Imagino que el tema del que me ocupo hoy tendrá partidarios y detractores: yo me encuentro entre los segundos, y voy a intentar explicar por qué la nueva idea de la consellera Verge me parece una solemne tontería ineficaz, discriminatoria y en su mayor parte antiecológica, dicho ello con el mayor respeto.

La consellera dice que es un derecho universal el de la equidad menstrual. Y obviamente es, como tantos otros gastos ineludibles, un factor que separa a quienes pueden y no pueden permitirse pagarlo. Por supuesto, tal carencia se puede dar con las compresas para personas menstruantes (las llaman así para no ofender a las mujeres que se creen hombres y a pesar de ello menstrúan y a los hombres que se creen mujeres, pero que, aun empeñándose, no pueden menstruar). Pero dicha carencia también se puede producir en quienes tienen el suelo pélvico hecho unos zorros y eso les provoca incontinencia urinaria (un enorme porcentaje de las mujeres que ya no menstrúan) o en quienes antes de menstruar ya se hicieron pipi encima: todos los bebés, tengan uno u otro sexo, a quienes sus cuidadores tienen que envolver en unos pañales mucho más costosos que las compresas. Del mismo modo, todo aquel hombre o mujer que no quiera tener barba y ya le asome en la cara sabe lo que cuestan los artilugios de afeitado. Y finalmente, no hablemos del gasto que supone evitar la peor y más universal discriminación, la de oler mal y no poder gastar dinero en desodorantes.

La lista de carencias solventables con dinero, universales en colectivos o edades y algunas de ellas más graves y continuas que la menstruación sería inacabable… pero esas discriminaciones parecen importar cero a la consellera que, además de los feminismos, se ocupa de la igualdad, según reza el rótulo de su cargo. Por si a alguien se le ocurre aducir que la justificación es que no puede paliarlas todas, vayamos a la ineficacia y la falta de sensibilidad ecológica de la medida.

Es pobre quien no puede afrontar los gastos básicos de la supervivencia cotidiana, aquellos que le equiparan en oportunidades con el resto

Son tantas las pobrezas que afectan a los pobres que poner un adjetivo para cada una de ellas me parece un insulto: pobreza energética, menstrual, higiénica, estética, habitacional u odontológica, todas ellas afectan a nuestra dignidad y se resumen en una idea más fácil de transmitir: es pobre quien no puede afrontar los gastos básicos de la supervivencia cotidiana, aquellos que le equiparan en oportunidades con el resto. Cuando la consellera de feminismos variados (fuente, por otra parte, ese plural de luchas enconadas entre los partidarios de uno u otro tipo de feminismo para jolgorio de sus críticos), cuando la consellera, digo, vio que resultaba injusto pagar las compresas a mujeres ricas, decidió cambiar el motivo y ahora dice que lo que quiere (¡lo que ella quiere!) conseguir es que las mujeres sepamos qué tenemos entre las piernas o que una compresa de celulosa es menos ecológica que lavar una reutilizable. ¡Acabáramos! Pero la cosa entonces aún resulta peor.

Recuerdo las primeras conversaciones que en la escuela teníamos de niñas con las más mayores, que nos hablaban de sus primeras reglas: ellas aún vivieron los famosos paños de nuestras abuelas, lavados y puestos a secar al sol, y vuelta a lavar y a secar, en un ciclo sobre el ciclo que aumentaba la ya penosa vida de aquellas mujeres y que fastidiaba enormemente a las más jóvenes. Solo se libraban, imagino, las que tenían chacha. En su día todas esas mujeres celebraron un avance técnico que parecía menor, pero que fue gigante: la celulosa. Utilizarla para hacer compresas y pañales significó una gran liberación femenina, una conquista de tiempo y de autonomía personal. Hoy, gracias a la consellera, a todas sus sucesoras todavía menstruantes (y a las que ya no lo somos) las han hecho sentirse de nuevo culpables por ser libres, porque sus compresas, tampones e incluso salva-slips son, ¡anatema!, un daño al planeta. Vamos, que nuestras abuelas y sus bragas fueron pioneras en el ecologismo, muy a su pesar.

Ah, pero bragas y compresas reutilizables son inventos del TBO en tiempos de sequía y reabren el debate eterno: ¿servilletas de usar y tirar o de usar y lavar? ¿Gastar agua? ¿No sería mejor invertir ese dinero, y más, en investigación sobre el reciclaje de lo que hoy quieren expulsar de nuestras vidas? Claro que siempre pueden obligar a todas las personas que menstrúan a calzarse la copa menstrual, pero entonces definitivamente de lo de la libertad habrá que olvidarse, en este caso precisamente aquellas a las que la consellera dice querer proteger. Porque todo esto en nada afecta a los de siempre, a quienes en eso y en todo tienen el dinero suficiente para pagarse la fiesta.