Ayer Jan Laporta sorprendía a todo dios desplegando una lona de 1.000 metros cuadrados en un edificio próximo al Santiago Bernabéu con su fotografía, el escudo del Barça, el lema de su campaña (“Estimem el Barça”) y uno todavía más grande donde se podía leer "Ganas de volver a veros". Escribo que la noticia puede sorprender a muchos catalanes y socios del Barça, especialmente a todos aquellos remilgados que escudan su moral derrotista en la discreción y en la escasez de pompa. Pero no si conoces a Jan, uno de los pocos habitantes de la tribu para quien ganar, hacerlo bonito y pasearse por el mundo explicándolo es la cosa más normal de la vida. Eso quiere decir este "Ganas de volver a veros": normalizar las ganas de volver a meteros seis, de volver a ver como corréis detrás de la bola sin entender cómo puede llegar a viajar tan rápido y que sí, niño vestido de blanco, que hagas el favor de saludar al campeón.

Después de una de las peores juntas directivas de la historia y de haber sufrido a un presidente que sólo ha servido para demostrar que se podía empeorar la triste gestión y figura de Joan Gaspart, mi querido Jan llama de nuevo a la puerta de los consocios con una elección muy simple: ¿queréis ganar o queréis perder? Parece una dicotomía sencilla, queridísimos lectores, pero tenéis que pensar que, en efecto, los socios del Barça son una traducción perfecta de la moral de nuestra tribu, para quienes eso de la ética ha comportado siempre un cierto regodearse en la derrota, hacer hábito de arrodillarse en una mesa de diálogo o decir que no hay que aplicar referéndum porque no somos bastante gente, entre otras frases que nuestra espantosa y horripilante clase política ha convertido en salmodias. Jan forma parte de todo otro rollo: jugar bellamente para ganar, no pedir permiso para imponerse en el campo o donde sea.

Los socios del Barça son una traducción perfecta de la moral de nuestra tribu, para quienes eso de la ética ha comportado siempre un cierto regodearse en la derrota

"Ganas de volver a veros", dice Laporta a los madrileños, que también quiere decir que ya se pueden esforzar con toda la raza, el señorío, los dos cojones y la casta, que cuando tú tienes la pelota el contrario no la tiene, lo cual es tan sencillo de entender como el teorema de Pitágoras, ganas y listos. Para "volver a veros", insisto, hay que entender que ya pueden fichar a Cristianos, Mourinhos y si queréis al Padre Santo, que cuando Mozart y la alegría están en tu equipo, el rival sólo tiene que agradecer contemplar tu obra de arte sin pagar entrada. Sólo puedes dejar de votar a Jan, querido consocio, si amas demasiado esta costumbre tuya de levantar recopas y votar presupuestos a cambio de indultos y te da pereza cambiarlo para imponer tu voluntad hasta que la bola perfore las redes. Si quieres perpetuar la mediocridad más décadas, sólo tienes que volver a confiar en el candidato que te diga La Vanguardia, consocio querido.

Si eso de ganar te parece una cosa que hay que hacer, pero no demasiado, que ya va bien superar al Madrit en un derbi al año... pero que tantas Champions seguidas, pues que no, que empalaga y que hace de gente con poco seny, pues no votes a Jan, porque Laporta te decepcionará, no te quepa ninguna duda. De hecho, si lo que no quieres es ganar, tienes opciones de sobra, consocio desvelado, como este chico que tiene muchas ganas de acoger la selección española en el Camp Nou y que sigue el dictamen de Antoni Bassas (¡sí, Antoni, el del diario que no se atrevió ni a publicar el anuncio del 1-O!) o también el crío que ha prometido tatuajes con el escudo del Barça y una pizza de regalo por cada firma. Este es el nivel, carísimo consocio, culé querido. Por lo tanto, si no votas a Jan, no te escudes en que no te gusta el champán, ni festejar la vida: admite que, simplemente, no quieres ganar. Y acabamos la farsa.

Ganas de volver a veros. Ganas de volver a verte, Jan. Que ya hace demasiado que dura la broma esta de perder. Demasiado.