerles el trabajo a los que no solo no lo hacen, sino que lo hacen mal. Y quizás ya basta también de intentar hacernos sentir culpables, como si la exigencia no fuera con vosotros —que tenéis cargos institucionales y estáis para eso—, como si la población fuera tonta.

Con lo panorama nacional y estatal, tendría que empezar a normalizarse la abstención como opción de protesta legítima, para actuar en defensa propia, para que nadie se apropie fraudulentamente de nuestro voto. Hace falta dejar de señalar a los que la escogen como mejor, cada vez son más y muchos ya nos lo planteamos seriamente. En las últimas municipales en Catalunya se quedaron en casa casi la mitad de los llamados a las urnas (un 44,5%). Si la abstención computara, sería la fuerza más votada por todo el país. Propongo, a partir de ahora, hacer constar la abstención en los gráficos, en color negro. Quizás así sería evidente la desconexión de los electores.

Por otro lado, el president Aragonès hace un llamamiento a la unidad y reclama un frente democrático para defender Catalunya el 23-J. ¡A buenas horas! ¿Con quién y para hacer qué? La mejor manera de defender Catalunya es la independencia, a la que parece que este gobierno ha renunciado. Ahora, después del porrazo de las municipales, todo son prisas. Que empiecen a tratarnos como adultos. Y si la semana pasada empezábamos esta sección con una cita de Joan Fuster, ahora usamos otra para acabar: "O nos recobramos en nuestra unidad o seremos destruidos como pueblo". Pero la unidad que sea para marcharse de España, no para apuntalarla.