Basta con ver los debates entre Pedro Sánchez y el jefe de la derecha europea, ese alemán que tiene nombre de diccionario, para darse cuenta de que el Círculo Ecuestre ha comprado una figura con instinto de matador para catalanizar España. Sánchez entiende las cosas a la primera y el mundo del ABC se lo pone fácil con sus procesiones y sus homenajes a Carrero Blanco. 

Igual que Enric Juliana, el líder del PSOE ha entendido que España vive un momento catalán y que los intereses de Europa le dan un margen colosal para aprovecharlo. Sánchez le pregunta al jefe de la derecha europea si es partidario de bautizar las calles de Berlín con el nombre de nazis ilustres porque sabe que la herencia franquista del estado español es un obstáculo para la integración del continente, sobre todo mientras Catalunya exista.

Los conflictos entre Barcelona y Madrid han cogido una importancia desmesurada para el futuro de Europa, como ya ha pasado otras veces. Los catalanes nos volvemos a encontrar en medio de la política internacional sin nadie que nos represente, y lo único que podemos hacer es intentar defendernos a través de figuras interpuestas. Bruselas necesita a Sánchez para conducir el proceso de integración europea y Sánchez necesita Catalunya, pero los catalanes también necesitamos una Europa que se aguante para no hacernos daño.

El win-win de Artur Mas no servía para hacer la independencia, pero sirve para resistir y para ir desnudando a los castellanos de su estado mahometano, a través de Europa y del realismo descarnado de Sánchez. Gracias a los señores del Círculo Ecuestre, que necesitan Madrid para controlar su propio país, Sánchez ha podido acordar con Bruselas de mantener la unidad del Estado a cambio de poner la soberanía española al servicio de la integración europea. No lo estamos haciendo tan mal, los exvotantes de CiU.

El líder del PSOE no hará con España y Europa el que Cavour hizo con el Piamonte e Italia, pero sí que se le tiene que reconocer cierto sentido de la grandeza. Sánchez ha entendido que no se puede ir contra la lógica de los tiempos y que la integración europea es más importante que los intereses de la clase dirigente que ganó la Guerra Civil, y todas las guerras internas desde hace 400 años. No es que se la quiera cargar, como querían Companys o el general Prim; pero no hará nada para defenderla. 

Se está amasando un cambio histórico muy profundo, y tenemos que procurar que la catalanización de España no comporte la castellanización final de Catalunya

Esto no quiere decir que Catalunya lo tenga todo pagado, ni que el PSC sea la nueva panacea del país, al contrario. Viene una época difícil porque Europa ha empezado a jugar al juego de las sillas y los catalanes nos hemos convertido en una moneda de cambio muy barata. Estamos en la base de una cadena trófica tremenda: los chicos del Círculo necesitan al pueblo catalán para poder comprar a Sánchez, Sánchez necesita a los chicos del Círculo para poder comprar España y Bruselas necesita España para poder comprar Europa, sobre todo ahora que la Gran Bretaña ya no está. 

De momento, lo único que el país puede hacer es aprovechar que las alternativas son peores para ir subiendo el precio sin dejar de salir a cuenta. Me temo que, en los próximos años, tendremos que tener presente la destrucción de Gaza y de Ucrania y no perder de vista que la gran diferencia entre Sicilia y Catalunya es que, durante el siglo XIX, Barcelona se puso del lado de la modernidad, en vez de intentar liberarse por la fuerza. La integración europea disuelve la tradicional capacidad coercitiva que el Estado tenía cuando los Pirineos eran más altos, pero también nos deja a merced de poderes más lejanos y abstractos 

Se está amasando un cambio histórico muy profundo, y tenemos que procurar que la catalanización de España no comporte la castellanización final de Catalunya. La corte de Madrid ya no se puede imponer a solas en España y por eso Sánchez sabe que puede aceptar la amnistía de Puigdemont y pactar el gobierno de Navarra con los defensores de ETA. El problema es que los señores del Círculo Ecuestre son como estos periodistas de la patronal que un día te hacen un artículo elogiando la Barcelona modernista y el día siguiente te aseguran que Santa Maria de Mar es una iglesia románica. 

Quizás, si la Europa de Sánchez sale bien, podremos enviar los culos inquietos del país a trabajar a Bruselas y a Madrid, mientras volvemos a reconquistar la nación por debajo, como en los mejores tiempos del franquismo o de los militares decimonónicos. Tendremos que hacer auténticos juegos de manos porque el oscurantismo no nos meta un último golpe de cola y el progreso no nos caiga encima de la cabeza.