“La mujer de Raül Romeva, Diana Riba, será la número dos en la lista de Esquerra Republicana para las elecciones europeas del próximo mayo”. He leído la noticia y este titular en la prensa, repetido en los cien mil digitales que hay en la tribu, todos ellos copy-pasteando este primer sintagma: “la mujer de”. Cuando busco la repercusión de la buena nueva en la red, ninguna de las feministas de ERC, que a cada minuto nos corrigen (¡y bien que hacen!) cuando cometemos el pecado de llamar señorita a una mujer madura o de adjetivar frívolamente de histérica a alguien que se cabrea sin motivo alguno, no ha movido ni un solo dedo para enmendar el redactado en un tuit. No lo han hecho porque, como sabe cualquier hijo de vecina, el único mérito por el cual Riba ha sido elegida (independientemente de su validez como pedagoga, librera y gestora cultural, que aquí no se discute) es ser la pareja de nuestro antiguo secretario de Estado, ahora cautivo y desarmado en prisión.

Dicho de otro modo; un partido que se denomina a sí mismo de izquierda, y que moraliza continuamente con la igualdad entre machos y hembras, ha perpetrado el peor trato que se le puede conceder a una mujer: regalarle el primer puesto de una candidatura (aunque sea la número dos, será la cabeza de lista efectiva), simplemente por su parentesco familiar con un hombre y porque a su vez es un hombre quien no puede ocupar el primer lugar. La izquierda moraliza continuamente, y todos sabemos que la moralina es la versión de pandereta de la ética, que es una cosa mucho más seria que se demuestra como el movimiento, andando y practicándola. La cosa no es exclusiva de ERC, porque muy pronto veremos a hijos, primos, queridas de un cuñado y, como no, a esposas de los presos en lugares importantes de las listas en las futuras contiendas electorales. Poco importa su currículum, ya lo ven: aquí sólo cuentan la sangre y los anillos. 

Dicho esto, que no es poco, si con fichajes como estos la intención es internacionalizar (ecs) el conflicto en Catalunya, como sabe cualquier aficionado a la diplomacia, la táctica más habitual e inteligente consiste precisamente en alejar las víctimas más inmediatas del mismo de la primera línea política. De la misma forma que fue un error situar a presos políticos y a exiliados en las listas electorales del 21-D (por el hecho de que las víctimas, comprensiblemente, tienden a situar su problemática inmediata como el asunto político de más urgencia; en este caso, salir de prisión o volver a casa), si lo que uno quiere es internacionalizar (ecs) el conflicto existente en Catalunya, lo que debe hacerse es contar con diplomáticos de primer orden, con influencia real en el Parlamento Europeo o en la institución que se tercie, que puedan acceder a los despachos donde la información y el impacto mediático transita hacia los caminos del poder.

Todo esto que os cuento son cosas muy básicas, prácticamente de parvulario, pero esta politiqueta que nos ha tocado vivir obliga a bajar muy mucho el listón. Es un signo de nuestros tiempos. La mujer de, ya lo veis, es un buen resumen expresivo de la meritocracia que, hoy por hoy, reina en la triste vida política de la tribu.