Pujol no ha vuelto, porque de hecho nunca se había ido del todo. No lo digo por el homenaje que Carles Duarte & friends le montaron el lunes pasado en este curioso lugar cacofónico (ICCIC) que tiene un patronato lleno de aquello que los cursis denominarían gente de la antigua Convergència. Pujol no se ha ido porque se encuentra en el núcleo discursivo de este neo-autonomismo de chantaje emocional y de estar por casa con que los líderes independentistas nos intentan vender la moto de recuperar las instituciones, deshacernos del 155 y formar Govern para volver a avistar la tierra prometida de las migajas. Ya sabéis que en la tribu nada es casual, y tiene todo el sentido del mundo que Pujol vuelva a exhibirse en público cuando le osan robar un patrimonio que le costó décadas de esfuerzo. De hecho, el antiguo president no saca la cabeza de la cueva para reivindicar su indiscutible obra de gobierno, sino la filosofía con que la tramó: porque al Cèsar, sobre todo, no se le puede mangar el discurso.

Fijaos en la retórica republicana que nos ha regalado el baile político posterior al 21-D. Comprobaréis que, bajo el eufemismo absurdo de ampliar la base (algo que en Catalunya sólo se produjo el 1-O, cuando muchos ciudadanos que se miraban el independentismo con tibiez se lo tomaron seriamente cuando la gente puso la cara para defender las urnas), los líderes han vuelto a explicar cosas tan antiguas y asumidas como que el independentismo puede expresarse en lengua española. Escuchando a los propagandistas de ERC, no se pueden dejar de recordar los tiempos en que Pujol se abrazaba a Justo Molinero y se enviaba el plomo de Albert Manent a la Feria de Sevilla para repartir subvenciones a cambio de votos. Paralelamente, la canción según la cual la independencia es un fenómeno multilateral (ecs) que no depende sólo de los catalanes copia punto por punto la idea pujolista de supeditar la voluntad ciudadana a un permiso exterior que nunca llega.

Aquí tenéis el chantaje emocional con el que nos criamos políticamente: si aspiras a ser tú mismo y coger la directa, despertarás a los tanques españoles

Pujol tuvo la habilidad perversa y suprema de engañar a los catalanes haciéndoles entender que el pueblo tenía un poder muy limitado mientras que la Generalitat (es decir, él mismo) era una institución con la pujanza de un imperio. Esta es la base del catalanismo democrático convergente: hacerte entender que tu esfuerzo sólo te permitirá ganar pasta y ganarte la vida dignamente, siempre que no te metas en tareas imposibles como la independencia. Esta fue siempre la táctica pujolista: esculpir una Generalitat que promulgara pocas leyes e iniciativas pomposas pero que fuera sobre todo un centro de reparto monetario. El antiguo president tenía una frase recurrente: si cambiamos el Estatut despertaremos a la bestia. Aquí tenéis el chantaje emocional con el que nos criamos políticamente: si aspiras a ser tú mismo y coger la directa, despertarás a los tanques españoles. La versión digital de esta idea es hacerte sentir poca cosa: no somos suficiente, necesitamos ayuda.

Cuando, en el discurso del pasado lunes, Pujol reivindica las "huellas de libertad" que dejó su legado político, unos oasis de acción política que se tendrían que "recorrer" continuamente para que "no se las lleve el viento" responde con celos a la misma retórica de un tuit de hace muy poco en que Oriol Junqueras decía que había que formar gobierno para "no entregar las herramientas de gobierno a los enemigos de la República". Centrando el relato político en la re-instauración de la Generalitat (y en el peligro de que tambalee la inmersión o la presencia de los Mossos en el territorio), Junqueras hace pervivir el universo pujolista que se focaliza en las instituciones con el fin de olvidar la independencia a base de folklorizar sus objetivos de fondo. Hace semanas, un amigo pujolista me recomendó que me olvidara de hablar de política en mis artículos y que me dedicara a escribir sobre la opresión que vive la nación, veladamente y en metáforas, como lo hacía Pla: la independencia es imposible —decía— pero hay que insistir como si lo fuera, para sobrevivir.

Este es el nuevo relato republicano, que comparten punto por punto muchos sectores del PDeCAT. Por eso vuelve Pujol, pues el antiguo president puede llegar a tolerar que los lameculos de ayer lo acusen de ladrón, pero que le birlen la cartera de monetizar la rendición ya es una cosa intolerable. ¡Quiénes se han pensado que somos!