Una de las curiosidades de los preludios eternos de esta campaña electoral, desde la no aplicación del referéndum del 1-O, ha sido la de comprobar cómo el españolismo político ha ganado terreno en Catalunya a base procesizar sus usos y costumbres. La muestra más primaria son las manifestaciones, en las cuales Societat Civil Catalana ha conseguido movilizar a una serie de conciudadanos interesados no sólo en mantener la unidad de España desde Catalunya, sino particularmente entusiasmados imaginando la idea de meter al Molt Honorable 130 en chirona. El unionismo no sólo se ha manifestado en la calle (con cifras infladas que copian punto por punto la práctica indepe), sino que ha resucitado con el sentimiento de orgullo español en las calles de Catalunya y también ha calcado a la perfección el gesto de incorporar miembros de las entidades civiles a las listas de los partidos.

A su vez, y la cosa tendría que preocupar al soberanismo, existe un pacto tácito entre Ciudadanos, PSC y PP a partir del cual no habrá ningún problema en investir al candidato más votado de las tres formaciones, en caso de poder llegar a la mayoría necesaria en el Parlament. Con las encuestas en mano, la cosa todavía parece un caso de ficción, pero hay que entender que, por primera vez en democracia, el españolismo es consciente de que hay unos comicios donde se juega el pan y la sal. Lejos quedan las elecciones de los años noventa donde, por ejemplo, la mayoría de votantes del PSOE ni sabían que había comicios en Catalunya o incluso se podían permitir el lujo de votar a Felipe en Madrid y un alcalde medio soberanista en sus municipios. El tripartito del 155, como así lo denomina hábilmente Puigdemont, se presenta con el sueño húmedo que tenía Patxi López: demostrar que una Catalunya sin soberanistas es bien posible.

Si el independentismo cree que explotando la represión de sus políticos encarcelados tiene suficiente, creo que la cosa no puede pintar muy bien

A diferencia de otros comicios, la movilización españolista en el país aumentará por el simple hecho de que la mayoría de cadenas de ámbito estatal ya tienen previsto engastar sus platós en Barcelona con tal de hacer especiales informativos maratonianos. De aburrir soberanamente las audiencias hace meses, el problema catalán ha recobrado ahora el asilo del prime time, y este no es un hecho puramente comunicativo: al españolismo le interesa mucho y mucho explotar las contradicciones de unos políticos independentistas que no han acabado de cumplir las promesas hechas a sus electores y, curiosidades de la vida, comparte con el bando opositor (exceptuando a la CUP) la intención de borrar la imagen del 1-O como un referéndum auténticamente vinculante. Lo manifestamos hace pocos días en el debate entre Arrimadas y Rovira en casa Évole: se trata de poner los soberanistas a la defensiva para explotarles el canguelo.

Si los políticos independentistas siguen visitando televisiones españolas sería interesante que se prepararan mejor los debates con el fin de evitar el papel triste que Rovira hizo en La Sexta, donde incluso el presentador podemita tuvo que acabarla ayudando para dar un poco más de juego a la conversación. Si el independentismo cree que explotando la represión de sus políticos encarcelados tiene suficiente, creo que la cosa no puede pintar muy bien. Es bien posible que el 25% de indecisos de la última encuesta del CIS no sólo pertenezcan a la facción españolista y quizás muchos de ellos, más que velitas y martirologios, están esperando aún que sus posibles líderes les den más explicaciones sobre todo lo que ha pasado estos últimos meses y cómo piensan salir de este callejón sin salida. Con un españolismo procesizado y en la calle, en estas elecciones todavía hay mucha partida para sorpresas.

Dicho esto, sorprende que los únicos que todavía hablen de unilateralidad y reivindiquen las urnas y su resultado sean a los diputados de la CUP, el partido más fiel al sacrificio del pueblo catalán. Sea como sea, el fin precipitado del proceso ha hecho que incluso los españoles se tomen seriamente las elecciones autonómicas. En resumidas cuentas, se puede considerar todo un éxito...