Desde unos hace días, los compañeros de la prensa y de otros animales de la tribu me preguntan qué dirá Jordi Graupera el próximo 20 de marzo en su conferencia "Una propuesta para Barcelona", una charla que ha desbordado la capacidad del Paranimf de la UB y que, de seguir con el mismo y creciente interés, podría celebrarse en Santa Maria del Mar o en el Miniestadi del Barça como misa pontificia. Ayer mismo, el universo digital decía que Jordi propondrá unas primarias abiertas para escoger a un candidato independentista por Barcelona, un caucus en el cual él mismo se presentaría para competir con Ada Colau en las próximas municipales. No seré yo quien aproveche mi amistad con Jordi para hacer de liebre informativa y pasarme de listo, porque él se explicará bastante claramente y tampoco falta tanto tiempo, pero sólo hay que tener un gramo de intuición para ver como el simple hecho de que Graupera alce el dedo para tomar la palabra ha ilusionado a muchísima gente y ha puesto nerviosos a los de siempre.

Tampoco hay que ser un artista del presentimiento para saber que, sea cuál sea la propuesta de Jordi, esta encontrará mucha más beligerancia en el mundo del independentismo político, universo que, hoy por hoy, tiene la noble intención de presentar a la alcaldía de la capital a una señora muy agradable que dijo hace poco que el 1-O no había sido un referéndum y un candidato republicano que no ganaría ni las elecciones a presidente de escalera. Lo que no le perdonarán a Jordi, en primer término, será que tenga la intención de ganar la alcaldía a Colau y así convertir Barcelona en la capital de un país normal; como también se harán los sordos, pobrecito mío, ante la hipótesis cartesiana de hacer unas primarias abiertas que superen la pantomima que entronará a Neus Munté y Alfred Bosch como candidatos de Convergència y de Esquerra. Las ideas claras, en la tribu de los ambiguos, no se perdonan.

De Graupera amo y odio a partes iguales esta obsesión que tiene trabajar siempre pensando en la tribu

A mí me cuesta mucho escribir sobre Jordi sin poner entre paréntesis la cursilería que siempre une la amistad entre dos hombres. Conozco a Graupera desde que teníamos dieciocho años y nos hacíamos los niños listos en las tertulias de la radio y os puedo decir que Jordi es de las pocas personas a quien confiaría sin ningún problema la llave de mi casa y la de mi país. De hecho, cuando miro atrás y pienso en todas las cosas que he dejado a medias, por dandismo o indiferencia, compruebo azorado cómo, en situaciones similares pero en circunstancias mucho más complejas, Jordi siempre lo ha conseguido con brillantez. De Graupera amo y odio a partes iguales esta obsesión que tiene de trabajar siempre pensando en la tribu, porque he visto a Jordi defendiendo la independencia del país en fiestas donde otros estábamos más pendientes de llevarnos a la camarera a casa. Y paro ya, que el párrafo convergentea.

A Jordi le dispararán que es un niño bien que ahora vuelve de los Estados Unidos con la pretensión de salvar la tribu, como si fuera un mesías. Todo aquello que él tiene de bueno, todo su talento y su bondad, será utilizado como un arma arrojadiza por los ratoncillos de la envidia, demasiado interesados en repartirse aquello que nos han dejado de nación. A Jordi le llamarán neocon, le llamarán soberbio, le dirán que habla demasiado bien, todo para que vuelva a Princeton con la cola entre las piernas y pidiendo perdón por haber propuesto una opción ganadora para una de las ciudades más bellas del mundo, más todavía cuando recuerde a los candidatos indepes como han pervertido la memoria del 1-O hasta dejarla más sucia que el alcantarillado. Pero sobre todo, amigo mío, no te perdonarán que, hoy por hoy, seas una de las pocas esperanzas que tiene la Rosa de Foc para volver a intentar encender la cerilla de la alegría ambiciosa. Ya te puedes preparar cuando aterrices, Graupi.

Acabo la cosa con una anécdota. Cuando, en una situación con alguna cosa similar, decidí presentarme a las elecciones del Ateneu y preparábamos los materiales de campaña con los compañeros de candidatura, un día, hablando por Skype, Jordi (entre muchos consejos) me dijo: "Sobre todo, en las fotos, no salgas demasiado guapo: en Catalunya la cosa de los guapos no nos gusta". Pues eso, Jordi, vigila que no salgas demasiado guapo en las fotos, hazte un poco el cojo y no hables de ganar, que la abuela se nos asusta. Te esperamos.