Desde que, a principios de diciembre pasado y vía Facebook, el cantautor Pau Riba anunció que sufre un cáncer de páncreas, la máquina de exaltar la decadencia de los moribundos de la tribu no ha tenido freno y no hay semana en la que nos falte una noticia de nuestro músico eminente. Durante lustros, Riba (y muchos artistas de su generación) han reivindicado una reducción de golpecitos en la espalda ―menos retórica y pulsión de mitificarlos, vaya― y que los programadores del país tuvieran la bondad de ofrecerles trabajo y cuidarlos como lo que son: una parte esencial de nuestro patrimonio sonoro. Pero Catalunya sí que padece cáncer, un tumor consistente en ponerse la cultura continuamente en la boca (y, en este caso, las canciones en el tímpano y la garganta) mientras desatiende flagrantemente la salud de sus profesionales. Pau Riba no tiene cáncer; el cáncer lo tiene un país que sólo te recuerda cuando se te carcomen las entrañas.

No hay persona de este rincón de mundo que no haya tarareado Noia de porcellana mientras trastea, apretuja las mejillas de un bebé o imagina la delantera de la vecina. Comprendo la glorificación de Dioptria, y yo también me he aclarado la voz alabando los michelines de Conxita Casas, “si en fa d’anys, si en fa d’aaaaaaaaanys”. Pero a mí me place detenerme a descansar dentro del Electròccid àccid alquimístic xoc (1975), porque es un disco sencillamente perfecto y conmovedor; y Maria, te lo quería decir, Pau, querido Pauet (aunque no nos conocemos, ni puta falta que te hace), es una de las canciones de amor más bellas que nunca se han escrito en cualquier lengua. "Si no te’n vas, estimada/violaré el secret/i profanaré l’entrada/m’escorreré dins teu/Recorreré per dintre tots els teus corredors/tots els teus laberints/fins arribar-te al cor.” Escuchadla de nuevo, y cantad su "amén", como un grito que se ahoga en el gozo.

Pau Riba no tiene cáncer y se inmortalizará en su legado. Quien sufre cáncer es esta complaciente boñiga de país que sólo te celebra cuando te largas y que abandona a sus héroes durante décadas

Todo esto y muchas más cosas ha hecho Pau Riba por nuestro país y por su lengua. Yo recomendaría a cualquier persona que quiera saber cómo se puede cantar y versar eso que los necrófagos dicen que ahora se nos muere que se precipite a Lletrarada, el volumen que compila casi todas sus rimas y canciones (Edicions Proa, 1997; si me lee el amigo Josep Lluch, que haga el santo favor de reeditarlo; en Iberlibro ya te cascan 171,29 pavos por una primera edición del libro). Si se tiene sed de vida y de música hay que releer estos textos que forman parte de la historia musical del país, un patrimonio que, insisto, a pesar de abanderarlo con nuestra habitual y nauseabunda palabrería, los catalanes llevamos décadas pasando como de la mierda. Porque a la tribu no le interesa la luz, ni las canciones que brillan y hacen explotarnos el alma; sólo nos gusta el polvo, el vómito y la decadencia.

Es así como la conciutadanía, a partir del anuncio de Riba y cuando todo el mundo se apresure a programarle a toda prisa los conciertos que no se han hecho cuando tocaba, hará cola para asistir al espectáculo. No querrán rendir homenaje al talento del músico, ni querrán agradecer toda su inmensa generosidad con el país. No, simplemente se pondrán en línea, disciplinados y tristones como los conocidos que impostan cara de salmón cuando van a afligirse de un difunto, para ver cómo el cuerpo delgado y todavía fuerte del cantautor teje sus últimas contorsiones. Los catalanitos no irán a ver a Pau destrozarse la piel y revivir en el escenario como si fuera un titán; correrán en masa atraídos por la morbosidad de la tumorada, por el olor a hospital y el orgasmo de la nostalgia; acabado el concierto ya habrán hecho lo que toca, y podrán pasear por la calle diciendo "ay, Maria Lluïsa, sí que lo he visto delgado, sí".

Pau Riba no tiene cáncer y se inmortalizará en su legado. Quien sufre cáncer es esta complaciente boñiga de país que sólo te celebra cuando te largas y que abandona a sus héroes durante décadas porque prefiere fardar de bandera que hacer el esfuerzo de pagar una entrada de un concierto. Riba no tiene cáncer, es pura vida. El cáncer lo tenemos nosotros y es tan malo que sólo me tenéis a mí para cantarlo.