El independentismo-autonomista catalán ha celebrado la moción de censura contra Rajoy como la excusa perfecta para volver al catalanismo de siempre, con su consiguiente política de traficar con las convicciones por cuatro promesas medio insinuadas. A inicios de esta misma semana, los propagandistas del procés repetían el mantra de echar a Rajoy en la misma tonalidad de aquel si tú no vas ellos vuelven con el que el PSC todavía podía vender las ilusiones del catalán enfadado del pre-procés. La tertuliástica nacional se ha dedicado a pintar las hipotéticas bondades de Pedro Sánchez como Puigcercós había hecho hace años con ZP y José Luis Ábalos saludaba en el Congreso diciendo bon dia a los diputados catalanes como hacen los monologuistas españoles cuando pisan los teatros de Barcelona. Mientras pasaba todo eso, servidor no podía evitar la sensación de haber entrado en una máquina del tiempo; pero de aquellas que no te hacen sentir joven, sino todavía más viejo y cansado.

El sí de los independentistas-autonomistas se ha vendido baratísimo y al líder del PSOE no le ha hecho falta ni sentarse públicamente con ningún líder secesionista para guindarlo a base de caricias. Pues, de hecho, cada día es menos disimulable que el soberanismo catalán es, hoy por hoy, un movimiento político que ya no tiene la prioridad de luchar por la independencia del país (o de aplicar el resultado del 1-O, o de implementar —ecs— la República, o de dígalo-usted-como-le-rote), sino que esconde el objetivo de pactar con Madrid un escenario de calma bajo la condición de quitar el 155 y de devolver los presos a casa. Supere o no la moción, Rajoy ya ha ganado el pulso con Catalunya, porque le han bastado pocos rehenes políticos para sujetar el independentismo durante años; incluso si los políticos salen de la prisión, el poder central podrá coaccionarlos con una nueva oleada de represión judicial. Actualmente, el independentismo no tiene ni la fuerza necesaria para obligar a Sánchez a proponer un referéndum pactado.

Nuestros líderes no aprenden que agachando la cabeza no han conseguido todavía ni un solo rédito político

El independentismo-autonomista sigue vendiendo su pescado baratísimo y nuestros líderes no aprenden que agachando la cabeza no han conseguido todavía ni un solo rédito político. Afortunadamente, Elisenda Paluzie sigue reinando sola y digna desde la sensatez cuando afirmó que a la ANC le es absolutamente igual quién gobierne España, lo cual debe poner nerviosísimos a los antiguos capataces convergentes de la entidad. Paluzie también recordó, en un país donde la memoria siempre hace daño, como Junts per Catalunya ya se ha convertido en una pieza clave del procesismo al renunciar fraudulentamente a la restitución del gobierno legítimo que prometió a los catalanes el pasado 21-D. Vale la pena insistir, queridísimos lectores, y comprobar por enésima vez como las renuncias de nuestros principales agentes no ha comportado ningún avance significativo en ningún ámbito. El soberanismo apela a menudo al icono Rosa Parks y hace bien. Citémosla de nuevo: "Mejor nos portábamos, peor nos trataban".

Que Sánchez haya prometido al PNV mantener la pasta que Rajoy ha regalado a los vascos, impulsando así unos presupuestos a los cuales su propio partido no apoyó, es la prueba del algodón de la personalidad de un político sin idea ni programa. De hecho, viendo el intercambio entre el líder socialista y Rajoy, uno solo podía enrojecerse al admirar como la mediocridad de Sánchez incluso hacía brillar la dialéctica del registrador de la propiedad. Todo es muy sórdido, en definitiva, y eso no es novedad. Lo que sí que duele de veras es comprobar de nuevo cómo la convicción de nuestros políticos se puede vender tan barata y de una forma tan hortera. El sí de los independentistas a Sánchez certifica que tenemos unos líderes adaptables a cualquier situación. No han aguantado ni unos meses de artículo 155: así pues, ¿cómo queréis que apliquen una república que declararon en sordina? Esta, pues, no es la moción de censura de la cual hablar. Lo importante, amigos míos, es hasta cuándo ayudaréis a que toda esta farsa continúe.