Mis queridos haters de la escuela lacista-procesista, lectores de una fidelidad más incondicional que el amor de la hormiga por hacer cola, me acusan a menudo de un exceso de crítica a los líderes de la cosa indepe, de enmendar con compulsión sin tener la valentía de proponer alternativas al sentimentalismo de los mártires y, en definitiva, de criticarlo todo desde la comodidad del sofá. La edad me ha regalado una propina de modestia franciscana y reconozco que los voluntarios de la causa tienen toda la razón del mundo; eso de hacer crítica, autocrítica, seudocrítica o metacrítica, en una sociedad regida por las emociones y la fidelidad al jefe de la parroquia es un tic que sobra, demasiado germano. Aquí en Can Escalf nos regimos por la empatía y, me guste o no, el argumento según el que no se puede enmendar a los encerrados porque sufren más que nosotros es definitivo y, como Inmaculada Concepción, no admite ninguna disputa.

De acuerdo, hagamos un ejercicio de clemencia estival. Olvidemos que los líderes del procés nos engañaron y, si te molesta el significado del verbo engañar (RAE: "Hacer creer a alguien que algo falso es verdadero") diremos que no-lo-supieron-hacer-mejor y admitiremos también que no-conocían-lo-suficiente-al-enemigo: sí, recontrasí y no haremos ninguna enmienda más. Admitamos, en definitiva, que han decidido sacrificarse por nosotros como Jesús el nazareno y, puestos a ser benevolentes, aceptemos comprar también el cuento según el cual ahora tenemos que luchar por un segundo referéndum que el Felipe VI de turno, pobrecito, no sólo admitirá como vinculante sino que incluso se morirá de ilusión por firmar el resultado. ¡Compro! Me zampo con patatas todos los artículos que he escrito desde el sofá (que, como podéis imaginar, ya tiene la forma de mis nalgas) y admito sin ambages la bondad de los líderes.

Volvamos pues a gritar “Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia” y aceptemos también como superbrillante la idea de un segundo referéndum. Acato la propuesta pero sólo pondré una condición. Si, como las parejas en crisis, el independentismo va de darse una nueva oportunidad, afirmo solemnemente la necesidad de abrir una segunda caja de resistencia, con las particularidades que citaré a continuación. Si la primera caja fue destinada a sufragar las fianzas y multas de presos y exiliados, propongo el imperativo de que la segunda esté exclusivamente destinada a su jubilación. Lisa y llanamente, admito el sacrificio que Puigdemont, Junqueras y etcétera han hecho por la independencia. De acuerdo, reina; lo intentaron. Pues bien, los amamos con tanta fuerza y los adoramos con tanto entusiasmo que los sufragaremos la pensión. Eso de exigir savia nueva es muy de la tribu; y no hay mejor regalo que el cash.

Sé que la propuesta puede parecer confusa, pero no hay nada más sencillo de entender. Un servicio a la patria sólo puede compensarse con una limosna. Hemos aceptado el posibilismo; pues bien, ahora que volvemos a empezar de nuevo, los ídolos tienen que descansar. Nada de discursos en voz alta en Sant Vicenç dels Horts, nada de tener que hacer libros para pagarte el alquiler belga. Carles, Oriol, Jordis, Rulls y Turulls, no os faltará de nada. ¿De qué estamos hablando? ¿De uno o dos milloncejos de pepinos por barba? ¡Pues adelante, que Òmnium y la ANC pongan en guardia a los padrinos del Eixample y entre la familia y adheridos eso lo liquidamos en una semana! Pensad bien, líderes del procé; seguiréis cobrando sin necesidad de entrevistas ni volúmenes absurdos de cuentos infantiles o artículos inflamados en el Ara. Para jubilarse nunca es temprano. Si repetimos eso del referéndum, la proeza merece una segunda ronda de dinero.

Que nadie vuelva a acusarme nunca más de quietismo. Juro por mi madre que el artículo no lo he hecho desde el sofá, sino erguido y de pie como el mismo Nabókov cuando escribía aquel cuento del pedófilo. Nunca más me podréis decir que no he propuesto nada y que todo lo critico. Si es al precio de jubilar a nuestros grandes mandatarios, ya me diréis dónde hay que dirigir el pago para la segunda caja. A través de la beneficiencia, espero entrar finalmente en el reino de las buenas personas. Dejemos descansar a los guerreros, y que sus hijos empiecen a emularlos, aunque sea con el mismo resultado por bandera. Pues aquí, ya lo sabéis, de lo que se trata es de volver a hacerlo, caiga quien caiga. Pues volvamos a hacerlo, y por pagar que no quede, ¡que somos catalanes!