Tras ocho meses de silencio, Marta Rovira reapareció el viernes pasado en chez Terribas protagonizando una entrevista que resume perfectamente la relación de los políticos independentistas con sus electores. “No podemos explicar todo lo que hicimos y todo lo que pasó”, decía Rovira en referencia a los preparativos del 1-O, “porque tenemos compañeros en prisión, que están allí dentro y que en pocos meses tendrán un juicio sin garantías de justicia.” Que Rovira deje la labor de contar la verdad a la plebe para otro día no es extraño visto que, en un instante freudiano de la misma conversación, la mandataria de Esquerra admitía en sordina que antes del 1-O la mayoría de políticos del país dudaban de la viabilidad de la votación a causa de la posible represión policial. Como se demuestra cada día que pasa, los partidos independentistas no promovieron el referéndum para aplicarlo.

Pero vayamos a la cuestión de fondo, la idea según la cual no hace falta explicar la verdad por miedo a la reprimenda de la justicia española, idea que muy pronto, ya lo veréis, se continuará regurgitando con idéntica parsimonia en caso de condena, transformada en algo así como “no podemos explicar todo lo que hicimos y lo que pasó porque ello impedirá que los presos salgan cuanto antes mejor.” Más que fake news, el método cutre con el que ahora se define el arte de la trola, el procesismo se ha especializado en la ciencia de posponer la verdad como un asunto que siempre puede llegar otro día. Así hizo el president Puigdemont, inaugurando el Consell per la República (primer órgano republicano del universo que exige una inscripción de diez euricos), para decir luego a los ciudadanos que el artefacto en cuestión se activará cuando se llegue al millón de inscritos. ¡Toma tomate!

Por esas curiosidades de la vida, la clase política catalana, con el president Torra a la cabeza, se ha pasado meses pidiendo a los ciudadanos que desobedezcan las sentencias del juicio del 1-O. Traducido al cristiano, ¡los líderes indepes exigen al pueblo que no acate una sentencia, mientras simultáneamente renuncian implícitamente a darles información sobre su papel en el momento histórico que juzgará el propio dictamen! “Ya lo explicaremos”, decía Rovira en Catalunya Ràdio, chasqueando la lengua con el paladar y con la conciencia bien tranquila de saber que lo de exigir movilizaciones a un pueblo no requiere tratarlo como un ser adulto ni explicarle cuál es tu nivel de responsabilidad. En el fondo, los líderes pretenden que la gente continúe rompiéndose la crisma por ellos sin que este esfuerzo requiera ningún ejercicio de honestidad y transparencia por su parte.

Porque la verdad, en el universo procesista, es algo sumamente sobrevalorado…