El exconseller Sàmper irrumpió a escena para mojar pan en la polémica orquestada por la destitución del comisario jefe Estela.

A Sàmper le habría gustado seguir en Interior. La vanidad es humanamente comprensible hasta que se convierte en rencor. Y ridícula. Ahora es meridianamente claro que Sàmper no digirió nada bien su relevo si no, no se explica que fuera a can Basté a echar mierda.

Su actitud se ha revelado como la de un hombre resentido que aprovecha la ocasión para expiar a sus demonios sin tapujos con tanta o más irresponsabilidad que frivolidad.

Sàmper fue nombrado por el presidente Torra y a fe de Dios que da notables muestras de su torrismo cuando exige a los demás que hagan aquello que pudiendo hacer él, nunca ni remotamente hizo. Es la misma insolvencia de retórica vacía que, en este caso, se acentúa porque extiende sospechas y siembra dudas infames sobre el cuerpo de Mossos d'Esquadra. Al menos Torra —que sigue bien caliente de chaleco— solo se hacía ver.

La cuestión es que el torrista Sàmper hizo suya la tesis del socialista Salvador Illa que no tuvo ninguna ocurrencia más en su día que hacer de altavoz del intendente Rodríguez 'el Egipcio', hombre que fue sustituido por el conseller Elena al optar este por Ramon Chacón al frente de Investigación Criminal.

Más resentimiento. En este caso de un mando del núcleo duro del plenipotenciario Trapero, un hombre poderoso e influyente como ningún otro que fue nombrado comisario en 2013 por el conseller Espadaler, hoy en las filas de Illa.

¿En qué pensaba Sàmper cuando para apuntarse al pim pam pum contra Elena apuntó actitudes delictivas en el CME que él mismo había dirigido políticamente hace poco más de un año?

El exconseller Buch hizo un repaso antológico a Sàmper en el Fax de 8TV. Excepcional. Cierto que el torrista Sàmper se lo había puesto fácil. Pero hay que admitir que Buch evidenció un rigor que por sí solo ya lo hace grande delante de un Samper que se hizo tan pequeño como la verborrea que malbarató en una intervención radiofónica que pretendiendo tirar una pedrada a su antecesor —y de rebote a su sucesor— lo ha cubierto de aquella gloria efímera que al final se te gira en contra.

¿En qué pensaba Sàmper cuando para apuntarse al pim pam pum contra Elena apuntó actitudes delictivas en el CME que él mismo había dirigido políticamente hace poco más de un año?

¿Pero cómo se le ocurrió —precisamente a Sàmper que además es penalista— sumarse a una bola de nieve para generar la sensación de que mandos del CME y consellers estaban urdidos en prácticas delictivas?

Pero en qué cabeza entra esta praxis que, además, obliga a una pregunta: ¿Por qué Sàmper como conseller no hizo nada de nada si creía que existían prácticas corruptas en Interior?

Que se explique ya o aporte algún tipo de prueba. Y si es así que vaya corriendo a los juzgados a presentar denuncia y acto seguido pida perdón por hacer lo que no hizo cuando tocaba. O en defecto que calle porque ahora ya cualquier palabra está de más.