El miércoles pasado, mientras los meteorólogos de la tribu nos advertían sobre la necesidad de abrigarse cuando hace frío y TV3 dedicaba más de media hora de un informativo nocturno pretendidamente serio a charlar sobre la metafísica de los copos de nieve, en la red circulaban unos audios muy simpáticos (previos al 1-O) en que algunos de nuestros líderes cavilaban cómo podían seguir vendiéndonos la moto de unas estructuras de estado que no tenían preparadas, documentos interesantísimos que, mecachis, no eclipsaron ni un segundo la espantosa manía climática de La Nostra. No compro el argumento de PP y Cs, según el cual TV3 es un órgano de propaganda estalinista, pero creo sinceramente que tendríamos que empezar a debatir a fondo sobre cómo se informa en los medios públicos del país; porque, cuando el clima anula una información política candente, es que hay algo que no acaba de funcionar.

Últimamente, tengo la sensación de que en la tribu todo queda bajo la nieve y que todo dios aprovecha riadas e inclemencias temporales para esconder las vergüenzas bajo los copos inocentes, como si el posterior deshielo no mostrara la forma exacta. Mientras escribo este artículo, contemplo como un Parlament que se dice autónomo aprueba una resolución delirante que olvida las promesas hechas por Junts per Catalunya e Esquerra a los electores, una pamema retórica que parece redactada por un funcionario con la vista puesta en el código penal español. De hecho, si todo dios ya ha declarado que la proclamación del 27-S fue simbólica (tendríamos que cambiar este bello adjetivo, siguiendo a Baudrillard, por la palabra simulacro), ¡ya no viene de aquí sacarla de la resolución! Y no hablemos del 1-O, que según afirmó Artur Mas fue una consulta inofensiva, relevante sólo porque los polis extranjeros decidieron golpearnos a la abuela.

Cuanto antes pase todo este teatro y los partidos se refugien en la calidez del gobierno autonómico repartiéndose los cargos y las migajas de toda la vida, más eufemismos y ridículos nos ahorraremos

Como toda nueva acrobacia, la cosa también tiene su correspondiente eufemismo: a partir de ahora, según parece, nuestros líderes impulsarán un algo denominado "acción republicana", un nuevo alehop a partir del cual se quiere hacer república ¡¡¡sin haberla defendido!!! Con toda la paciencia de la que soy capaz, veo a Marta Rovira diciendo cosas tan pintorescas como "Queremos una República llena de contenidos. La independencia es un medio". ¡Ay, caray! ¡Yo que me pensaba que el Parlament la había votado hace sólo hace seis meses, y ahora resulta que es un medio, aunque debe ser un medio simbólico, para no perder la costumbre! Sinceramente, cuanto antes pase todo este teatro y los partidos se refugien en la calidez del gobierno autonómico repartiéndose los cargos y las migajas de toda la vida, más eufemismos y ridículos nos ahorraremos. Ver a mi Parlament secuestrado por la retórica me da mucha pena.

Los partidos se presentaron a las elecciones del 21-D con la agenda y la promesa clarísima de restituir el gobierno. Se puede disfrazar tanto como se quiera el incumplimiento, porque en el país de la nieve siempre hay una jugada maestra o una forma de astucia que envuelve la realidad hasta desfigurarla, pero todo eso ha acabado en un fraude electoral. Yo ruego a los partidos que, por mínima decencia, o abandonen el lenguaje encendido de una república que no existe o muevan el culo para convocar unas elecciones donde juren por el más alto no renunciar a sus programas y candidatos, con la promesa de largarse si lo incumplen. Pase lo que pase, acabad con esta agonía, porque dentro de muy poco incluso celebraré ver como el pesado de Tomàs Molina me habla de lo grandes que son los carámbanos que nos adornan el paisaje y las cuevas, con aquella sonrisa de gatito tan del procés.