Soy de los centenares —qué digo, centenares... ¡miles!, qué narices, miles... ¡millones!— de catalanes que estaría dispuesto a apoquinar para sufragar la defensa del president Puigdemont así como las costas judiciales de todos y cada uno de los consellers reprimidos por el Estado (a excepción, evidentemente, de Santi, pues a él ya le pagan la multa los españoles y sus amigos de Banyoles). De hecho, no solo soy un representante de los millones de catalanes que está dispuesto a rascarse el bolsillo para que haya abogados estrella de Convergència y del mundo entero que engorden un poco más su agosto particular (total, la pasta yo la dedico a cosas líquidas, polvorientas y absurdas), sino que facilitaría una parte de mi ínfimo sueldo al estipendio de los consellers en el exilio, que no solo tienen que sufrir las incomodidades de vivir fuera de casa sino la dificultad de iniciar una vida laboral lejos de su entorno natural.

Yo pago lo que haga falta, señora, pero primero exijo que no se me trate de bobo. Ayer, algunos diputados de Junts per Catalunya promocionaban la web defensaexili.org, un portal donde se pueden donar cantidades que oscilan entre los 25 y los 2.500 euros para sazonar a los abogados de nuestros representantes legítimos. Insistiría hasta perder la voz: pagaremos lo que haga falta, queridos diputados, pero antes vosotros tenéis que cumplir con aquello por lo que os presentasteis a las elecciones que, si no me falla la memoria, iba de restituir el Govern legítimo e investir al president 130º en el Parlament. Eso de tomar el pelo a los electores, pasándose las promesas electorales por el forro, y acto seguido pedir parte de la pensión a las padrinas de la tribu, mientras buscas subterfugios con el fin de no investir a Puigdemont, queridas señorías de Junts per Catalunya, esta a mí no me la metéis ni borracho.

Aquí hay que decidir lo de siempre: si seguimos bajando la cabeza y prostituyendo la voluntad de los electores libres o iniciamos una confrontación inteligente

Que el escarnio (y la moral) no nos haga ser injustos. Sé a ciencia cierta que hay muchos diputados de Junts per Catalunya que están dejándose piel y paciencia para que el 130º sea investido, pero de momento gana el posibilismo de aquellos que, por una parte, han claudicado ante el pragmatismo de la esquerrovergencia y, por la otra, temen nuevas inhabilitaciones del gobierno español. Nuestros diputados han asumido el lenguaje de la represión de una forma tan natural que se ven todos en Estremera por el mero hecho de investir al president que más electores republicanos han querido. Eso explica la operación, nuevamente retórica, de volver a la investidura de Sànchez, escudada en la reciente resolución de la ONU —un pronunciamiento que nuestros diputados saben perfectamente estéril a la hora de elegir a un nuevo líder descalificado por la judicatura española. Eso ya le está bien al PDeCat, que después de todo el procés y con Artadi medio fuera de juego, todavía nos colaría incluso a un moderado de los suyos...

Un gobierno posibilista no parará la represión española. Entendemos perfectamente que los presos y sus familiares lo deseen, pues la desesperación te debe exigir aferrarte a cualquier posibilidad de liberación, pero eso de portarse bien y hacer el autonomista no los ayudará a evitar la prisión ni un solo día, como ya lo ha dado a entender el juez Llarena en varias ocasiones. Aquí hay que decidir lo de siempre: si seguimos bajando la cabeza y prostituyendo la voluntad de los electores libres o iniciamos una confrontación inteligente. Si nos decantamos por la segunda opción, insisto, servidor pagará incluso con su minga, si hace falta, para que nuestros representantes tengan una vida digna donde sea. Pero apoquinar para seguir la comedia, amigos míos, conmigo que no cuenten. Primero investid, y luego viajaremos alegres todos al cajero. Primero se hace el trabajo, compañeros, y luego se cobra.