¿Te imaginas que el presi se saca la chorra y decide volver? ¡Sería la rehostia! ¿Y a los españoles, qué cara les quedaría, pobrecitos? Últimamente, todos habréis escuchado a alguna persona humana que, alegremente y en la sombra de una botella de Wild Turkey, se atreve a especular con un retorno del 130 al Parlament para asistir a la investidura. La noche es libre y proclive a fantasear tonterías, pero también hay que decir que el simple retorno de Carles Puigdemont a tierras catalanas ha provocado alguna cosa más que delirios de gin-tonic: primero y ante todo, vuelve a hacer relucir la arbitrariedad jurídica española. Mientras sabemos positivamente que el PP de València era un estercolero de dinero negro, Rajoy intenta asustar moscas impugnando la propuesta para investir al Molt Honorable. Nuevamente y fatigosamente, la cosa funcionarial española se convierte en un continuo de presunción de culpabilidad: se pueden mantener corruptos confesos en el poder, pero no a un presidente electo: is very difficult todo esto.

Paralelamente, con la simple especulación de un retorno, Puigdemont ha activado una máquina guerrera española digna de El fugitivo. Mientras la Catalunya salvaje, hija de los maquis y portadora milagrosa de urnas de plástico chino, sueña con un retorno del president con paracaídas por los senderos del Empordà (tengo amigos que saben seguro, pero seguro que te lo digo yo, que algún judío o un ruso está ayudando al president a hacer el viaje), la España de siempre se fortifica para la caza de la gacela. El ministro Zoido lo anunciaba hace muy poco y su papada, cóncava como un bol de escudella, se movía más que las curvas de un tornado: lo buscaremos por tierra, mar, aire, caminos del bosque, casas rurales y maleteros de furgonetas de surfistas. España vuelve a la retórica de la Guerra Civil y no es de extrañar que nuestros jóvenes empiecen a leerse el epistolario Rodoreda-Sales o Los Vencidos como nuevo libro de texto.

Si hay que recuperar a la Generalitat autonómica (que es, hoy por hoy y pese a quien pese, la lucha del independentismo), el único elemento que puede desestabilizar el poder madrileño es Puigdemont

Yo no sé si el president volverá o no, como así deben conocer o ignorar la cosa la mayoría de sus colaboradores. De hace muchísimos años, la personalista política catalana gira en torno a la astucia contingente del Molt Honorable en cuestión y se hace muy difícil hacer previsiones. ¿Qué hará Puigdemont? ¿Se atreverá, el presi? ¿Tendrá los santos cojones de volver? ¿Y si lo enchironan, qué pasa? Preguntas de bar, cuestiones que nos llevan a la especulación atlética, que es una de las especialidades nacionales. Sea como sea, si hay que recuperar a la Generalitat autonómica (que es, hoy por hoy y pese a quien pese, la lucha del independentismo), el único elemento que puede desestabilizar el poder madrileño es Puigdemont. Si el president, como dicen los deportistas de la barra de bar, tiene que acabar volviendo, espero que alguien esté pensando cuál sería la mejor forma física de rodearlo para que no se entregue a la policía española.

Visto que el independentismo no quiso impulsar un movimiento de no violencia en la calle después del 1-O destinado a proteger las instituciones, y visto el espíritu realista de alguno de nuestros políticos hoy por hoy, es difícil pensar en una situación donde Puigdemont vuelva y las entidades cívicas nos pidan que protejamos a la Generalitat, rodeándola con nuestros cuerpos, si hace falta. Se hace difícil pensarlo, ciertamente, pero si alguna cosa nos ha demostrado todo lo ocurrido los últimos meses, es que la libertad irá de gestos corporales y de valentía, mucho más que no de astucia y de simposios argumentales. Carles, si vuelves y te tenemos que proteger, que no vuelva a pasar como el 10-O y el 27-O, dos días en que incluso los Jordis decían que era mejor no rodear el Parlament para no crear problemas ni reyertas. Porque lo que queremos nosotros, por si no lo teníais claro, es crear problemas.