La semana pasada, el periodista Quico Sallés escandalizó a los televidentes de la sabatina procesista de TV3 afirmando que Quim Torra "nunca tendría que haber sido president de la Generalitat de Catalunya", remachando que "por respeto institucional, al Palau y a la tradición de este país, yo en su curriculum vitae borraría que he sido president". "Una presidencia de la Generalitat", decía Sallés, "no es activismo, no es sentirse solo, no es romperse, no es pensarse que eso es organizar una manifestación de la ANC y Òmnium un 11-S". Como os podéis imaginar, después de tildar de "mal president" a Torra, al pobre Quico empezó a salpicarle toda la bilis juntista-lacista que no sólo está poco acostumbrada a la crítica de un informador independiente sino que, además, tiene una relación emocional (a saber, enfermizamente desequilibrada) con cualquier valoración que se relacione con los hechos.

Sallés se quedó muy corto, pues la entrevista que Cristina Puig hizo al 131 fue un ejemplo de pornografía política difícilmente superable en que Torra lamentó como un llorica que su administración no avanzara hacia la independencia, como si él hubiera sido un simple bedel de la Casa dels Canonges y toda su nula acción política hubiera configurado un ligero tropiezo hacia la liberación de la tribu. Disfrazado de una cátedra moral que sólo ve él mismo, Torra pontificaba a los partidos la obligación de pensar "en un bien superior", la independencia, en el cual hay que supeditar "todos los intereses particulares". Él, lo habéis leído bien, que sólo aprovechó el poder para hacer una desobediencia playmobil, colgando una pancartita fuera de horas en el balcón del Palau de la Generalitat, una heroicidad por la cual el 131 ya disfruta de jubilación y chófer bien garantizados por el Reino de España.

El procesismo no es enmendable por el saco de errores políticos que ha perpetrado. Es una máquina de maldad difícilmente superable que pervierte la moral del ciudadano a través de un chantaje asqueroso

En un ataque de sinceridad, el antiguo president dijo que el politiqueo cortoplacista del país se detectaba en asuntos menores como que "hubiera una subvención de 200 millones de euros destinada a no sé qué". Es decir, que Torra no tiene ningún inconveniente en explicarnos que los mismos miembros de su Govern disponían del presupuesto que sufragamos entre todos los ciudadanos según su caprichosa pebrotera. Pero todo eso es excusable, según el activista, por el hecho de que durante la pandemia se sintió muy y muy solo y lloró mucho y mucho, mientras le llamaban sus amigos para enviarle afecto "cuando estaba en un túnel absolutamente oscuro". En cualquier país del planeta, y después de una tragedia con miles de muertes, a ningún político se le ocurriría hacer pornografía de la propia soledad: pero Catalonia is different.

Eso de llorar tus condiciones de trabajo mientras la gente moría, querido Quim, no es de ser mal president, que también: es directamente ser mala persona. Eso de ir acusando a la peña de negligencia mientras no has hecho ni un solo paso para avanzar hacia la autodeterminación no sólo es de ser mal presidente; es de tener mucho morro. Y finalmente, Quim, eso de pasarse toda la vida enmendando los políticos porque no son lo bastante valientes para urdir la secesión mientras tú te estás haciendo un palacete en Girona sólo por haber puesto un cromo en el balcón de la Generalitat, querido examigo, es de ser mal presidente... y muy mal bicho. Quico, currante e inteligente como es, se quedó corto, y espero que ahora entienda que ganará mucho más prestigio diciendo las verdades al público del FAQS que entreteniéndolo con todo tipo de disfraces.

El procesismo no es enmendable por el saco de errores políticos que ha perpetrado. Es una máquina de maldad difícilmente superable que pervierte la moral del ciudadano a través de un chantaje asqueroso. Que Quim Torra se haga perdonar su cobardía excusándose en su condición de cocodrilo tendría que escandalizar a todo el país, mucho más que no el hecho de que un periodista tenga la valentía de decir lo que es evidente. Pero en Catalunya, por desgracia, lo que es evidente da demasiado miedo y todavía provoca desmayos. Sí, Quim. Un mal presidente y una mala persona.