Los catalanes creemos que la mejor forma de superar la vergüenza producida por nuestra corrupta y falsaria clase política consiste en abrazar directamente el más absoluto de los ridículos y ensañarnos sin límites. Ahora dicen, lo recordaba ayer El Nacional, que la ANC puede acabar siendo presidida por un payaso. Realmente, este país te regala las metáforas tan crudas que no hay que afilar mucho la pluma a la hora de escribir. Un clown, reina mía; este tal Jordi Pesarrodona, que ayer mismo conseguía 2.306 votos en las elecciones de los 77 miembros del Secretariado Nacional de una entidad que, decía la teoría, nació con el objetivo de presionar a los partidos políticos y ha acabado siendo una muleta nauseabunda. Así el pobre individuo, un antiguo concejal de Esquerra que solo puede exhibir la herida de haber sido inhabilitado por los enemigos y su judicatura; como siempre, el único currículum es la llorera.

A mí, lo tengo que confesar, ya me gustaría que Pesarrodona ganara las elecciones en la ANC. Primero, porque este activista cuando menos defendió las urnas en Sant Joan de Vilatorrada durante el 1-O mientras sus superiores pensaban la forma de anular el efecto del referéndum y pensaban en cómo intercambiarían su rendición con los españoles. Segundo, porque en esta institución que se enorgullece de democrática y transparente, el candidato que obtiene más votos al secretariado no acostumbra a liderar el chiringuito (la decisión se la reserva el kommintern). Y tercero, y más importante de todo, porque el absurdo siempre hace falta que se tome con un poco de humor, y nada mejor que un payaso para dejarlo todo bien claro. Que gane Pesarrodona, gente de la ANC, ya que en la segunda opción más votada (2.188 papeletas) los cachondos del estado mayor os han colado una convergente más española que Pegasus.

Que gane Pesarrodona, gente de la ANC, ya que en la segunda opción más votada los cachondos del estado mayor os han colado una convergente más española que Pegasus

A los amantes de la jugada maestra, hay que decirlo todo, siempre se les tiene que agradecer un cinismo bien claro. La señora Feliu proviene directamente de toda la retórica falsaria del masismo-madismo, de la mandanga según la cual la independencia se tenía que hacer de la ley a la ley (en la cual sucedieron una serie de textos legales, principalmente la Ley de Transitoriedad, que fue incumplida por el propio Govern de Puigdemont nada más después de aprobarla). Feliu era directriz general de los Servicios Consultivos y Coordinación Jurídica de la Gene, después metió la nariz a la candidatura de Junts pel Sí y diría que ahora la tienen en el Consejo Asesor para el impulso del Foro Cívico y Social para el Debate Constituyente. Como veis, a los convergentes les gusta poner nombres bien largos para despistarnos, a ver si pueden hacer pasar a una funcionaria autonomista de toda la vida por uno algo más incendiario. Se les tiene que reconocer la gracia.

Ante esta burla (un escarnio que aumenta si tenéis la paciencia de ver cómo Feliu intenta elaborar un discurso como tertuliana en las noches de TV3), es normal que los socios de la ANC hayan optado por doblar la apuesta y presentar como candidato a un payaso. Dicho seriamente, siempre resultará más creíble alguien de la farándula que un Gobierno pretendidamente serio que dice blindar el catalán para después acatar el 25% de español en las aulas y un presidente que pide mesas de diálogo con la desesperación de un enano que tiene ganas de una dosis extra de golosinas. Votad al payaso, activistas, porque a menudo la historia nos regala unas curvas sorprendentes; los americanos entronaron a Reagan porque les divertía tener un actor en la Casa Blanca, y ya lo ves tú, con la broma el pàjaro se zampó a los comunistas. Somos una caricatura de una broma de mal gusto: intentamos, cuando menos, que el chiste brille.

Dicho esto, si hay algo positivo de estas elecciones es que, Feliu aparte, la mayoría de los miembros de este nuevo Secretariado han entendido que el único escollo de cara a la independencia no es el enemigo, sino los propios partidos independentistas. Lentamente pero segura, el país empieza a digerir lo que hace años que explico con una paciencia auténticamente franciscana. Finalmente, valdrá la pena.