Los británicos decidirán el 23 de junio si su país seguirá en la Unión Europea o la abandonará. Si la decisión es salir, tendrá múltiples y profundos efectos negativos para la economía británica, para el bienestar de sus ciudadanos y para su posición en el mundo. Por mucho que se empeñen los partidarios del Brexit, una Gran Bretaña aislada de Europa no sería más fuerte en el orden mundial, sino más débil. Lo tiene claro el gobierno de los Estados Unidos, que es su primer socio y aliado y apoya enérgicamente la permanencia. 

También sería internamente desestabilizador: a la ruptura con Europa seguiría una más que probable fractura territorial, porque los líderes escoceses ya han anunciado que esa decisión sería motivo suficiente para exigir la repetición de su propio referéndum de independencia y, obtenida ésta, pedir el ingreso de Escocia como nuevo miembro de la UE.  

La salida de Gran Bretaña sería la puntilla para el proyecto de unidad europea. La UE comenzó a suicidarse con una estrategia equivocada ante la crisis económica que profundizó y prolongó la recesión y abrió una sima entre los países del norte y los del sur. Ha continuado con la traición a sus principios fundacionales, cuya expresión más escandalosa es la vergonzosa gestión de la crisis de los refugiados y el vergonzante acuerdo con Turquía. Y en su actual debilidad no soportaría el golpe del abandono de Gran Bretaña. Si en su día se consideró que la eventual salida del euro de un país menor como Grecia pondría en peligro el edificio entero, esto sería infinitamente más dañino. 65 años de construcción europea tirados a la basura en un solo día.

La salida de Gran Bretaña sería la puntilla para el proyecto de unidad europea

También afectaría a todos los equilibrios geoestratégicos del inestable orden internacional. Hablamos de un país clave en el sistema financiero global, de la tercera potencia nuclear, con asiento permanente y derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y con un papel importante en varias de las zonas más conflictivas del planeta, empezando por Oriente Medio.

Divagando sobre estas cosas durante un reciente vuelo entre Londres y Barcelona, me pregunté: si los catalanes pudieran participar en el referéndum británico, ¿qué votarían? Como la mayoría son gente sensata, me dije, verían claramente que la ruptura con Europa es un disparate y votarían por la permanencia. Y los independentistas catalanes, ¿qué opinarán sobre el Brexit, más allá de aplaudir el “derecho a decidir”? ¿Recomendaría Artur Mas al pueblo británico que rompa con Europa con el mismo fervor con el que alienta al pueblo catalán a romper con España? El caso es que todos los males que se derivan de desconectar al Reino Unido de la Unión Europea pueden trasladarse, corregidos y aumentados, a la desconexión de Catalunya del Estado español –lo que implica la salida de la UE, y espero que no insistan en insultar la inteligencia de la gente con el cuento chino de que no hay relación entre una cosa y la otra.

Hay varias circunstancias agravantes en este caso: primera, que la Unión Europea es una construcción política mucho más reciente que España. Segunda, que los vínculos entre Gran Bretaña y la UE son mucho más tenues que los que unen a Catalunya con el resto de España. Y tercera, que Gran Bretaña dispone de recursos para sostenerse y sostener a su gente fuera de la UE que de ninguna forma tendría Catalunya para subsistir y progresar si rompiera simultáneamente con España y con la propia Europa.

Todos los males que se derivan de desconectar al Reino Unido de la Unión Europea pueden trasladarse, corregidos y aumentados, a la desconexión de Catalunya del Estado español

Y si para cualquier persona razonable de Catalunya (incluidos, que ya es decir, los dirigentes políticos del independentismo) es fácil ver que los perjuicios del aislamiento británico son muy superiores a cualquier ventaja real o imaginaria, ¿cómo es que no pueden o se niegan a ver esa misma realidad cuando se trata de su propio país?  

“El corazón tiene razones que la razón no comprende”, escribió Pascal. Pues será eso, tiene que ser eso. El hecho es que hay millones de ciudadanos británicos que están dispuestos a precipitar a su país en el abismo de desligar su destino del resto de los europeos y hacer del Canal de la Mancha un muro separador. Y no hay nada racional que permita sustentar semejante atentado a sus propios intereses nacionales. Quizás muchos de esos mismos “separatistas” británicos estén contemplando con estupor e incomprensión el intento secesionista de Catalunya respecto a España.

Y es que hay pocas cosas en la vida de los pueblos que cieguen tanto como la pasión nacionalista. La resurrección de los nacionalismos está destruyendo la Europa que siempre hemos deseado de la misma forma que los nuevos populismos pueden llegar a destruir la democracia representativa.

Hay pocas cosas en la vida de los pueblos que cieguen tanto como la pasión nacionalista

Estamos constantemente ante manifestaciones diversas del célebre trilema de Rodrik. En el siglo XXI, explica el economista de Harvard, hay que elegir entre dos de estos tres conceptos: globalización económica, democracia política y soberanía nacional. No se puede tener las tres cosas a la vez y con la máxima intensidad, al menos una de ellas tiene que ceder.

China y Rusia, por ejemplo, han elegido la dupla soberanía+globalización, sacrificando la democracia. Los populismos latinoamericanos tipo Kirchner afirman fieramente la soberanía en un marco de democracia política, pero ello los descuelga de la economía global y los condena al atraso y a la autarquía. Los europeos elegimos el camino de renunciar voluntariamente a partes importantes de nuestras soberanías nacionales a cambio de fortalecer la democracia y beneficiarnos de un espacio económico común conectado al resto del mundo. Tras esa elección late la convicción racional de que la libertad y el progreso de los hombres es más importante que cualquier patria. Para llegar a ella hubo que pasar por dos hecatombes bélicas y varias dictaduras sanguinarias en nuestro continente.

Eso es precisamente lo que ahora pone en peligro este resurgir de los nacionalismos. El impulso emocional que conduce a muchos británicos a autolesionarse buscando un futuro incierto fuera de Europa no es esencialmente distinto al que impulsa a muchos catalanes de buena fe a creer que puede salir algo bueno de la aventura secesionista que les proponen.

El 'Brexit' y el 'Cataexit' son igualmente desastrosos

El Brexit y el Cataexit son igualmente desastrosos. Pero la razón que nos muestra esta evidencia nos dice también que hay muchas razones políticas, históricas y culturales que justifican la singularidad de Gran Bretaña dentro de Europa, y lo mismo sucede con Catalunya dentro de España. Negarse a reconocer lo segundo es tan cerril como  ignorar lo primero.

Con estas cuitas, imaginé un futuro en el que se pudiera despegar en Londres y aterrizar en Barcelona sin pisar suelo de la Unión Europea, y sentí un escalofrío. Si sucede, prefiero no verlo.