Miquel Buch, quien fue Conseller de Interior en el primer Gobierno post-1 de Octubre, afronta ahora una pena de prisión de seis años y de inhabilitación de por vida. ¡27 años! Según la Fiscalía, contrató a un agente de los Mossos d'Esquadra como asesor, una contratación que en realidad encubriría —presuntamente— un servicio de escolta a Carles Puigdemont en Bélgica.

Es curioso que el principal damnificado de este asunto, Miquel Buch, fuera destituido fulminantemente por el presidente Torra, el cual lo sustituyó por Samper. Acto seguido, el nuevo conseller de Torra restituyó al Mayor Trapero. Ya fuera de la política, en una intervención en can Basté, el exconseller Samper sembró todo tipo de dudas sobre el exconseller Buch y lo que había sido su entorno. Samper, aquel día, también dejó a la altura del betún el cuerpo de Mossos d'Esquadra, y aunque se tuvo que desdecir al día siguiente con la boca pequeña, no pareció muy arrepentido.

La Fiscalía apunta indicios contra Buch. Pero no ha aportado ninguna prueba de cargo. Tampoco el principal testigo de la Fiscalía, el intendente Rodríguez, próximo al exmayor Trapero. Rodríguez admite no tener ninguna prueba concluyente, pero mantiene la tesis de que estamos ante un delito de prevaricación. Cabe decir que tanto Rodríguez como Trapero fueron destituidos por el conseller Joan Ignasi Elena, una decisión muy protestada —entre otros— por el exconseller Espadaler, ahora en las filas del PSC. Espadaler es el hombre que, en su día, promocionó a Trapero a comisario que, camino del 1 de Octubre, sería ascendido por Puigdemont a Mayor, una decisión personalísima que el presidente justificó con un 'lo he mirado a los ojos y me lo he creído'. Trapero, como otros comisarios, tenía un buen currículum. Lo que no pareció tener es sentido de la discreción al compartir públicamente fiestas y guitarra con quien lo había nombrado.

A Miquel Buch le hicieron un sentido homenaje en Premià, justo antes del juicio que ahora tiene en marcha. Acudieron, entre muchos otros, los presidentes Pujol y Mas. Quien no apareció fue el presidente Torra, que tampoco se presentó en las puertas del Tribunal Superior de Justicia a mostrarle su solidaridad. El presidente Torra debía tener que atender vitales cuestiones de país al frente de la Oficina de expresidente autonómico que regenta. Lo primero es lo primero, se debe ser diligente.

A Miquel Buch le hicieron un sentido homenaje en Premià, justo antes del juicio que ahora tiene en marcha. Acudieron, entre muchos otros, los presidentes Pujol y Mas. Quien no apareció fue el presidente Torra, que tampoco se presentó en las puertas del Tribunal Superior de Justicia a mostrarle su solidaridad

El otro acusado es un agente de los Mossos, Escolà, que está impedido físicamente para hacer de escolta. Puigdemont lo describió como un gran patriota, cuestión que nadie había puesto en duda. También tiene que ser un buen policía, aunque la virtud de la discreción tampoco lo haya acompañado. Decía Francis Bacon que la discreción es una virtud sin la cual las otras dejan de serlo.

Es curioso que finalmente quien ahora pueda pagar con prisión una decisión patriótica sea un hombre que, como Quim Forn, ejerció su cargo con lealtad y sirviendo un ideal. Cabe decir que con más discreción que vanidad. Y sin aspavientos. En un momento muy complejo. Las protestas que siguieron el juicio del Supremo a los presos del 1 de Octubre pusieron a prueba las inevitables contradicciones. Para otros, en cambio, el tema de la discreción y el comportamiento deben ser valores decadentes, visto que desde sus atalayas no han cesado de blandir la estelada con tanta furia que hay que vigilar que no arranquen un ojo a los que están más cerca.

La Fiscalía no acusa a Buch de haberse embolsado ni un euro, sino de querer ayudar al presidente exiliado que exigía un servicio de protección —de acuerdo con aquello que le correspondería como expresidente— pero que la Generalitat no podía prestar porque tenía encima la amenaza de los intérpretes del Código Penal. Es eso, en definitiva, tanto como eso.