El territorio es, lisa y llanamente, el suelo que pisa cada día una persona en un lugar determinado. Y el territorio es también, de acuerdo con los diccionarios, un terreno o un pedazo de tierra, cuyo tamaño puede ser muy variable, en el que o vive alguien o hay algo o se hace alguna actividad —o todo a la vez—, que acostumbra a tener entidad administrativa propia o incluso política. Dicho con un ejemplo, los habitantes de la Creu Alta se pasean por el territorio de su barrio, que a su vez pertenece a un territorio más amplio, que es Sabadell, que como ciudad tiene su propio territorio, que a su vez forma parte de otro territorio más grande, que es el Vallès, y este, de Catalunya, y este, de Europa. Y esto es igual aquí y en la China.

Es igual en todas partes, menos en Barcelona. Barcelona, de hecho, se ve que, contraviniendo todas las leyes de la naturaleza, no tiene territorio. Solo hay que oír como cada vez más habitantes de la capital —capital de Catalunya, a pesar de los reiterados intentos por ahora fracasados de socialistas y comunes para que se convierta en segunda capital de España— usan el término y el concepto territorio para referirse al resto de Catalunya que no es Barcelona, y como máximo algún municipio contiguo del área metropolitana, y para contraponerlos. Que si el territorio aquí, que si el territorio allí, que si en el territorio pasa no sé qué, que si en el territorio hay quejas de no sé quién… Los más abonados a esta práctica son los dirigentes políticos y también los profesionales de los medios de comunicación, sobre todo los de TV3, que están tan desbocados que incluso alguna vez han hablado del territorio como si fuera un ser vivo. "El presidente de la Generalitat se ha reunido con el territorio" (sic), llegó a decir un periodista de la televisión catalana que informaba de los daños causados por uno de los temporales, que últimamente asolan a menudo la costa catalana, "en el territorio". Y se quedó tan ancho.

De hecho, de ejemplos de estos en TV3 cada día hay un buen puñado. En los programas informativos es donde más abundan, y de un tiempo a esta parte lo hacen de manera muy especial en los espacios de la previsión meteorológica. Los hombres y las mujeres del tiempo usan el territorio arriba y abajo con total impunidad. Con un mapa de fondo que representa a los Països Catalans, de Salses a Guardamar y de Fraga a Maó, todos juntos hacen auténticos equilibrios para evitar no ya el término de Països Catalans mismo, sino el de Principat o incluso el de país para referirse a Catalunya, por no hablar del olvido casi sistemático de la Franja de Ponent, de la Catalunya Nord y de Andorra, y por descontado también del Alguer. Y en lugar de eso hablan de territorio y de territorios, y en este sentido ha hecho fortuna el eufemismo "el resto de territorios" para nombrar todo aquello que no es estrictamente Catalunya, desde el País Valencià a las islas Balears. Esta dinámica hace tiempo que dura, pero se ha acentuado desde el último cambio de color político que ha habido en el gobierno y en la presidencia de la Generalitat, aunque sea por casualidad o por pura coincidencia.

Como retirar el mapa que hace años sirve de decorado para comunicar la información meteorológica sería demasiado atrevido y provocaría un rechazo frontal de la audiencia, porque lo consideraría un ataque directo a la libertad de expresión, además de una muestra clara de la desnacionalización que pone en práctica Salvador Illa —habrá que ver cómo queda la imagen en los nuevos telediarios que han de empezar a emitirse después del verano—, la solución ha sido hacer como si no estuviera. Y, si no, que se lo pregunten a uno de los últimos hombres del tiempo en salir en la pequeña pantalla, a pesar de hacer años que forma parte de la plantilla de meteorólogos de TV3, Néstor Gómez, que los dos primeros días no se cansó de hablar con toda naturalidad de Països Catalans y el tercero ya dejó de decirlo y, desde entonces, fuera de algún olvido ocasional, no lo ha usado nunca más. Es obvio que alguien le leyó la cartilla para que no continuara por este camino, aunque el desacomplejamiento con el que se comportaba había sido motivo de celebración en las redes sociales. Duró muy poco, sin embargo. Y eso que el libro de estilo de la cadena pública permite el uso de Països Catalans: "Los medios de 3Cat usamos la expresión Països Catalans para referirnos al conjunto de territorios de habla catalana desde el punto de vista histórico, geográfico, lingüístico o cultural".

No solo Barcelona vive de espaldas a Catalunya, sino que a menudo vive en su contra

El punto de vista que falta, el político, es el que se sobreentiende y precisamente el que más molesta a quienes se niegan a aceptar que este es un territorio —ahora sí— diferente, con una historia, una cultura, una lengua, unas tradiciones propias, que no tienen nada que ver con el predominio que Castilla ha ejercido sobre el resto de pueblos de la península Ibérica y que a lo largo de los años ha impuesto con la fuerza de las armas para crear y mantener aparentemente unida esa entelequia que es España. De ahí llora la criatura y de ahí viene que en TV3 y en determinados ámbitos políticos el territorio se harte de ir de aquí para allá para que no fuera el caso de que incomodara a según quién. Más allá de la interpretación en clave política, que en todo caso es la principal, este tipo de práctica tiene una derivada, no por ello menos importante, que consiste en alimentar el discurso que confronta —y enfrenta— a Barcelona con el resto del territorio de Catalunya, y viceversa, y que lo hace desde una óptica absolutamente centralista que lo que esconde es la superioridad moral y el desprecio con que la capital ve y trata al país del que, mal que le pese, forma parte.

Un discurso que pone de manifiesto que, en realidad, Barcelona desconoce el territorio del que tanto habla, como se ha constatado una vez más a raíz de los incendios forestales que desgraciadamente se produjeron hace unos días en las comarcas de la Segarra, la Noguera, el Urgell, el Baix Ebre o la Anoia. De los lugares afectados, los politicastros y la mayoría de locutores de TV3 se ha notado que cuando los pronunciaban les sonaban a chino, porque no tenían idea ni de dónde están ni de cómo son. Aprovechando justamente la circunstancia del desconocimiento, el escritor Francesc Canosa, nacido en Balaguer, capital de la Noguera, tuiteó con toda la intención que "estos días muchos catalanes descubren que hay una comarca en Catalunya llamada la Segarra". Y tiene razón, pero de hecho es mejor que sigan sin descubrirla, no sea que la acaben desfigurando como han hecho con la Cerdanya o el Empordà. Un discurso, además, que no solo denota que Barcelona vive de espaldas a Catalunya, sino que a menudo vive en su contra.

Un discurso, en fin, que responde a la óptica de los habitantes de esta ciudad encajonada entre el Mediterráneo y el Tibidabo, al este y al oeste, y el Besòs y el Llobregat, al norte y al sur —este es justamente su territorio—, que se piensan que detrás de la montaña no hay nada y que el mundo empieza y acaba en el asfalto de Barcelona. Es una concepción completamente urbanita de la sociedad, que venera el ladrillo y el cemento y desprecia todo lo que huela a verde y a vida rural en general, tan respetable como cualquier otra. Afortunadamente, existen muchos otros municipios que, en cambio, no se cansan de reivindicar con orgullo la parte del territorio de Catalunya que les corresponde. Porque esta sí que es una buena manera de entender qué es el territorio.

¡Bienvenidos al territorio!