Manuel Valls será el candidato de Ciudadanos a la alcaldía de Barcelona porque el antiguo primer ministro francés explica perfectamente el modelo de una Catalunya sometida a España que Albert Rivera querría implantar en la capital del país. Con Valls, Ciudadanos querrá dar un toque pretendidamente internacional y de prestigio a la lucha por la alcaldía barcelonesa, y poco importa que don Manuel sea un político no muy bien valorado por su obra de gobierno en Francia, donde lo acabaron echando de todas partes; y tanto le da que, para este socialista desconocedor de Barcelona, la ciudad y sus rincones sean un simple paisaje nostálgico de infancia. Encontrar a un jacobino francés que hable catalán y haya tenido altas responsabilidades no es fácil y, al fin y al cabo, eso de vender un modelo de ciudad y el nomenclátor de las calles los chicos de marketing te lo enseñan en dos tardes, como dijo aquel ministro a ZP.
Muy pronto veremos a la querida Susanna Griso y a todo periodista simpático de La Sexta acompañando a Valls por las calles de Horta, donde había jugado a pelota, mientras el político francés se disfraza de comeback kid y habla de volver a hacer de Barcelona una ciudad de referencia europea, lo que, para todos los que nos afeitamos, significa subordinarla económicamente al poder central y convertirla lentamente en un paraíso parecido a Mónaco. La operación puede parecer brillante y efectiva, pero también es arriesgada, porque Valls proviene justamente de una Barcelona muy catalanizada y republicana que ha ido desapareciendo con los lustros, y habrá que ver si los votantes pobres que han comprado el glamur hortera de Arrimadas se sentirán cómodos con el izquierdismo pijo de Valls. Diría que gente como Jordi Cañas o Joan Carles Girauta lo habría hecho mucho mejor por un precio más módico.
Que Barcelona se asegure al mejor aspirante independentista a la capital será el mejor remedio a la insulsa propuesta de Colau y al embate sucursalista de Valls
Diría que Valls querrá hacer en Barcelona una campaña de corte centrista, pero no sé si el hooliganismo de Albert Rivera chocará y lo situará en una radicalidad que lo incomode, y también intuyo que el antiguo primer ministro lo querrá teñir todo de Europa, lo cual puede ser complicado si los jueces del viejo continente siguen enmendando la plana constantemente al juez Llarena. Sea como sea, la emergencia de un candidato poderoso certifica la necesidad de impulsar lo antes posible el proyecto de primarias independentistas que ha propuesto Jordi Graupera. Que Barcelona se asegure al mejor aspirante independentista a la capital y que su lista surja de un proceso de deliberación donde las diferentes propuestas puedan discutirse con los ciudadanos y sin las injerencias de los partidos, será el mejor remedio a la insulsa propuesta de Colau y al embate sucursalista de Valls.
De momento, los aspirantes independentistas a la alcaldía han mostrado poco entusiasmo con la idea de Graupera, a la que han intentado desprestigiar a la catalana manera, o sea, despotricando del posible candidato. Deseo que no tengan que esperar a las primeras encuestas donde Colau o Valls alcancen presuntamente la alcaldía para reaccionar, y que no parezca que solo actúan por desesperación y para acabar saliendo en la foto. Alfred, Neus, dejad de lado el orgullo, no tengáis miedo, y empecemos a organizar las primarias. Intentad ganarlas con todo vuestro talento y que se presente quien quiera, faltaría más. Si no, ya sabéis: o la Abeja Maya reconvertida en centrista española, o el jacobino francés de Horta. Vosotros mismos.